"Somos los ¨²ltimos rebeldes"
El presidente norteamericano, Bill Clinton, y sus hom¨®logos de otros 33 pa¨ªses han regresado de la cumbre de Miami triunfalmente a casa. "Si la reuni¨®n de Miami ha sido un gran espect¨¢culo, podr¨ªa haberlo sido a¨²n m¨¢s si yo hubiera acudido", dice Fidel Castro, que no fue invitado. "Somos los ¨²ltimos rebeldes", a?ade refiri¨¦ndose a su Gobierno comunista, "y ¨¦sta no ha sido una reuni¨®n para rebeldes". Castro reconoce que tiene verdaderas reservas sobre las reformas del mercado emprendidas por su Gobierno para salvar una econom¨ªa devastada por el colapso del bloque sovi¨¦tico. Pero si bien dice que no desea convertir a Cuba en una democracia al estilo occidental reconoce que la econom¨ªa mundial ha cambiado. "No soy un entusiasta del capitalismo," asegura. "Pero soy realista".
A su derecha est¨¢ sentado su buen amigo el escritor colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que una noche en plena crisis de los refugiados pas¨® una velada en Martha's Vineyard, hablando de pol¨ªtica, de Faulkner y de Cuba con Clinton. Sentado enfrente, en un extremo, se halla Ricardo Alarc¨®n, el negociador de Cuba en las conversaciones que lograron un acuerdo con la Administraci¨®n Clinton para detener el ¨¦xodo de balseros. En el otro extremo se sienta Jos¨¦ Antonio Arbesu, el experto del Partido Comunista en asuntos norteamericanos y segundo de Alarc¨®n en las negociaciones.
Seg¨²n Castro, los refugiados que abandonaron Cuba en balsas este verano no lo hicieron por razones pol¨ªticas: se vieron conducidos a ello por el embargo y el caos econ¨®mico que ha generado. "No vamos a negociar la normalizaci¨®n de nuestras relaciones sobre la base de concesiones", asegura Castro. "Estados Unidos no boicote¨® Sur¨¢frica. No boicotea a Arabia Saud¨ª, donde unas pocas familias ricas poseen toda la riqueza. Estados Unidos no dicta condiciones pol¨ªticas a China. No dicta condiciones pol¨ªticas a Vietnam. ?Por qu¨¦ nos tiene que dictar condiciones pol¨ªticas a nosotros?".
"Algunos se preguntan porqu¨¦ no levantan el embargo. El d¨ªa que los empresarios norteamericanos quieran venir a hacer negocios aqu¨ª ser¨¢ un gran quebradero de cabeza para nosotros. Pero estamos preparados para hacer frente a este reto. ?Nos corromper¨¢n? ?Enfermaremos con la terrible infecci¨®n del capitalismo? Estamos deseando verlo".
"Es absolutamente falso que el bloqueo nos sirva de instrumento pol¨ªtico para mantener a la gente unida", a?ade Fidel Castro.
En una mesa de ocho personas mucho m¨¢s j¨®venes que ¨¦l, mientras camareros de chaquetilla blanca van de un lado para otro con bandejas de pollo con patatas, Fidel habla de c¨®mo se ha regenerado la revoluci¨®n y producido nuevos cuadros competentes que merecen las responsabilidades que cada vez m¨¢s delega en ellos. "Se puede confiar en ellos", a?ade. "No nos van a quitar de enmedio ni nos van a poner ante un pelot¨®n de fusilamiento".
Lo que se vislumbra durante la cena es que la autoridad de Castro se mantiene intacta, incluso amenazante. Se muestra franco al admitir su poco agrado con medidas como la amplia apertura a las inversiones extranjeras, la aparici¨®n de una floreciente econom¨ªa paralela para los cubanos con acceso a d¨®lares y el establecimiento de mercados libres para algunos productos del campo y de las f¨¢bricas.
"Me gustan m¨¢s unos que con otros", dice de los cambios en marcha. "Pero he apoyado todos porque pienso que son parte de una estrategia coherente, necesaria y se han tomado por consenso. Con cada una de esas joint ventures, vienen a m¨ª para que las firme, y yo las firmo".
Ocho a?os despu¨¦s de que aboliera un primer experimento en mercados libres para campesinos, Castro es particularmente claro sobre sus reservas en permitir que todos los cubanos que cultivan huertas, cr¨ªan ganado o fabrican manufacturas vendan sus excedentes a precios establecidos por la oferta y la demanda.
"Nunca fui defensor de los mercados campesinos que ten¨ªamos," afirma. Castro hace notar que los nuevos mercados tienen objetivos m¨¢s amplios y est¨¢n regulados m¨¢s cuidadosamente; los describe como m¨¢s prometedores que el primer experimento. Pero r¨¢pidamente a?ade que tambi¨¦n ve "aspectos negativos", y que parte del valor de los mercados es crear entre los cubanos una mayor apreciaci¨®n por los bienes, subsidiados que compran del Estado. "Creo que los mercados agr¨ªcolas ense?an m¨¢s sobre el capitalismo y el socialismo que miles de escuelas de instrucci¨®n pol¨ªtica", afirma.
El reto de rescatar la econom¨ªa de Cuba es psicol¨®gico tanto como ideol¨®gico, apunta Castro. Se est¨¢ permitiendo a los granjeros contratar jornaleros, dice, e insin¨²a que podr¨ªa levantar las restricciones y permitir que algunos cubanos trabajen para otros cubanos.
En cuanto a la cumbre de Miami, Castro mantiene que sus hom¨®logos latinoamericanos han vendido a los inversores extranjeros su sector p¨²blico a precios demasiado baratos en una carrera precipitada para reestructurar su anta?o fuertemente protegidas econom¨ªas y lograr un comercio m¨¢s libre con EE UU.
Copyright The New York Times.
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