Lecciones de supervivencia
Su¨¢rez: "Nunca me preocup¨¦ por permanecer en el poder"
Jordi Pujol ense?¨® ayer a quien lo hubiera olvidado que Adolfo Su¨¢rez no dej¨® escrita una p¨¢gina para la historia, y s¨®lo para los historiadores, sino una lecci¨®n viva que requiere ser recordada cada d¨ªa y aprendida incluso como ¨¦l la aprendi¨®: con el dolor que entra?an las cr¨ªticas injustas, las embestidas furiosas. Y luego, ser capaz no ya de olvidarlas, que ser¨ªa est¨¦ril, sino de comportarse como si se hubieran olvidado, que es lo que tiene m¨¦rito. Sofocar la pasi¨®n que encienden los agravios, y reservar el br¨ªo para percibir con lucidez cuales son en cada momento los intereses generales.El presidente de la Generalitat afirm¨® con sinceridad que quiz¨¢ hasta que todos los pol¨ªticos no pasen por la amargura de sufrir la cr¨ªtica despiadada no se llege "al nivel necesario para que la gente se entienda" con el civismo y la tolerancia con que es necesario entenderse.
Era una advertencia para quienes creen que pueden llegar al poder a todas costa, y que en ese camino se exponen a incurrir en el sectarismo, en las injusticias y en los errores que ahora reconocen, m¨¢s de 10 a?os despu¨¦s, quienes arremetieron contra Su¨¢rez. Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, ministro de la Presidencia; Joaqu¨ªn Leguina, presidente de la Comunidad de Madrid, y Txiki Benegas, secretario de relaciones pol¨ªticas del PSOE, escuchaban sin parpadear.
La lecci¨®n. magistral dejada por Su¨¢rez no es una ense?anza que ¨¦l aprendiera con agrado. Se resisti¨® hasta el ¨²ltimo momento a que los espa?oles le convirtieran en un retrato colgado en la galer¨ªa de hombres ilustres. Se negaba a quedar reducido, en contra de su propia voluntad. y ambici¨®n, a una estatua admirable:
Luego, cuando los votos le dieron lo, espalda, pas¨® a sentir que los espa?oles le hab¨ªan dado la jubilaci¨®n. Ayer mismo lo repiti¨®: "Soy un jubilado de la pol¨ªtica", se escud¨® para no dar la m¨¢s m¨ªnima opini¨®n sobre la vida p¨²blica cuando le recabaron declaraciones los periodistas.
Pero anoche, Pujol puso las cosas en sus justos t¨¦rminos: la figura de Su¨¢rez adquiere m¨¢s relieve sobre el fondo del panorama actual.
El propio Su¨¢rez hizo unas escuetas reflexiones que emergieron, suave pero n¨ªtidamente, sobre el ruido de la refriega pol¨ªtica. "Nunca me preocup¨¦ por permanecer en el poder", afirm¨®. "La estrategia debe estar siempre al servicio de los ideales, y no a la inversa", proclam¨®. Y advirti¨®: "El tiempo puede hacernos olvidar lo que queremos conseguir y el acierto del que partimos. No conviene olvidar los valores fundacionales, el convencimiento en vez de la imposici¨®n..."
El presidente de los gobiernos que condujeron la transici¨®n desde el poder quiso recordar, y enfatizar, que aquella fue una empresa com¨²n. Y eso le dio luego pie a Pujol a defender que ninguna empresa importante prospera si falta "fibra s¨®lida". La "robusta buena voluntad" que hizo f¨¦rtil la transici¨®n, en medio de un camino que no era de rosas, seg¨²n se encarg¨® de recordar el propio Adolfo Su¨¢rez.
Le escuchaban ton atenci¨®n numerosos ministros de sus gobiernos, numerosas personalidades p¨²blicas. Desde Manuel Guti¨¦rrez Mellado, a quien Pujol agradeci¨® expresamente su decisiva. ayuda para lograr el respeto a la personalidad pol¨ªtica de Catalu?a, hasta F¨¦lix Pons, presidente de las Cortes; desde Miquel Roca y el director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza -que ensalz¨® los m¨¦ritos de Su¨¢rez para obtener el premio a Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren y Pere Gimferrer.
Cuando le aplaudieron, larga y c¨¢lidamente, Su¨¢rez volvi¨® a ense?ar esa sonrisa de seductor simp¨¢tico que mostraba el labio inferior levemente mordido por la dentadura superior.
Pero lejos de los, focos, de los apretones de manos, de los elogios postreros, Adolfo Su¨¢rez sobrelleva una secreta tristeza: las recomendaciones, las ideas, los consejos que ¨¦l da en privado, porque se lo piden, luego no tienen la plasmaci¨®n que cabr¨ªa esperar en la vida p¨²blica.
La batalla pol¨ªtica no deja a sus protagonistas asumir el sosiego (le los valores que echan en falta. Su¨¢rez cree que esos valores son todav¨ªa necesarios y asequibles para ser recuperados. Pero renuncia a levantar lo m¨¢s m¨ªnimo la voz, como un catedr¨¢tico que ha acatado con resignaci¨®n y entereza una jubilaci¨®n anticipada.
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