La ampliaci¨®n del Congreso
EDUARDO MANGADALa pol¨¦mica de la ampliaci¨®n del Congreso de los Diputados es, seg¨²n el autor, falsa si se intenta situarla en si se respetaron o no las normas sobre edificios protegidos.
Hay t¨ªtulos que condicionan el discurso. Peor a¨²n, la exhibici¨®n de un titular ocurrente y llamativo conlleva, en muchos casos, la degradaci¨®n del discurso que encabeza. Algo de ello le ocurre al breve art¨ªculo de mi buen amigo y magn¨ªfico cr¨ªtico Luis Fern¨¢ndez Galiano publicado en EL PA?S del 6 de diciembre de 1994, en el que la peripecia ret¨®rica que fuerza la rima de la ¨²ltima palabra -"descorteses"- con el encabezamiento -"Cortes descorteses"- induce a una banalizaci¨®n del discurso estructurado en un triple encadenamiento de pecados dictados y baremados desde el confesionario particular del articulista sin que, en ning¨²n caso, se prescriba pena alguna reparadora y s¨®lo emerja de la penumbra una lamentaci¨®n misericorde.El origen pecaminoso arranca de la demolici¨®n de unos "edificios protegidos", y de la modificaci¨®n del Plan General que la habilit¨®. ?Seriamente puede calificarse de pecado -original o no- la adecuaci¨®n de una norma urban¨ªstica para posibilitar una intervenci¨®n singular y de alto significado c¨ªvico como es la ampliaci¨®n del Congreso de los Diputados? ?Desde cu¨¢ndo las catedrales, los museos, los monumentos se han visto constre?idos u obligados por la norma gen¨¦rica del ordenamiento urban¨ªstico? La norma, las ordenanzas, el plan establecen el marco de conducta para las actuaciones regulares, repetitivas y usuales del proceso inmobiliario, pero nunca pueden ser la estricta medida de lo singular y menos si se trata de un edificio que alberga la m¨¢s evidente representaci¨®n democr¨¢tica del poder popular. Pueril fue el primer intento de encajonar entre las tejas ¨¢rabes y los viejos muros de las t¨ªpicas y mediocres edificaciones protegidas el espacio necesario para la ampliaci¨®n y modernizaci¨®n del Congreso, con el mayor respeto al buen arquitecto que intent¨® tarea tan forzada como est¨¦ril.
La protecci¨®n de los edificios de referencia correspond¨ªa a una pol¨ªtica urbana comprometida en una lucha contra el derribo indiscriminado, prematuro y especulativo, pr¨¢ctica usual en los ¨²ltimos a?os setenta, m¨¢s all¨¢ de una catalogaci¨®n de los mismos por sus valores arquitect¨®nicos. Asentada esta cultura y su pr¨¢ctica en el gobierno de la ciudad (han transcurrido cinco a?os desde la primera catalogaci¨®n a la modificaci¨®n puntual que se comenta), nada imped¨ªa asumir la excepci¨®n cuando del Congreso de los Diputados se trataba. Lo contrario resultar¨ªa rid¨ªculo.
Reclamar el refer¨¦ndum popular para decidir qu¨¦ edificio para el Congreso gusta m¨¢s a los ciudadanos es, cuando menos, una explosi¨®n populista, nada acorde con la trayectoria rigurosa, selectiva y elitista del articulsita, que tan espl¨¦ndidas lecturas ha hecho de la ciudad y su arquitectura... ?Se pretende acaso revivir el oprobioso espect¨¢culo del linchamiento popular de la Puerta del Sol frente a unos responsables municipales mudos culturalmente? Seguro que no, pero peligroso es aventar ascuas que pueden producir incendios.
Otra cosa es denunciar la falta de publicidad y sometimiento a debate que debi¨® otorgarse al concurso, al fallo del jurado y a la decisi¨®n final de la Mesa del Congreso, tal como se recomendaba en las actas del jurado, que no fueron atendidas. Aqu¨ª s¨ª hay culpa, al menos de pereza y desidia cultural. Ex¨ªjase un acto de contrici¨®n y prop¨®sito de enmienda, am¨¦n de un rezo p¨²blico de cinco penitencias.
Veniales y disculpables los pecados debidos a la inexperiencia de los autores del proyecto.
Si, aunque no s¨®lo debidos a la inexperiencia cuanto al momento en que surge esta arquitectura dominada por un titubeante eclecticismo, acentuado por la mec¨¢nica de selecci¨®n a que todo concurso conduce, y casi obliga, mezcla de afirmaciones y consensos. Salvadas las cejas impostadas sobre las ventanas, borradas hace a?os por el vien¨¦s Loos. Lamentando que no se haya consumado el derribo ¨ªntegro de las ¨²ltimas plantas de la anterior y grosera ampliaci¨®n, tal como se recomendaba por el jurado, cabe afirmar que la nueva f¨¢brica es m¨¢s enjundiosa, como pieza urbana, que las edificiones demolidas para darle cabida y un ejercicio arquitect¨®nico muy digno, aunque no glorioso.
Dif¨ªcil de entender la complicada argumentaci¨®n sobre la falta de cortes¨ªa del Congreso para con los electores. ?A?oranzas de edificios m¨¢s simb¨®licos y can¨®nicos, en los que brille la figura de un nuevo Castelar? ?Negaci¨®n o desconocimiento de una tarea m¨¢s "oficinesca" de los actuales diputados? ?Abulia y rutina que traen causa de la ley electoral? Confuso todo ello, aunque justificable como efusi¨®n de un estado de ¨¢nimo entre decepcionado y enfadado con el momento actual de la pr¨¢ctica pol¨ªtica, pero que en modo alguno puede fundamentar una cr¨ªtica solvente del edificio ampliado del Congreso, que deber¨ªa ser m¨¢s disciplinar, renunciando a excursiones sociol¨®gicas un tanto tra¨ªdas por los pelos.
Como final. Quien esto escribe fue miembro del jurado que seleccion¨® y recomend¨® a la Mesa del Congreso el proyecto realizado y hoy ratifica su voto, teniendo en cuenta la calidad de las decenas de proyectos presentadas a concurso. Quien esto escribe fue responsable pol¨ªtico de la modificaci¨®n del Plan General que posibilit¨® esta obra, incluyendo el derribo de los "edificios protegidos", y hoy reafirma su decisi¨®n.
La gloria y la servidumbre de la arquitectura es que luna vez construida, el artefacto est¨¢ en la calle, s¨®lo y aut¨®nomo frente a las miradas de los ciudadanos. La prueba ¨²ltima residir¨¢ en su capacidad de integrarse y enriquecer o no la ciudad que lo alberga.
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