M. G. M.
Tengo para m¨ª que uno de los defectos capitales de los espa?oles es ensa?arnos con nosotros mismos y especialmente con los mejores de nuestros compatriotas. Me parece, adem¨¢s, que este vicio nacional acarrea consecuencias negativas tanto para nuestra convivencia como para nuestro bienestar moral.Por eso me parece digno de rese?a el hecho de que en el lapso de unos pocos meses se hayan producido tres reconocimientos a una de las personalidades m¨¢s se?eras de nuestra historia reciente: Manuel Guti¨¦rrez Mellado. Y lo que es m¨¢s a¨²n: que sea -y siga siendo- una de las personalidades que goza de m¨¢s reconocimiento y afecto popular, -de modo que se produce, aqu¨ª, una coincidencia plena entre la Espa?a real y la Espa?a oficial.
Primero fue el reconocimiento pol¨ªtico. Por real decreto de 4 d¨¦ diciembre de 1992 se le concedi¨® la Orden al M¨¦rito Constitucional. Creo que en el ¨¢nimo de todos permanece imborrable aquella imagen del 23 de febrero de 1981, cuando el general Guti¨¦rrez Mellado defend¨ªa y sosten¨ªa la dignidad de todos los espa?oles en un gesto que no s¨®lo pasar¨¢ a la historia, sino que ser¨¢ uno de los s¨ªmbolos de la historia de Espa?a para las generaciones futuras.
El segundo reconocimiento ha sido el militar. Manuel Guti¨¦rrez Mellado ha llegado al grado honor¨ªfico de capit¨¢n general, m¨¢ximo al que un militar espa?ol puede aspirar. Tal distinci¨®n le ha sido concedida a propuesta un¨¢nime del Consejo Superior del Ej¨¦rcito: la peculiaridad consiste, a mi juicio, en que Guti¨¦rrez Mellado ha llegado a esa cumbre como consecuencia no s¨®lo de una ejemplar carrera militar (a pesar de las voces interesadas que pretendieron desfigurar su labor callada y valiente durante nuestra guerra civil), sino que estando a la cabeza de nuestras Fuerzas Armadas oblig¨® a ¨¦stas a dar un giro trascendental que fue no entendido por muchos y no aceptado por algunos. Me refiero al papel que en un r¨¦gimen democr¨¢tico deben tener las Fuerzas Armadas como brazo armado del poder civil, olvidando veleidades autonomistas.
Este giro radical, como digo no entendido, criticado o rechazado, al final ha sido entendido, aceptado y, m¨¢s a¨²n, recompensado con el honor concedido. Por varias razones me parece que este reconocimiento castrense es singularmente inteligente. Frente a las acusaciones a nuestros militares de haberse inmiscuido continuamente en la vida civil (algunas cierta, otras las m¨¢s solicitadas o provocadas por los mismos civiles, como pone de manifiesto Carlos Seco en Militarismo y civilismo en la Espa?a contempor¨¢nea), Guti¨¦rrez Mellado, un militar, se ha erigido en el mejor s¨ªmbolo de la supremac¨ªa del poder civil; ha redimido, por decirlo as¨ª, errores pasados de nuestras Fuerzas Armadas y ha colocado a ¨¦stas de forma autom¨¢tica en el lugar que les corresponde en una sociedad occidental de finales del siglo XX.
Pero adem¨¢s, al decir que lo que hizo lo hizo simplemente porque fue lo que le ense?aron en la Academia General Militar, ha extendido a todo el estamento castrense ese m¨¦rito que algunos querr¨ªan atribuir exclusivamente a ¨¦l. M¨¢s si cabe, las guerras que ha ganado Espa?a las han ganado l¨®gicamente nuestras Fuerzas Armadas, nuestros militares; esta vez no hemos ganado la guerra, sino la paz, pero tambi¨¦n nos la ha ganado un militar.
Reconocimiento, pues, a nuestras Fuerzas Armadas, que saben ganar guerras y que tambi¨¦n saben ganar paces. Desde Guti¨¦rrez Mellado puede volverse a hablar de nuestros generales no s¨®lo con reconocimiento y respeto, sino tambi¨¦n con afecto. Si hoy hay un pu?ado de hombres de aut¨¦ntico prestigio en Espa?a, sin duda alguna uno de ellos es Guti¨¦rrez Mellado. La corporaci¨®n castrense puede estar orgullosa.
Nuestros pol¨ªticos y nuestros militares han reconocido los m¨¦ritos de este militar excepcional. Nos faltaba el reconocimiento de la sociedad civil y ha llegado en forma de t¨ªtulo que ha tenido a bien concederle recientemente su majestad el Rey. En unas circunstancias hist¨®ricas como las que vivimos, en las que se produce un predominio agobiante del mercantilismo y del dinero, son especialmente necesarios estos otros reconocimientos no monetarios para recompensar aquellas funciones que, sin proporcionar lucro al que las realiza, son convenientes o necesarias o indispensables, seg¨²n los casos, para el conjunto de la sociedad.
As¨ª pues, el general Guti¨¦rrez Mellado ha obtenido, y adem¨¢s en vida, lo que ya es quiz¨¢ an¨¦cdota, el, reconocimiento pleno de la Espa?a de su tiempo. Pero es que, adem¨¢s, despu¨¦s de haber realizado ese servicio impagable al r¨¦gimen pol¨ªtico y al estamento castrense, el general Guti¨¦rrez Mellado, el capit¨¢n general Guti¨¦rrez Mellado, est¨¢ dedicando sus esfuerzos estos a?os a una labor social por excelencia: la lucha contra las drogodependencias. Soy testigo de excepci¨®n de sus afanes y desvelos, por una parte, y de sus sabias directrices y consejos, por la otra, y aunque rebusque en el diccionario la palabra que mejor cuadra a su actitud es la de "ejemplar". Ejemplar en muchos sentidos, pero sobre todo quiz¨¢ por lo que tiene de profunda humanidad.
Este art¨ªculo quedar¨ªa incompleto si no me refiriera ahora a lo que, teniendo en cuenta todo lo que antecede, me parece m¨¢s importante. Dec¨ªa al principio que, adem¨¢s del reconocimiento oficial, el general es de esos pocos espa?oles que goza del "favor popular", y r¨ªo es extra?o que as¨ª sea. Por debajo de ese militar por antonomasia, de ese dem¨®crata ejemplar, de ese lujo para todos los espa?oles, existe un "hombre" que ha sabido alcanzar toda la dimensi¨®n potencial que encierra el vocablo, qu¨¦, a base de naturalidad, de modestia y, por qu¨¦ no decirlo, de sentido del deber, hace inolvidable cualquier relaci¨®n que con ¨¦l se tenga.
Acostumbra a decir el general que ¨¦l es "de la mitad de la clase", y quiz¨¢ sea ¨¦se su gran secreto, el que le ha permitido gozar adem¨¢s del triple reconocimiento oficial, del afecto y cari?o popular; y es que el general, siendo un gran hombre para Espa?a, es un "espa?ol cualquiera".
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