Consejos escolares
Durante el mes de noviembre se han desarrollado las quintas elecciones a consejos escolares de centros de ense?anza. La decreciente participaci¨®n experimentada desde que la LODE diera carta de naturaleza a estos ¨®rganos colegiados invita a una reflexi¨®n sobre su funcionamiento y utilidad. Los primeros se configuraron de hecho como foros de confrontaci¨®n ideol¨®gica donde los diferentes modelos de educaci¨®n tanteaban su aceptaci¨®n y viabilidad: la educaci¨®n p¨²blica frente a la privada; la libertad progresista frente a la tradicional; la cristiana frente a la confesional; la autoritaria frente a la participativa. El debilitamiento de los perfiles ideol¨®gicos de dichas opciones y el propio de las personas e instituciones implicadas en esta experiencia han tra¨ªdo consigo la burocratizaci¨®n de los consejos. ?stos se han convertido en ¨®rganos de seguimiento de la actividad escolar en los aspectos m¨¢s ajenos a la propia formaci¨®n de los ni?os, y, si bien han facilitado la normalizaci¨®n del di¨¢logo y un mayor acercamiento entre los miembros de la comunidad educativa, distan a¨²n mucho de ser conformadores de la pr¨¢ctica educativa.El reconocimiento de su valor integrador no puede eclipsar sus evidentes impotencias y un cierto signo de fracaso en cuanto a su potencial aptitud dinamizadora y creativa. Si alguna vez se pens¨® que representaban un modelo
,avanzado de gesti¨®n educativa, hoy puede comprobarse que la rutina, la rigidez de las estructuras administrativas y la mera resistencia al cambio pueden dar al traste con cualquier proyecto innovador. La inexperiencia de nuestra Administraci¨®n en la participaci¨®n activa de los administrados se ha traducido en los recelos de un sector del profesorado que ha visto la intervenci¨®n de los padres de alumnos en los consejos como una injerencia o intromisi¨®n en su estatuto profesional. Ello unido, en algunas ocasiones, a un exceso de celo fiscalizador por parte de los padres, derivado tal vez de otras carencias democr¨¢ticas, ha propiciado la aparici¨®n de prejuicios y resistencias mutuas que han perjudicado el buen desarrollo de los consejos escolares. Incapacitados ¨¦stos para vencer las inercias, han devenido en ¨®rganos deliberantes y de mero tr¨¢mite, en donde los profesores informan, los padres opinan y los alumnos escuchan. Unos estudiantes a los que la m¨¢s reciente normativa ha retirado el voto y reducido su presencia en los consejos, en lugar de facilitar y canalizar su representaci¨®n. Los colegiales han sido desde el pricipio, y ahora m¨¢s que antes, los grandes olvidados de la democracia escolar.
Sin embargo, el dato m¨¢s negativo, causa y efecto a la vez de su parcial inoperancia, ha sido la escasa y cicatera disposici¨®n que padres y profesores han manifestado hacia una actuaci¨®n conjunta. La comunidad escolar dista a¨²n mucho de estar integrada. La mayor¨ªa de los padres sigue todav¨ªa de lejos la educaci¨®n de sus hijos y su disposici¨®n para la participaci¨®n en los problemas escolares es muy limitada. Son las madres, en el mejor de los casos, quienes asumen la colaboraci¨®n y la representanci¨®n en los colegios, reproduciendo as¨ª en el ¨¢mbito escolar el tradicional peso de la mujer en la educaci¨®n de los hijos. La modernizaci¨®n educativa est¨¢ viniendo m¨¢s de la propia renovaci¨®n personal que aportan las nuevas generaciones del profesorado que de la posible influencia de las instituciones democratizadoras de la ense?anza. Con todo, cabe esperar que aun cuando los consejos escolares no hayan servido demasiado a la mejora de la ense?anza, habr¨¢n contribuido cuando menos a desarrollar la capacidad de di¨¢logo de los adultos. Lo que tambi¨¦n tiene un gran valor educativo.Santiago P¨¦rez Caminero, soci¨®logo y abogado, es presidente de la Asociaci¨®n de Padres de Alumnos del Colegio P¨²blico Federico Garcia Lorca de Majadahonda (Madrid).
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