Contra la inteligencia
La reciente publicaci¨®n en Estados Unidos de un pol¨¦mico libro sobre la inteligencia humana, The bell curve, ha originado un intenso debate sobre un asunto muy discutido en las ¨²ltimas d¨¦cadas: la influencia del medi¨® ambiente y de la herencia gen¨¦tica en la calidad de los individuos. En este caso concreto, en su calidad intelectual. Dos prestigiosos y afamados investigadores, el soci¨®logo Charles Murray y el psic¨®logo Richard Herrnstein, ofrecen en ese libro un detallado informe, supuestamente cient¨ªfico, cuya primera conclusi¨®n es la siguiente, los negros (al menos los estadounidenses) son menos inteligentes que los blancos. La segunda conclusi¨®n se extrae f¨¢cil y est¨²pidamente a partir de la primera: puesto que en Estados Unidos la poblaci¨®n negra es mayoritariamente pobre, se nos hace comprender que los pobres son pobres porque son tontos. Y que nunca llegar¨¢n a ser ricos.La idea de la herencia gen¨¦tica ha convivido desde lejos con los hombres. Ella ha justificado, adem¨¢s de algunas de las razones en las que se basan los racismos, la persistencia de la nobleza, las monarqu¨ªas hereditarias. y, en las clases menos poderosas, la existencia de familias dedicadas a una u otra profesi¨®n, campo de la actividad o del saber: "Lo lleva en la sangre" es una frase de sobra conocida de todos, para aludir a vocaciones y comportamientos de todo tipo. Pero ese concepto de herencia de sangre se ha visto siempre matizado por otras creencias. Las dos ideas b¨¢sicas en Occidente en tomo a la complejidad del ser humano, a la delicada relaci¨®n entre lo material y lo espiritual, lo externo y lo interno, aspiran a la liberaci¨®n del individuo del peso ¨²nico de la sangre: tanto el alma cristiana trascendente como la moderna psicolog¨ªa confieren al ser humano un doble valor de fragilidad y de libertad de elecci¨®n en la b¨²squeda de la salvaci¨®n.
La propia biolog¨ªa cuenta entre sus axiomas b¨¢sicos con uno imprescindible para la actual comprensi¨®n del. ser, aquel que sostiene que el fenotipo (la manifestaci¨®n externa o visible de la informaci¨®n gen¨¦tica con la que todos nacemos, o genotipo) es igual a una interacci¨®n entre el genotipo y las influencias del medio ambiente. Rigurosos estudios gen¨¦ticos por ejemplo, en gemelos homozigotos criados en familias diferentes han confirmado siempre esa afirmaci¨®n. Incluso un cient¨ªfico totalmente convencido de que no existe nada en nuestro cerebro que no sean reacciones fisicas y qu¨ªmicas, el neurobi¨®logo Francis Crick (premio Nobel de Medicina por su descubrimiento de la estructura molecular del ADN), se atreve a afirmar en su reciente libro La b¨²squeda cient¨ªfica del alma lo siguiente: "Hoy sabemos que el cerebro, al nacer, no es una t¨¢bula rasa, sino una elaborada, estructura con muchas de sus piezas ya instaladas. La experiencia sintoniza entonces con este aparato, listo pero sin desbastar, hasta conseguir realizar un trabajo de precisi¨®n. ( ... ) As¨ª, el cerebro maduro es producto tanto de la naturaleza como de la educaci¨®n".
Alrededor de esas ideas vertebrales, la civilizaci¨®n occidental ha ido elaborando, en un lento proceso de pensamiento acelerado desde el siglo XVIII, dos conceptos b¨¢sicos en nuestro mundo, actual y ligados indisolublemente a la idea de democracia: libertad del individuo y cultura. El ser humano es -debe ser- un ser libre, que se desarrolla en un entorno determinado -el de los usos y normas de la cultura en sus diferentes sustratos-, que influye sobre ¨¦l y sobre el que ¨¦l, a su vez, puede influir. Esos dos Conceptos entrelazados est¨¢n en la base del inter¨¦s occidental por la educaci¨®n obligatoria e igualitaria: demos a todos la oportunidad de desarrollar sus capacidades intelectuales y creativas, sea cual sea su origen. Ayudemos a aquellos que no tienen recursos suficientes para llegar al m¨¢ximo nivel posible de su capacidad. Estas ideas no s¨®lo han supuesto un enorme avance en la historia de la humanidad en lo referente a los derechos humanos, sino que han provocado un agitado proceso de dinamismo, social que est¨¢ en la base de la existencia de: nuestras democracias occidentales.
El libro de Murray y, Herrnstein conduce al polo opuesto: puesto que no hay posibilidad de mejora para los m¨¢s pobres pues s¨ª lo son no es por razones sociales, sino por su propia limitaci¨®n biol¨®gica-, abandon¨¦moslos a su suerte. Dejemos de gastar en ellos dinero, pues ese dinero no sirve para nada; no estamos invirtiendo, sino tirando.
