Guerrilla urbana en Grozni
Los defensores de la capital luchan en peque?os grupos armados de granadas antitanque
Pocos y pobremente armados, los defensores chechenos de Grozni han logrado una primera e inesperada victoria: repeler el asalto ruso. El precio, muy alto: bajas incontable! y una terrible destrucci¨®n por doquier. Decenas de carros de combate y veh¨ªculos blindados rusos jalonan reventados las zonas de lucha. La batalla ahora se ha trasladado al noroeste y al este de la ciudad. Es complicado tener una visi¨®n de conjunto. Se escuchan explosiones. Y hay disparos. Los bombardeos se han reanudado con fiereza. La artiller¨ªa y los aviones, a gran altura; han sustituido a los escarmentados carros. Atacan objetivos industriales y barriadas civiles.No hay rusos cerca del Palacio presidencial. No hay rusos en la estaci¨®n de ferrocarril, un amasijo de hierros, un cementerio de chatarra de guerra. ?stos fueron el domingo los frentes de una guerra cruel. Ahora est¨¢n en manos chechenas, pero bajo el fuego ruso. Esa era la situaci¨®n en la tarde del lunes. Se mantiene la incertidumbre de si el Ej¨¦rcito de Mosc¨², unos 10.000 hombres reforzados, ser¨¢n capaces finalmente de tomar la capital chechena. De lo que no hay duda es de que el domingo y el lunes sufrieron un terrible rev¨¦s.
Los defensores de Grozni luchan en peque?os grupos, casi como guerrillas urbanas. Pululan equipados con granadas antitanque y armas cortas. As¨ª, de improviso, lograron sorprender a los blindados rusos, quebrando sus columnas, aislando a sus unidades que, perdidas por calles desconocidas, se transformaron en blancos f¨¢ciles para los chechenos. ".Nos perdimos", dice Volodya, un t¨¢nquista ruso que apenas alcanza los 20 a?os y cuya unidad fue aplastada. "No sab¨ªamos a d¨®nde ir. Quer¨ªamos regresar, pero no dej¨¢bamos de dar vueltas en c¨ªrculo".
"?Di la verdad!"
Volodya es hoy un prisionero de guerra. Su carro de combate recibi¨® un impacto y comenz¨® a arder como una pira. "Saltamos fuera", exclama, "y empezamos a correr en todas las direcciones". Adam, un checheno de 29 a?os, mantiene ufano que sus hombres y ¨¦l capturaron a Volodya. "Nos rendimos", dice el ruso, "porque nos prometieron que no nos har¨ªan da?o", Volodya relata su historia de modo parsimonioso en una habitaci¨®n, rodeado de un pu?ado de luchadores chechenos armados. Uno de ellos le espeta enfadado, a gritos: "?D¨ª la verdad! ?D¨ª que disparaste contra gente inocente!" Los Chechenos mantienen que el carro de combate de Volodya abri¨® fuego contra una casa antes. de acabar manirroto, matando a un hombre. Un civil. "Yo no s¨¦ nada de eso", replica el tanquista ruso, quien, aduce que en ese momento no estaba a los mandos del carro.
Hace fr¨ªo. Mucho fr¨ªo. Algunas calles est¨¢n cubiertas de una fina capa de hielo. Por tercer d¨ªa consecutivo, Grozni se asemeja a una desorientada pesadilla. Hay, niebla y humo. Huele a goma y_a cad¨¢ver. En una c¨¦ntrica plaza, en medio de cascotes irreconocibles, una joven mujer, cansada de huir a ninguna parte, est¨¢ sentada en un banco, tocada de un, abrigo y una capa. A unas decena de metros sobresale un ob¨²s sin explotar.
Anatoly Shabad es uno de los diputados rusos que han decidido permanecer en Grozni, alternando horas de refugio con otras de curiosidad. Antiguo aliado del presidente Yeltsin, define lo sucedido aqu¨ª como un "completo desastre militar para el Ej¨¦rcito ruso". Shabad dice haber con tabilizado 30 carros de combate destruidos. "Eso quiere decir que hay 150 rusos muertos o detenidos... aunque la cifra real puede ser cuatro veces superior".
El diputado cree que la clave del desastre es la desmoralizaci¨®n de las tropas rusas, que se hallan desorientadas. "No conocen las carreteras de aqu¨ª, no entienden cu¨¢l es su misi¨®n". Y lo peor en el futuro es que nadie se lo va a poder explicar.
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