?Una refundaci¨®n europea?
Algo est¨¢ podrido en Europa (si se me permite esta adaptaci¨®n de Shakespeare). La Uni¨®n Europea (UE) crece en tama?o, pero, desde luego, no en popularidad. Los nuevos miembros de la UE tienen minor¨ªas de adversarios muy amplias, que a veces alcanzan casi el 50%. Algunos pa¨ªses tienen incluso mayor¨ªas que se oponen, como Noruega o, en lo que respecta al Area Econ¨®mica Europea, Suiza. No olvidemos los referendos de Francia y Dinamarca. Como es probable que se produzcan referendos en otros Estados miembros despu¨¦s de la Conferencia Intergubernamental de 1996, habr¨¢ nuevas pruebas, y no hay que ser muy previsor para pronosticar que ser¨¢n muy dif¨ªciles de superar, quiz¨¢ incluso en algunos de los pa¨ªses europeos m¨¢s antiguos y leales, incluida Italia.Pero ¨¦sta es s¨®lo una cara de un panorama cada vez m¨¢s preocupante. La otra es que las relaciones bilaterales ya no florecen como en el pasado. La ¨²ltima cumbre franco-alemana no lleg¨® a ser cordial. Est¨¢ claro que la extra?a pero eficaz relaci¨®n entre el presidente Mitterrand y el canciller Kohl est¨¢ tocando a su fin. Bajo la superficie de esa relaci¨®n est¨¢n surgiendo profundas divisiones. Francia redefinir¨¢ su europe¨ªsmo, lo que no es sino otra forma de decir que dar¨¢ un mayor protagonismo a su restringido inter¨¦s nacional. Es inevitable que ocurra algo similar en Alemania despu¨¦s de Kohl. Aunque uno de sus sucesores elegidos, Schauble, no es tan nacionalista como da a entender su fama, la presi¨®n de la CSU b¨¢vara y otros grupos llevar¨¢ a un "hasta aqu¨ª y nada m¨¢s" en la pol¨ªtica de integraci¨®n.
Las relaciones germano-brit¨¢nicas han alcanzado un m¨ªnimo hist¨®rico. Un n¨²mero cada vez mayor de personas y organizaciones trata de reparar el da?o causado por la suspicacia brit¨¢nica hacia Alemania y el desd¨¦n alem¨¢n hacia el Reino Unido. El vicepresidente del Partido Conservador, que tuvo que dimitir despu¨¦s de haber escrito que Alemania segu¨ªa siendo belicista (y Francia colaboracionista), reflejaba la opini¨®n de amplios sectores brit¨¢nicos. En la actualidad, muchos alemanes desprecian a Gran Breta?a como una pintoresca isla perif¨¦rica sin ninguna relevancia. De nuevo, el nacionalismo levanta su desagradable cabeza en ambos pa¨ªses.
No todas las relaciones bilaterales son igual de malas. El Reino Unido e Italia parecen experimentar una verdadera luna de miel, a juzgar por la conferencia de Pontignano de este a?o y otros signos. ?Es una verdadera luna de miel o una mera alianza defensiva frente a los que disfrazan sus intereses particulares como n¨²cleo europeo? ?Son dos pa¨ªses a los que no les gusta la idea de estar en segunda divisi¨®n?
Cuando uno se pregunta por las causas de esta desintegraci¨®n europea, muchas cuestiones vienen a su mente. Por supuesto, el final de la estructura definida de la guerra fr¨ªa es un factor importante. La nueva b¨²squeda de identidad en un mundo cuya anomia es cada vez mayor desempe?a un papel; hasta ahora, Europa ha sido notoriamente incapaz de proporcionar una sensaci¨®n de identidad. Pero adem¨¢s est¨¢n las razones que Bruselas, la Uni¨®n Europea, se proporciona a s¨ª misma. Sencillamente, es ya insostenible el abismo entre la ret¨®rica europea y la realidad europea. Los que todav¨ªa pertenecemos a la generaci¨®n formada por la II Guerra Mundial recordamos ese motivo apremiante para la integraci¨®n europea. Estamos dispuestos a perdonar muchas faltas a la Europa real porque parece garantizar la paz entre nuestros pa¨ªses. Pero la gente m¨¢s joven hace un balance diferente. Se preguntan por qu¨¦ una Uni¨®n que gasta hasta el 20% de sus fondos de forma fraudulenta iba a tener que recibir m¨¢s dinero, por no hablar de la impotencia de Europa cuando se trata de las grandes cuestiones de la actualidad: Bosnia, pero tambi¨¦n -m¨¢s cerca de casa- el desempleo.
Cuando uno se enfrenta a la necesidad de defender Europa contra los esc¨¦pticos (como me ocurre incluso en la C¨¢mara alta del Parlamento brit¨¢nico), le resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil presentar argumentos convincentes. Puede que suene exagerado, pero la Europa real apenas hace nada que se pueda defender f¨¢cilmente. Cuando su pol¨ªtica cuenta con fondos -la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n, la pol¨ªtica de investigaci¨®n o la pol¨ªtica de ayuda al desarrollo- casi siempre es el doble de costosa que una pol¨ªtica nacional con el mismo impacto. Cuando su pol¨ªtica carece de fondos es ineficaz. Las instituciones europeas, incluido el llamado Parlamento, no convencen y, en cualquier caso, son un insulto a la democracia. Siempre que Europa se hace cargo de un tema, ¨¦ste se ve apartado del control y responsabilidad democr¨¢ticos.
Puede que esto suene terriblemente euroesc¨¦ptico, pero repetir¨¦ en t¨¦rminos inequ¨ªvocos que una Uni¨®n por la que incluso sus defensores tienen que pedir disculpas continuamente no puede durar. Los que creemos que una Uni¨®n Europea basada en intereses comunes e instituciones democr¨¢ticas es necesaria en un mundo cambiante e incierto nos encontramos en un dilema. No queremos abandonar los logros comunitarios por la vuelta al nacionalismo, pero si nos aferramos a ellos, y a nada m¨¢s, es muy probable que fomentemos involuntariamente ese nacionalismo como reacci¨®n. Tal vez haya llegado la hora de un movimiento de refundaci¨®n europea. Olvid¨¦monos de la discusi¨®n sobre el n¨²cleo y la periferia, e incluso sobre los retoques a la Conferencia Intergubernamental de 1996, y hagamos un llamamiento por una nueva Mesina, un gran esfuerzo por definir una Europa que podamos apoyar y fomentar. A no ser que alguien adopte esta causa, es muy probable que todos tengamos problemas.
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