La hipocres¨ªa confortable
Lo que se ha escrito y escribe sobre los GAL podr¨ªa ocupar varias estanter¨ªas de una biblioteca. Si a ello se a?ade la transcripci¨®n (le lo que se ha hablado y se habla, el espacio requerido para el archivo puede ser de lujo. Muchos escriben en contra; otros, veladamente a favor; bastantes intentan, aunque est¨¦n en contra, atribuir lo ocurrido al sector de lo injusto explicable, o razonable; tambi¨¦n los hay que no necesario que no comparten estos puntos de vista, pero est¨¢n inclinados a mirar a otra parte, y, desde luego, los que no est¨¢n dispuestos a distraer su mirada por territorios adyacentes y quieren que se aclare todo, hasta el final, y caiga quien caiga.Pues bien entre tanta literatura (casi siempre detestable), yo no conozco ning¨²n producto que mantenga la convicci¨®n rotunda de que los GAL no fueron organizados y financiados desde alg¨²n lugar del poder pol¨ªtico. Eso se da, siempre, en cuanto yo conozco, por supuesto, aunque se trate de los m¨¢s indignados atacantes del juez que investiga, o de los m¨¢s obvios defensores de la raz¨®n de Estado; precisamente la invocaci¨®n de la. raz¨®n de Estado es la m¨¢s palmaria confesi¨®n de esa profunda convicci¨®n, pues ?a santo de qu¨¦ se invocar¨ªa la raz¨®n de Estado si el Estado no estuviera metido en el asunto? El vengador privado podr¨¢ invocar el patriotismo, o la raz¨®n moral que le asiste para la fechor¨ªa, pero no la raz¨®n de Estado, que es cosa que se invoca, siempre, para explicar una acci¨®n de Estado. Y hasta el m¨¢s alto responsable p¨²blico, entre los que han hablado de este asunto, hace alg¨²n tiempo dijo, con frase precisa, que "nunca se podr¨ªa demostrar" la intervenci¨®n del Estado; habl¨® de pruebas, pero no de la sustancia, lo que es de agradecer, ya que la expresi¨®n reconoc¨ªa cierta capacidad de discernimiento de la ciudadan¨ªa. Y, m¨¢s recientemente, el ministro actual del ramo ha dicho que ¨¦l no es partidario del sistema, pero que no le han dejado pruebas encima de la mesa. Pruebas, siempre pruebas.
Sucede que, a ciertos efectos, la convicci¨®n no basta, hacen falta pruebas; desde luego, a efectos judiciales; pero ?tambi¨¦n a efectos pol¨ªticos? Pues depende, las consecuencias pol¨ªticas de los hechos son ya, para algunos, resultado obligado de la convicci¨®n general; para otros, no: aunque las fechor¨ªas se prueben, la raz¨®n de Estado debe prevalecer. El problema es que entre esos extremos hay mucha gente que, partiendo de la convicci¨®n, ampara su criterio de momento pol¨ªticamente abstencionista en la falta de pruebas. Creen en la raz¨®n de Estado, pero sin desfachatez; est¨¢n dispuestos a ser razonablemente hip¨®critas, pero siempre que no se lo pongan muy dif¨ªcil, o casi imposible; est¨¢n dispuestos a ser hip¨®critas, pero no a pasar por idiotas; antes que aparentarlo, se recupera la moral, digamos, m¨¢s estricta.
El asunto se ha salido de las manos que lo controlaban; los pol¨ªticos que actuaron, si actuaron, ya no son los due?os de la cuesti¨®n, y para salvar la cara de una manera compatible con la hipocres¨ªa que mucha, much¨ªsima gente, est¨¢ dispuesta a aceptar, dependen de terceros; el poder judicial, y algunos cabos sueltos.
Pero la gente que est¨¢ dispuesta a ser hip¨®crita, y que al parecer es la razonable mayor¨ªa, aguanta mal que le tengan con el alma' en vilo, corriendo el riesgo de tener que indignarse de verdad, porque puede haber un punto en el que la hipocres¨ªa exija incomodidad moral excesiva. Y mientras tanto se inquietan. Porque los que gobiernan pierden capacidad de dar la seguridad que les confirme en la hipocres¨ªa.
?Se puede vivir mucho tiempo en esta situaci¨®n? Se puede, en ¨¦sta y en peores. Pero es una mala situaci¨®n. Y cada cual, quiz¨¢, habr¨¢ de sopesar la esperanza de que se confirme la posibilidad de razonable hipocres¨ªa cada vez m¨¢s dif¨ªcil de alcanzar, y el riesgo de que se produzca la demostraci¨®n tan temida o deseada; aguantar o resolver, he ah¨ª el problema; decidir, o dejar que decidan jueces y cabos sueltos; gobernar anticip¨¢ndose, o dar paso a los jueces, que son los que a partir de ese momento asumen una funci¨®n de dar seguridad; los jueces empiezan a gobernar Cuando los gobernantes no lo hacen; y gobernar es, entre otras cosas, dar seguridad de todo tipo, y descargo moral, porque la gente que est¨¢ dispuesta a ser condescendiente con. la suciedad estima que paga para que la suciedad quede bajo control de los que, en su caso, la producen, pero de ninguna manera admite que les salpique.
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