Callar es otra manera de hablar
Peter Handke y Luc Bondy presentan una gran obra en la que los actores no cruzan palabra
El Festival de Oto?o de Par¨ªs se cierra con dos grandes espect¨¢culos: El mercader de Venecia, un Shakespeare montado por Peter Sellars y cuya palabra resuena en un barrio de Los ?ngeles durante los ¨²ltimos disturbios raciales, y Lheure o¨´ nous ne savions rien l?un de l'autre, en el que 33 actores se entrecruzan una y otra vez durante m¨¢s de dos horas sin hablarse nunca, un silencio estruendoso ideado por Peter Handke y al que ha dado forma Luc Bondy."Callar es otra manera de hablar. Hay momentos en que el lenguaje hablado es incapaz de alcanzar su objetivo", afirma Bondy, que en este momento prepara, una adaptaci¨®n al alem¨¢n de un texto del logorreico Sacha Guitry. "Trabajar una pieza de Handke es muy productivo, porque ¨¦l es un autor que desconf¨ªa del teatro, al que le aburren los espect¨¢culos porque cree que casi siempre los textos son mejores que sus representaciones. Esa desconfianza le lleva a buscar los l¨ªmites de la teatralidad, a situarse en los bordes invisibles de la teatralidad. A m¨ª no hay nada que me fastidie m¨¢s que los clich¨¦s, los del teatro, claro, no los de la realidad y, por eso, porque tambi¨¦n siento la necesidad de experimentar y escapar a las convenciones, he querido poner en escena la obra".
En el origen de Lheure ou nous ne savions rien vun de l'autre est¨¢ un mediod¨ªa en Muggia, un pueblecito vecino a Trieste. Handke contemplaba, el ir y venir sin sentido de la gente hasta que lleg¨® una camioneta de la que se apearon unos hombres cargados con un ata¨²d. "A ese sentimiento de extra?eza que se produce en el momento en que todo, lo que ha ocurrido antes y lo que sucede despu¨¦s, parece organizarse en relaci¨®n a un hecho se refiere Giacometti, que un d¨ªa: mirando por la ventana, asisti¨® a un accidente de coche. De pronto todo quedaba determinado por ese accidente, incluso los peatones que circulaban por calles vecinas quedaron marcados por el signo de la muerte".
El verdadero protagonista de la obra es la plaza, esa plaza que va cambiando porque es testimonio de mil y una peque?as historias. "El renunciar a la palabra otorga a - nuestra mirada una di mensi¨®n fenomenol¨®gica, una capacidad distinta de observaci¨®n. La anatom¨ªa de los personajes cobra otra dimensi¨®n cuando sus gestos quedan desligados de la boca", explica Bondy, quien no quiere, sin embargo, que su trabajo pueda equipararse al de aquel Warhol cineasta que pretend¨ªa que bastaba con la mirada art¨ªstica para que la realidad bruta se transformase: "Creo que hay que evitar esa idea por la que yo, en tanto que artista, cuando miro, ya realizo un acto art¨ªstico. En mi montaje hay una forma, un ritmo, una musicalidad; los personajes, sus movimientos, podr¨ªan transponerse al pentagrarna, son la orquestaci¨®n de mil intrumentos distintos que nos transmiten melancol¨ªa, tristeza, alegr¨ªa, todas las temperaturas an¨ªmicas".
Esa historia de la plaza creada por el t¨¢ndem Handke-Bondy no tiene nada que ver con las pel¨ªculas de Wenders realizadas en colaboraci¨®n con el escritor. "No me gust¨® lo m¨¢s m¨ªnimo El cielo sobre Berl¨ªn porque nace de una mala combinaci¨®n de talentos. Handke y Wenders son dos personas demasiado pr¨®ximas, demasiado parecidas, con puntos de vista casi id¨¦nticos, para que de su encuentro surja una confrontaci¨®n y una qu¨ªmica interesante", sentencia el director. Para ¨¦l su montaje no le debe nada ni a la pantomima, ni al ballet, ni siquiera al cine mudo, aunque de ¨¦ste le interesa Ia manera en que los actores se serv¨ªan de su cuerpo, poniendo todos sus m¨²sculos en tensi¨®n para expresar sentimientos. En mi puesta en escena quiero que el espectador aprenda a mirar ese cuerpo de los actores de una manera distinta, y cuando creo que ya lo he logrado, entonces irrumpen en la plaza personajes conocidos: Isaac y Abraham, Chaplin o Peer Gynt. El mito vuelve a vivir entre nosotros, como en el Calder¨®n de El gran teatro del mundo".
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