Tiempo dorado de la radio
'La estirpe de Sautier' y la de una Espa?a sentimental y vencida
En un principio, la radio buscaba intelectuales. Hablo de EAJ3 -Uni¨®n Radio, Madrid: anterior era EAJ2, Radio Espa?a, de la Iglesia y con otras aspiraciones de propaganda; y la primera, la de Barcelona, EAJ1, que acaba de celebrar los setenta a?os-,como el cine busc¨® unas vanguardias ("El perro andaluz"); y se entregaban a glosarlo los del 27, mientras los de teatro-teatro lo odiaban, hasta que pudieron pasarse a ¨¦l y lo destrozaron. La cuesti¨®n estaba en c¨®mo practicar gran literatura donde la palabra tuviera el sonido pegado a ella; o la imagen.La radio tuvo sus escritores. Tom¨¢s Borras escribi¨® Todos los ruidos de aquel d¨ªa (Borr¨¢s: falangista, casado con una ar¨ªst¨®crata del cupl¨¦; buen, audaz escritor) y Ram¨®n G¨®mez de la Serna, en su torre¨®n, ten¨ªa un micr¨®fono, hac¨ªa greguer¨ªas sonoras. Ten¨ªa una voz profunda, ahuecada, y se rodeaba de objetos que compraba en el rastro para sacar ruidos.Pedro Barea cuenta mucho de aquello en La estirpe de Sautier (pr¨®lojo de Rom¨¢n Gub¨¦rn, en EL PAIS-Aguilar) y otras muchas ha contado Lorenzo D¨ªaz en La radio en Espa?a (Alianza Editorial, pr¨®logo de V¨¢zquez Montalb¨¢n, 1992). El t¨ªtulo de Barea (ninguna relaci¨®n con Arturo Barca, el de La forja de un rebelde) y su subt¨ªtulo La ¨¦poca dorada de la radionovela, 1924-1964, indica su especializaci¨®n. 1924 es el a?o en que nac¨ª: recuerdo primero los receptores de galena y auricular, luego los hac¨ªa yo mismo con cajas de puros (los farias) y los elementos que entonces se vend¨ªan en las ferreter¨ªas (no hab¨ªa a¨²n especializaci¨®n): condensadores fijos y variables, agujas fin¨ªsimas para captar el punto de la piedra de galena; bornes, cables a tierra (radiadores, tuber¨ªas de agua) y a antena (hierros de balc¨®n, colchones met¨¢licos, que llam¨¢bamos a la francesa sommiers). Luego el primer aparato de v¨¢lvulas: mi padre era marino y los hac¨ªan los t¨¦cnicos del ministerio (donde estaba la central de comunicaciones: la radio militar tenia ya mucha m¨¢s edad), desde el que se o¨ªa "el extranjero" (me acuerdo de la sinton¨ªa de Radio Normandie, anglofrancesa) y, desgracia, poco despu¨¦s, las "nacionales" (?Queipo de Llano!). La guerra en directo... Y Pasionaria diciendo su "!No pasar¨¢n!" (tomado de los franceses ante los alemanes en 1917: "Ils ne passeront pas!") desde el balc¨®n del segundo piso de Uni¨®n Radio, Madrid, donde est¨¢ ahora, en la Gran V¨ªa, la "Avenida del Quince y Medio", por el calibre de los proyectiles de los citados "nacionales" sobre los que no deb¨ªamos serlo.
Y el poema de Alberti el 7 de noviembre, cuando los facciones se acercaban a Madrid, cuando ya corr¨ªan a defenderlo sus ciudadanos (y los Internacionales, y los de Durruti, desde Arag¨®n). "Madrid, coraz¨®n de Espa?a / -late con pulso de fiebre / -si ayer la sangre le ard¨ªa / -hoy con m¨¢s calor le hierve", rezaba como un laico, m¨¢s que recitaba, Rafael Alberti en aquella noche de la SER, de la Gran V¨ªa (redactorjefe, la querida Josefina Carabias: madre de la actual embajadora en Roma, Mercedes; y de la novelista de moda Carmen Rico Godoy: buenos frutos del exilio). Cito de memoria; recuerdo que el romance de guerra del extraordinario Alberti advert¨ªa a Madrid que, si dorm¨ªa aquella noche, "querr¨¢s despertar un d¨ªa -y el alba no vendr¨¢ a verte".
Cuando empieza la ¨¦poca dorada que cuenta Barea, es cuando ganan los "nacionales": adi¨®s vanguardia, adi¨®s 27. El alba ya no volv¨ªa; pero por aquellos micr¨®fonos comenz¨® a salir una literatura de consolaci¨®n y unas canciones de posguerra que empezaron a crear la educaci¨®n sentimental de muchos espa?oles. Y de los vencidos. Habr¨ªa que citar a V¨¢zquez Montalb¨¢n, y al Mart¨ªn Patino de Canciones para despu¨¦s de una guerra, para saber el extraordinario e inesperado efecto que produjo la censura al permitir este teatro radiof¨®nico, aquella canci¨®n que proteg¨ªa, aquel teatro de Adolfo Torrado y otros: la literatura del humilde. La prohibici¨®n franquista de que ninguna emisora diera informaci¨®n (salvo la que adquir¨ªa por conexi¨®n con Radio Nacional de Espa?a) cre¨® esta neutralidad de Uni¨®n Radio, o ya de Radio Madrid, ahora SER (y otra vez Uni¨®n Radio, por su red) y de otras emisoras. Y una solera. No h que olvidar que la emisora la fundaron los Urgoiti, padre e hijo (Nicol¨¢s Mar¨ªa y Ricardo); y que ellos fundaron tambi¨¦n El sol y La Voz, y las agencias Febus y Fabra, y una papelera, y una productora de cine, Film¨®fono, y que todos ten¨ªan entre s¨ª un republicanismo b¨¢sico. (Hace poco almorc¨¦ con el actual Urgoiti, gran banquero, en casa del abogado Zarraluqui; le pregunt¨¦ por aquella fundaci¨®n y sonri¨® como de una broma pasada: "Cosas de mi abuelo..."). No s¨¦ que dir¨ªan los actuales despechados antipolanquistas de hoy de aquella uni¨®n de empresas que produjo una red de informaci¨®n valios¨ªsima. El hecho es que dej¨® en la SER un poso de libertad y amplitud que a¨²n dura.
En todo caso, durante el tiempo en el que salieron estos folletines, este Sautier que ahora rememora el cronista y riguroso profesor Barea; y que ellos, con los romances cantados de Le¨®n, Quintero y Valverde, con el teatro de Torrado y Navarro, crearon un mundo de follet¨ªn y melodrama que daba una cultura del pobre. No digo una cultura pobre, sino del pobre entre el cual estaba, naturalmente, el vencido, o sus supervivientes. No repito ahora cosas que ya he escrito ("Visto y o¨ªdo" en la p¨¢gina de programas de televisi¨®n, donde me albergo) y que ni siquiera son inventos m¨ªos (V¨¢zquez Montalb¨¢n, D¨ªaz, Umberto Eco, Terenci Moix, Amor¨®s, Javier Domingo ... ) a prop¨®sito de la importancia de una literatura directa y popular. En ese sentido, el libro de Pedro Barea -y las valios¨ªsimas ilustraciones de la edici¨®n cuenta la vida de una radio que no- cesa, de una empresa que no se agota, de una historia de Espa?a que a¨²n se defiende.
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