El escote de su bata
Este Madrid, en el que podemos morir de un tiro en Nochevieja, es el mismo desde el que Barrionuevo dispara metralla verbal contra Garz¨®n amparado en su condici¨®n de diputado. Este Madrid, en el que los ediles hacen de Reyes Magos, es el mismo que contempla la cabalgata de los ex consejeros de Banesto, que suele acabar en Alcal¨¢-Meco. Este Madrid de las rebajas es tambi¨¦n el Madrid de los peritos caligr¨¢ficos de Sancrist¨®bal. Aqu¨ª cantan Amedo, y Serrat, y estrena Charo L¨®pez, y presenta Aute su ¨²ltimo trabajo. Aqu¨ª la nueva ley de alquileres adquiere un significado especial porque es una ciudad llena de inquilinos y caseros irreconciliables. Aqu¨ª hay una huelga intermitente de metro y autobuses que ya no desespera a nadie, porque lo importante no es moverse entre Canillejas y ?pera, sino entre Madrid y Barcelona. Aqu¨ª hiela como en cualquier pa¨ªs centroeuropeo, pero rara vez vemos la nieve en nuestras calles. Aqu¨ª un DNI te cuesta 750 pesetas, con las que los guardias se toman unas ca?as. Aqu¨ª las prostitutas llevan lo puesto debajo del abrigo y tres grados bajo cero en la Castellana.Aqu¨ª hay gente que durante a?os no ha hecho otro trayecto que el de su casa al trabajo y viceversa. Aqu¨ª las casas comienzan a ventilarse a las nueve y diez. Si sales a la calle a las nueve y diez de la ma?ana, puedes ver detr¨¢s de cada ventana un cuerpo envuelto en una bata verde o azul, o en una bata rosa; luego, una mano abre la ventana y el cuerpo permanece durante unos segundos contemplando el vac¨ªo. Elevan lo puesto esos cuerpos debajo de la bata y tres grados bajo cero entre las ingles. Aqu¨ª los parados pasan por el ambulatorio a coger la receta contra la depresi¨®n antes de comprar el pan, y despu¨¦s se meten en la cama. Aqu¨ª se enamora la gente, al ir o al venir de la oficina, y cada tres minutos se comete un adulterio.
Aqu¨ª est¨¢n los juzgados de plaza de Castilla, famosos en Wall Street, y las Torres de Europa y las oficinas centrales de Hacienda. Aqu¨ª est¨¢n todos los ministerios de Espa?a, todos, desde el del Ej¨¦rcito hasta el de Comercio, pasando por el de Cultura y el de Sanidad. Aqu¨ª est¨¢ Galer¨ªas Preciados viajando de una mano a otra como la hero¨ªna o la coca, cada vez m¨¢s cortada, m¨¢s recortada, m¨¢s adulterada, en fin, enriqueciendo a los Cisneros y arruinando a los vendedores al por menor.
Aqu¨ª viven el presidente del Gobierno y el Rey, y Aznar y Anguita y Leguina. Hasta el alcalde de Madrid, ?lvarez del Manzano, vive en esta ciudad por la que usted y yo hemos deambulado m¨¢s de una vez en busca de una farmacia de guardia. ?C¨®mo va, por cierto, la otitis de su ni?o? Aqu¨ª vive Belloch sus ¨²ltimos d¨ªas de gloria ef¨ªmera, de ¨¢guila bic¨¦fala, sus ¨²ltimas jornadas de duro de pel¨ªcula. Parece ya un Clint Eastwood devaluado, insolvente, inveros¨ªmil. Es un Belloch de cart¨®n piedra (nada que ver con aquel juez para la democracia de Bilbao), que no sabe, no contesta, y tiene que mirar hacia otro lado cuando IU le pregunta lo que le pregunta.
Aqu¨ª parece que va a pasar algo todo el rato, pero no pasa nunca nada, aunque nos quedemos sin transporte interurbano o reviente la tuber¨ªa del gas. Aqu¨ª no pasa nunca nada porque toda esta concentraci¨®n de cosas y personas en un espacio limitado es imposible. As¨ª que es mentira todo, usted y yo somos mentira, y tambi¨¦n esa mujer envuelta en una bata blanca que ahora abre la ventana para ventilar el dormitorio. A lo mejor esa mujer es usted misma; tiene ojeras por culpa de la otitis de su ni?o y se dispone a airear la casa en este mismo instante en el que yo estoy a punto de decir que aqu¨ª s¨®lo sucede algo notable cuando usted sale a su balc¨®n, dos grados bajo cero, y al sacudir la alfombra se le abre el escote de la bata. Buenos d¨ªas.
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