El rastro de Andreotti
DECIR PARA desdecirse; amenazar para consensuar; proclamar objetivos precisos, pero dejando los detalles en el alero. Todas las artes dial¨¦cticas o simplemente maniobreras que caracterizaron a la denostada Primera Rep¨²blica italiana, y que tuvieron su m¨¢ximo exponente en Gitilio Andreotti, parecen haber sido asimiladas a una velocidad de r¨¦cord por Silvio Berlusconi, l¨ªder de esta Segunda Rep¨²blica, nacida bajo el clamor del gobierno de la mayor¨ªa y de las decisiones eficaces.En las ¨²ltimas dos semanas, desde que recibi¨® la citaci¨®n judicial para declarar como inculpado en un presunto delito de corrupci¨®n de funcionario p¨²blico, Berlusconi ha anunciado que comparecer¨ªa ante los jueces, y no lo ha hecho; ha asegurado que venderasus televisiones, sin comprometerse a nada concreto; ha hecho ver que pon¨ªa a la Liga Norte contra la pared, exigi¨¦ndole que aclare de una vez por todas si est¨¢ o no con el Gobierno, y ha cedido luego, porque en realidad era ¨¦l quien estaba de espaldas contra elmuro; y se ha comparado con Margaret Thatcher, present¨¢ndose como un reformador de hierro, para cerrar luego un acuerdo sindical m¨¢s pr¨®ximo a las aspiraciones de los representantes laborales que a las del Gabinete. "Ni con una, ni con diez, ni con cien huelgas generales se podr¨¢ llegar a cambiar los presupuesto?, asegur¨® el pasado 14 de octubre. Los hechos han demostrado ser m¨¢s tozudos.
Esto ha suscitado el descontento de los empresarios, que ya no ven claro el futuro de la cacareada reforma del sistema italiano de pensiones el m¨¢s generoso del mundo ni pueden confiar, sobre todo, en que las cuentas del Estado para 1995 vayan a alcanzar el objetivo de contener el d¨¦ficit en el 8,5% del producto interior bruto (PIB). Pero la paz social es siempre un valor positivo, y de ah¨ª que Berlusconi, a¨²n imnerso en una situaci¨®n dificil por razones pol¨ªticas y judiciales, viva el momento como un ¨¦xito: sobrevive.
Pero el futuro sigue abierto e incierto. Pese a la reforma electoral en un sentido mayoritario, los partidos con representaci¨®n parlamentaria siguen siendo casi tantos como antes. Con la agravante de que la coalici¨®n de centro - derecha que hoy gobierna es mucho m¨¢s inestable que los Gobiernos pentapartido que le precedieron. Todo ello era previsible. La ausencia de una organizaci¨®n pol¨ªtica de la derecha en un panorama de creciente polarizaci¨®n qued¨® clara durante la campa?a electoral. Forza Italia, el movimiento del primer ministro, sigue siendo hoy poco menos que una agencia de publicidad, y el fen¨®meno m¨¢s relevante con vistas a la definici¨®n de la derecha italiana es la evoluci¨®n de Alianza Nacional. Su l¨ªder, Gianfranco Fin?, uno de los pol¨ªticos italianos m¨¢s h¨¢biles del momento, significar¨ªa un peligro para Berlusconi en cuanto lograra desprenderse de la etiqueta de neofascista, lo que le permitir¨ªa tratar sin intermediarios con las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas. De ah¨ª que el actual primer ministro se defina, siempre que puede, como un hombre de centro.
Esto, tambi¨¦n le aproxima a Andreotti. Pero hay algo profundo que les separa: Berlusconi se piensa como un l¨ªder, mientras que el democristiano era un pol¨ªtico. Y un l¨ªder nato sobre todo si no est¨¢ en pol¨ªtica por vocaci¨®n, como le ocurre a Berlusconi, no tiene paciencia para seguir desgranando los mismos problemas durante d¨¦cadas sin resolverlos. El l¨ªder evoca soluciones dr¨¢sticas y, en una situaci¨®n adversa, apela a las masas y provoca las manifestaciones de adhesi¨®n personal que por estos d¨ªas se registran en, Italia, para desconcierto y preocupaci¨®n de muchos.
La misma Iglesia ha acudido en ayuda del primer ministro al condenar la aproximaci¨®n de los ex democristianos al Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS). La principal fuerza de Berlusconi sigue siendo, sin embargo, la composici¨®n del Parlamento. Todos temen las elecciones, y no puede haber una mayor¨ªa alternativa a la actual sin juntar la Liga Norte, siempre poco fiable, y el PDS.
Tal uni¨®n s¨®lo es concebible como soluci¨®n transitoria a la crisis total de liderazgo que se plantear¨ªa si el primer ministro saliera destrozado del choque con los jueces. Pero el Gobierno est¨¢ demostrando ser capaz de movilizar suficientes presiones como para contener la actividad de los magistrados. El fen¨®meno Berlusconi implica riesgos de autoritarismo impensables en el caso de Andreotti.
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