Olvidados del p¨²blico
Los compositores espa?oles contempor¨¢neos pierden su condici¨®n de estrellas
Los compositores de la generaci¨®n de los a?os cincuenta -vanguardistas entonces, maestros y acad¨¦micos hoy- ocupan con frecuencia el primer plano de la actividad cultural, pues estrenan, reciben premios m¨¢s o menos millonarios, protagonizan homenajes y conciertos monogr¨¢ficos y hasta ven editadas sus biograf¨ªas. El hombre de la calle, e inluso el asiduo a los conciertos; conoce bien los nombres de unos cuantos: Crist¨®bal Halffter, Luis de Pablo, Carmel Bernaola, Ant¨®n Garc¨ªa Abril, Claudio Prieto, Ram¨®n Barcel Leonardo Balada, Manuel Castillo y pocos m¨¢s. Conoce mucho peor sus obras y est¨¢ ajeno a lo que, en conjunto, significa la creaci¨®n musical espa?ola de nuestro tiempo.Por lo pronto existen dos datos que definen el corpus de nuestros hacedores de m¨²sica, los de esa generaci¨®n y sus sucesores: en el primero, la variedad y contraste entre ellos. "Nuestra generaci¨®n", repite Luis de Pablo, "se ha diversificado en individualidades. Cada uno hace, lo que quiere, puede y sabe". El segundo se refiere a la sustituci¨®n de los grandes nombres polares de otras ¨¦pocas -los Alb¨¦niz, los Falla-, por un n¨²mero crecido de autores capaces de mantener un elevado nivel medio de nuestra m¨²sica. Son muchos los creadores presentes con sus composicones en el ¨¢mbito internacional, y no escasos quienes reciben encargos de aqu¨ª y del extranjero, unidos a distinciones de todo g¨¦nero.
Todo ello podr¨ªa hacer suponer que tal pl¨¦yade y su producci¨®n gozan de una vigencia social que, en realidad, no se da, salvo en casos particularizados. Apuntamos hacia una cuesti¨®n largamente debatida y nunca satisfactoriamente aclarada: la incomunicaci¨®n entre los autores y el que deb¨ªa ser su p¨²blico, a pesar de que, al discurrir del tiempo, cesaron los esc¨¢ndalos de aquellos estrenos de los a?os cincuenta para trocarse, cuando menos, en respeto. Pero esto no significa asimilaci¨®n, sino otras muchas cosas. "La m¨²sica no forma parte del patrimonio musical del espa?ol medio", afirma Luis de Pablo, quien, al mismo tiempo, opina: "Para m¨ª no hay problema de comunicaci¨®n, sino de frecuencia, lugar y oportunidad de las audiciones". Por su parte, Crist¨®bal Halffter se pronuncia: "El p¨²blico ha perdido, tiene dormido o le han narcotizado el gusto por lo nuevo, que constituye uno de los atractivos m¨¢s fuertes de la experiencia musical". Cita a Ortega y Gasset, pero cuando el fil¨®sofo espa?ol opin¨® de tal manera tampoco exist¨ªa ese gusto: basta recordar las protestas de la meloman¨ªa madrile?a al conocer los valses nobles y sentimentales de Ravel, que obligaron al int¨¦rprete -Arturo Rubinstein- a bisarla al final de uno de sus recitales.
Ese fen¨®meno de incomunicaci¨®n o lent¨ªsima aceptaci¨®n de la m¨²sica actual que dura ya cinco d¨¦cadas tiene explicaciones varias: el bombardeo diario del p¨²blico con las cargas del denominado repertorio y hasta gran repertorio, ataque bien pertrechado por la industria musical; ausencias de ¨¦lites capaces de ejercer, como en otros d¨ªas, una funci¨®n orientadora, sustituida hoy por el poder de los grupos de presi¨®n. En fin, no cabe olvidar que una parcela importante de la composici¨®n contempor¨¢nea ofrece al oyente habitual m¨¢s dificultades que asideros. No han de ceder, por ello, los autores que as¨ª se comportan, pero ser¨ªa injusto cargar todo el peso de la culpa sobre las espaldas de quienes asisten a los conciertos o consumen m¨²sica en su casa a trav¨¦s de los modernos y perfeccionados medios de reproducci¨®n. Halffler demanda del p¨²blico una escucha activa y C ompulsiva: "Para m¨ª, el arte precisa, muy atinadamente: "El lenguaje musical, por s¨ª mismo, es poca cosa si no responde a un concepto profundo del pensamiento musical e intelectual del compositor". Y Garc¨ªa Abril, en su defensa de la melo d¨ªa, va m¨¢s lejos: "Despu¨¦s de tanto avance tecnol¨®gico, el en cuentro de nuestra identidad debe ser m¨¢ximo objetivo como planteamiento de un nuevo espacio sonoro en el sonoro, en el que la obra de los compositores ocupe el lugar que le corresponde en la sociedad".
El compositor se defiende ante la problem¨¢tica situaci¨®n. Se hace director de su propia obra o se acoge al paraguas de organismos y convocatorias especializa das en nueva musica, con el peligro real de recluirse en una suerte de agrupa mientos inici¨¢ticos que se convierten en verdadero apartheid. Mientras los compositores han perdido su condici¨®n de estrellas para integrar se en n¨²cleos sociales normalizados, los int¨¦rpretes ascendieron hasta Himalayas de divismo y para explotarlo se dedican, salvo honrosas, excepciones, al cultivo de lo m¨¢s conocido, aconsejados por organizadores y promotores enemigos del riesgo y convencidos de la incapacidad de los p¨²blicos, tantas veces desmentida por los hechos, para asumir ciertas ideas y expresiones que rompen con sus h¨¢bitos. Y es que, con la movilidad de artistas y orquestas y la multiplicaci¨®n de reproducciones sonoras y de imagen, el autor actual lucha nada menos que con toda la historia de la m¨²sica, algo de lo debe ser consciente.
Todav¨ªa, la panor¨¢mica de la creaci¨®n musical de nuestro pa¨ªs puede quedar da?ada y empeque?ecida a causa de la repetici¨®n de un grupo de nombres siempre citados, en tanto otros muchos pasan al anonimato del t¨¦rmino etc¨¦tera. No obstante, entre estos etc¨¦teras (creo que la denominaci¨®n se debe a Miguel Alonso), hay valores de primera con menor ¨¢nimo de autopromoci¨®n o mayor lejan¨ªa de situaci¨®n geogr¨¢fica. La mayor¨ªa de los mel¨®manos conoce, cuando menos, los rostros y los nombres de los m¨¢s citados, de los etc¨¦teras suele ignorar hasta sus nombres. Se precisa entonces un esfuerzo de informaci¨®n y una recuperaci¨®n del presente al lado de la nueva consideraci¨®n del pasado, que se da cada vez con mayor frecuencia y eficacia. Pas¨® el tiempo de las superindividualidades, cayeron los mitos: no mitifiquemos. Sepa mos descubrir, all¨ª donde se produzca, la obra bien hecha.
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