Feliz A?o Nuevo
Ya estamos en el fin de a?o y no sabemos si en el fin de una era.A diferencia de nuestros abuelos, que viv¨ªan afiliados sentimental y pol¨ªticamente a unos l¨ªderes con los que se identificaban en la adolescencia y a los que citaban 80 a?os m¨¢s tarde, a nosotros nos ha tocado vivir la era de la velocidad, de la provisionalidad, de la caducidad. Un tiempo en el que todo es desechable. Esta provisionalidad parece haber generado una ansiedad delincuente entre la clase dominante. Antiguamente, cuando el movimiento de traslaci¨®n del planeta era m¨¢s lento, y los a?os duraban 12 meses justos, las cosas se hac¨ªan de otra manera. Los adictos al r¨¦gimen sab¨ªan que una vez en el cargo iban a durar a?os y trincaban con cautela, con solera, sin aspavientos propios de atracadores y sirleros. Sin embargo, esta interinidad que asola a nuestros actuales pr¨®ceres les obliga a entrar a sac¨® en patrimonio ajeno, con el consiguiente esc¨¢ndalo pirot¨¦cnico.
Las formas cambian, los paisajes, los gustos, las ideas, las referencias, los arquetipos, los mitos. Todo pasa deprisa, se hace con prisa. Parece que frente a la era del control, en la que cualquiera puede indagar y cuestionar este sistema y a quienes lo sustentan, el hombre moderno ha inventado la prisa. Todo es posible, siempre que se haga deprisa. La velocidad es la esencia de la fuga. El ¨¦xito de cualquier golpe est¨¢ basado en correr m¨¢s que el perseguidor. Por eso, en este tiempo de la aceleraci¨®n constante, el personal se anima a cometer fechor¨ªas con m¨¢s alegr¨ªa, con m¨¢s frecuencia y, sobre todo, con, mayor descaro, porque sabe que cuando se descubra el p¨¢stel, el mundo ya no ser¨¢ el mismo. La justicia camina a una velocidad menor que el resto de las instituciones, se ha convertido en un sat¨¦lite de este planeta, ha sufrido un proceso de gemaci¨®n y navega aut¨®noma en un mar de diferente densidad.
Cuando descubren que un pol¨ªtico ha cometido una fechor¨ªa, suele estar retirado, o desempe?a un. cargo que nada tiene que ver con aquel por el que se le juzga. Cuando a un ingeniero de finanzas le acusan de haber dejado un agujero en una empresa, se trata de empresas que han desaparecido, est¨¢n en otras manos o, como es l¨®gico, se hundieron hace mucho por culpa de ese agujero. El hecho de ser juzgado por un delito cometido sobre una entidad que ya no existe, da cierto car¨¢cter atenuante a la fechor¨ªa. Por eso hay que, correr, correr, trincar, correr, correr y trincar.
Estos d¨ªas, en los que se celebra la victoria de haber sobrevivido a otro a?o, y la costumbre indica que hay que comer y beber como si fuera "el ¨²ltimo d¨ªa", yo aconsejo a mis contempor¨¢neos moderaci¨®n. Un c¨®lico puede ser fatal. Una diarrea que mantenga postrado a un individuo varios d¨ªas le puede convertir en un marginado para los restos. Cuando regrese al mundo de la bipedestaci¨®n no reconocer¨¢ el entorno, se habr¨¢ convertido en un extraterrestre. Su jefe no ser¨¢ el mismo, ni su municipio, ni su sindicato, y lo que es m¨¢s grave: tampoco su banco. Si dej¨® una gesti¨®n pendiente con el director de su sucursal es posible que para rematarla tenga que informarse del horario de visitas de Carabanchel.
La insatisfacci¨®n forma parte de nuestra esencia. Queremos estar en un sitio diferente al, que estamos, ser lo complementario de lo, que somos. Aunque parezca contradictorio, lo peor que puede sucederle a un hombre es tener raz¨®n, ver confirmadas sus teor¨ªas. El hombre moderno tiene tal cantidad de prejuicios y tan final concepto del mundo que le rodea, que lo m¨¢s grave que puede ocurrirle es levantarse una ma?ana y ver sus fantas¨ªas de pol¨ªtica-ficci¨®n confirmadas en la prensa. Despu¨¦s de pasarse anos ejerciendo de profeta en la barra de un bar y comentando a gritos que si Fulano es un trinca, y que si Zutano es un chori, ahora que esas afirmaciones se han confirmado, se han hecho oficiales, se queda con la boca abierta sin poder jactarse de su car¨¢cter visionanio, de su capacidad como analista pol¨ªtico.
La verdad golpea tanto al que miente como al que cree en ella. Es duro que nos recuerden todos los d¨ªas la p¨¦rdida de la infancia. Que nos nieguen la posibilidad de vivir en un mundo de fantas¨ªa, de gente honrada.
Por eso, a los Reyes les he pedido que no se confirmen mis sospechas.
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