?Oh, my god!
Se sabe desde el primer hervor del hombre que la pregunta es un m¨¦todo de conocimiento fundamental. De ah¨ª que las dictaduras la proh¨ªban y de ah¨ª que en los rigurosos protocolos reales se anote la imposibilidad de dirigir preguntas al monarca. La pregunta es uno de los instrumentos fundamentales de la polic¨ªa y, por supuesto, de los jueces. La pregunta est¨¢ en la ra¨ªz del arte. Y, desde luego, el periodismo es poco m¨¢s que preguntas. El periodismo evita hacer preguntas de respuesta obvia, de ¨¦sas que in vari¨¢blemente favorecen una res puesta encabezada por: "Me alegra que usted me haga esa pregunta". Para saber, estrictamente para saber, no cabe preguntar a Felipe Gonz¨¢lez, por ejemplo: "Se?or Felipe Gonz¨¢lez, ?organiz¨® usted el GAL?". Esa pregunta s¨®lo tiene una respuesta posible y las preguntas de ese tipo no son" en puridad, preguntas.Cuando I?aki Gabilondo pregunt¨® eso a Felipe Gonz¨¢lez, todo el mundo supo enseguida que aquello no era estrictamente una entre vista. Que aquello ni siquiera ten¨ªa que ver con la pol¨ªtica. Que aquello, en fin, era un psicodrama. Un psicodrama favorecido por el medio televisivo donde se produc¨ªa. Un psicodrama donde el especialista, a trav¨¦s de la pactada violencia de su m¨¦todo, suger¨ªa a su paciente la interpretaci¨®n de un papel concreto: el papel de un hombre injustamente acusado de cosas horribles. El paciente, con toda modosidad, se prest¨® a ello. Parece mentira, pero, se prest¨® a semejante ret¨®rica de la persuasi¨®n. Se merece, pues, lo que no ha tardado en llegarle: el mazazo demosc¨®pico. La mayor¨ªa de espa?oles no le cree. Se lo merece por haber abandonado la pol¨ªtica en brazos de la teolog¨ªa. Se lo merece por haberse cre¨ªdo, ?santo cielo!, lo que el ap¨®stol Benegas le llamara: "Dios", nada menos.
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