Macrofiestas con trampa
Dos de los cinco grandes bailes de Nochevieja mostraron deficiencias en sus medidas de seguridad'
Un total de 25.000 j¨®venes celebraron la entrada del nuevo a?o en cinco macrofiestas -tres en la capital y dos en Legan¨¦s y Fuenlabrada- Esta eclosi¨®n festiva -que no siempre cumpli¨® todas las condiciones de seguridad fue seguida por dos redactores de este peri¨®dico. La ruta comenz¨® alrededor de la una de la madrugada en la Cruz de los Ca¨ªdos (distrito Ciudad Lineal), lugar de donde part¨ªan los autobuses hacia la primera fiesta del itinerario,, que se celebraba en el Campo de las Naciones. Ifema. La m¨²sica de salsa animaba a los 50 j¨®venes que ocupaban los asientos del autocar. Veinte minutos de viaje hasta llegar al recinto ferial. Mucho viento en la entrada. Las chicas sujetaban sus faldas -negras, en su mayor¨ªa-; ellos, las corbatas, prenda indispensable para entrar en la fiesta.El acceso era f¨¢cil. En s¨®lo unos minutos, el personal ya estaba dentro de la pista de baile. Un vigilante de seguridad custodiaba cada salida de emergencia, todas perfectamente se?alizadas y preparadas para ser utilizadas en caso de urgencia. La fiesta de lf¨¦ma contaba con los permisos del Ayuntamiento y de la Delegaci¨®n del Gobierno, que autorizaban su celebraci¨®n (v¨¦ase EL PA?S del s¨¢bado). El aforo estaba completo. Las 5.000 personas previstas, seg¨²n los organizadores, acudieron, tras pagar 6.000 pesetas en taquilla, a pasar las primeras horas de 1995. Estaci¨®n de Chamart¨ªn. Sobre las 2.30, la m¨²sica del grupo UB-40 retumbaba sobre los andenes. Ning¨²n taxi a la vista. Tampoco la polic¨ªa rondaba por la estaci¨®n de Chamart¨ªn a esas horas, a pesar de que all¨ª se celebraba una macrofiesta calificada de ilegal por el concejal de este distrito, Miguel Cantos. "Esta fiesta no tiene el permiso de la Delegaci¨®n del Gobierno. Por tanto, yo no puedo autorizarla. Esa noche habr¨¢ m¨¢s vigilancia policial y pedir¨¦ a los agentes informes sobre esta fiesta para sancionarla", asegur¨® Cantos el pasado viernes.
El acceso a la fiesta, celebrada en dos recintos, el Palacio de Exposiciones y una carpa de lona, era dif¨ªcil. Muchos j¨®venes esperaron m¨¢s de veinte minutos antes de traspasar el umbral de la puerta principal, custodiado por varios mazas, con transmisores y receptores en mano. El precio de la fiesta, 6.000 pesetas si se compraba con anticipaci¨®n y 7.000 pesetas si se adquir¨ªa el d¨ªa de Nochevieja, no aparec¨ªa impreso en la entrada. "Tienes suerte de que no te cobre 8.000 pesetas", recriminaba uno de los encargados.
. Sobre unos altavoces, varias chicas, vestidas a la ¨²ltima con zapatos de cu?a plateados, minifaldas y bodys ajustados, mov¨ªan provocativamente el pelo y las caderas. En la sala del edificio ferroviario, de unos 200 metros de largo, hab¨ªa tres salidas (en ning¨²n sitio pon¨ªa "salida de emergencia"). Otras dos salidas estaban cerradas. A trav¨¦s de una puerta lateral se acced¨ªa a la carpa, de aproximadamente unos cien metros de largo. Empujones para entrar. S¨®lo tres salidas de emergencia, una que comunicaba con los servicios y las otras dos atadas con cordeles. Los extintores y los cables de los altavoces y equipos de m¨²sica, esparcidos por el suelo.
No hab¨ªa libro de reclamaciones. "Pero si quer¨¦is os podemos dar una hoja de reclamaciones de otros locales que tenemos. De esta fiesta no tenemos. Si no est¨¢is conformes, os devolvemos el dinero", explic¨® un organizadorPalacio de Congresos. A las cuatro de la madrugada, dos. de las tres pistas de este recinto de la Castellana, previsto para albergar a unas 5.000 personas, estaban a tope. "S¨®lo quedan entradas para una sala, y son 6.500 pesetas", anunciaba la se?orita de la taquilla. "Hemos quedado aqu¨ª con unos amigos y no sabemos en qu¨¦ sala est¨¢n y no nos dejan entrar a las otras. Esto es un timo. Hemos pagado para estar aqu¨ª solos", dec¨ªan un par de chavales, que tambi¨¦n se quejaban de la falta de chicas con las que ligar. Otros j¨®venes, por el contrario, comentaban que les gustaba el ambiente.
Una ¨²nica salida de emergencia abierta, las otras estaban bloqueadas por varias vallas de seguridad. Esto no preocupaba: "La seguridad est¨¢ bien; yo he visto a uno de los encargados de la seguridad quitando a uno un porro", comentaba uno de los asistentes.
?El libro de reclamaciones? "Ahora mismo se lo traemos, tenemos que ir a buscarlo a casa del que lo organiza", espet¨® uno de los vigilantes. Acto seguido se march¨® sin dar m¨¢s respuesta. Pabell¨®n Europa. El reciente polideportivo Europa de Legan¨¦s (178.000 habitantes), inaugurado en 1994, se transform¨® en Nochevieja en una inmensa caja de resonancia que retumbaba bakalao. Casi 5.000 personas lo abarrotaban a las 5.30. En las barras, los camareros volaban. Hubo quien trabaj¨® toda la noche metiendo cubitos de hielo en vasos para mantener una eficiente cadena de montaje. Lo malo, que la macrodiscoteca pudo transformarse en una gigantesca ratonera. En todo el pabell¨®n hab¨ªa s¨®lo dos puertas abiertas, las de entrada, custodiadas por empleados atentos a que nadie se colase. En la grada izquierda -la ¨²nica habilitada al p¨²blico-, las puertas de emergencia estaban cerradas con llave y no se,, ve¨ªa ning¨²n guardia a la vista. En la misma cancha, la situaci¨®n era similar: todas las salidas se encontraban tapadas con vallas. La macrofiesta, sin embargo, fue un ¨¦xito. Los asistentes daban por bien empleadas las 6.000 pesetas de la entrada. Las aglomeraciones se produjeron en los servicios: hasta 25 minutos tuvieron que esperar las chicas. Los chicos prefer¨ªan salir al exterior y orinar en el muro de enfrente. En la parte trasera del pabell¨®n se habilit¨® un servicio m¨¦dico para atender a los que, a causa del alcohol, no se pod¨ªan tener en pie. No hab¨ªa libro de reclamaciones. "No hay porque esto no es una sala de fiestas", se excus¨® uno de los empleados. Pabell¨®n Fernando Mart¨ªn, Fuenlabrada. Los encargados de la seguridad de esta macrofiesta extremaron su celo: armados con intercomunicadores y linternas, vigilaban cualquier cosa anormal que pudiera suceder a las 5.000 personas que se api?aban dentro. Hasta hubo alguno que se paseaba por las gradas y sorprendi¨® -y reprendi¨®- a una pareja, a juicio del vigilante excesivamente efusiva. Pero las salidas de emergencia, dos en las gradas, dos en la cancha, se encontraban abiertas y bien custodiadas. Tampoco presentaron el libro de reclamaciones.
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