Acabemos con el gast¨® social. Es m¨¢s, ?por qu¨¦ no habr¨ªamos de planteamos la esterilizaci¨®n de gentes que s¨®lo aportan a la humanidad miseria, estulticia y delincuencia? Todas estas propuestas est¨¢n recogidas, , de forma m¨¢s o menos directa, en ese libro sustentado en pruebas de inteligencia supuestamente cient¨ªficas, pero que desde hace muchos a?os vienen siendo discutidas y refutadas por muchos investiga dores.
Las investigaciones gen¨¦ticas, abordadas con fiero ardor por los nazis -?qui¨¦n no recuerda al doctor Mengele estudiando como - si de plantas se tratasen a muchos de los jud¨ªos detenidos en los campos de exterminio? y aceleradas en el curso de las ¨²ltimas d¨¦cadas, han puesto un arma eficaz y letal en manos de muchos enemigos de la libertad. Hace apenas dos a?os, otro investigador estadounidense, arropado igualmente por estudios pretendidamente cient¨ªficos, trat¨® de demostrar que la homosexualidad era una "tara" gen¨¦tica. De aqu¨ª en adelante, podemos te memos que se produzcan nuevos y abundantes descubrimientos de este tipo, y que las conclusiones para algunos sean deslumbran tes: curemos a los homosexuales, impidamos que nazcan los ton tos, maternos a los delincuentes para que no esparzan la semilla del mal por- la sangre de sus descendientes... La ciencia, ya se sabe, no tiene ideolog¨ªa. Sin embargo, las ideolog¨ªas han respaldado unas veces, impedido otras, las investigaciones cient¨ªficas. Acabamos de referirnos a la bomba at¨®mica, patrocinada por las dos grandes potencias para servir a sus respectivos intereses (mortales) y a los estudios de los nazis, destinados a demostrar la inferioridad de otras razas respecto a la aria y a permitir la mejora de ¨¦sta. En sentido contrario, podr¨ªamos recordar a Gal¨ªleo, paradigma del descubridor perseguido y silenciado por el poder, pues su descubrimiento-intuici¨®n pon¨ªa en peligro algunas de las bases sobre las que ese poder se sustentaba.
La ciencia no tiene ¨¦tica. Pero las consecuencias de sus descubrimientos afectan muchas veces a la ¨¦tica. Baste recordar el enorme revulsivo que supuso la utilizaci¨®n de la bomba at¨®mica en Hiroshima. Antes de eso, un buen pu?ado de cient¨ªficos, hombres de cabeza y coraz¨®n intachable, se hab¨ªan entregado con pasi¨®n a una tarea de investigaci¨®n que conllevar¨ªa la muerte para centenares de miles de personas. Algunos tuvieron que irse. Muchos son los que creen, desde entonces, que hay que poner l¨ªmites ¨¦tico-jur¨ªdicos a la investigaci¨®n. Y el terreno de la gen¨¦tica, por sus consecuencias inmediatas y directas sobre la vida de los seres humanos, es precisamente uno de los campos cient¨ªficos que est¨¢ dando lugar a discusiones apasionadas y fundamentales, hasta el punto de que ha sido preciso inventar un nuevo t¨¦rmino, la bio¨¦tica, para denominar a esa compleja red de cuestiones a las que la ciencia tambi¨¦n debe responder.
No, la ciencia no calibra las consecuencias de sus actos. Sin embargo, los grandes descubrimientos cient¨ªficos, aquellos que realmente han marcado y trans formado la historia de la humanidad, nos han hecho profundizar en el consolador camino del humanismo: Galileo y Cop¨¦rnico haci¨¦ndonos entender que el sol no giraba alrededor de la tierra, Darwin demostr¨¢ndonos que nuestro origen era semejante y com¨²n al del resto de las especies, los modernos cient¨ªficos poniendo de relieve la existencia del tiempo profundo, ese oscuro e inmenso t¨²nel de vida en el que la humanidad,ocupa tan s¨®lo algunos metros, nos han hecho comprender que el hombre es un ser fr¨¢gil, diminuto compa?ero de las estrellas, un ser digno de solidaridad, cuidados y piedad. ?se es el verdadero humanismo: no la exaltaci¨®n del hombre por encima de todo, sino la preocupaci¨®n por el hombre. Las investigaciones gen¨¦ticas, manipuladas ideol¨®gicamente, pueden conducir al camino contrario. Es ¨¦se un peligro sobre el que todos los hombres libres deber¨ªan estar alertados.
Dudo mucho, sin, embargo, que a Herrnstein y Murray les hayan preocupado esas perniciosas consecuencias de su trabajo. Muy al contrario, su libro es, conscientemente, un perfecto ejemplo de manipulaci¨®n pol¨ªtica de la investigaci¨®n, una descarada utilizaci¨®n de datos seudocient¨ªficos para hacer la apolog¨ªa de un neoliberalismo de la peor especie. Todo eso lo convierte en un escupitajo a la cara de los seres humanos m¨¢s desprotegidos, y de aquellos otros que, a pesar de vivir en situaci¨®n de privilegio, a¨²n creen en la libertad, la igualdad y la solidaridad. Intelectualmente, ese libro inmundo sobre la inteligencia es tambi¨¦n un escupitajo a la cara de la historia (y de la inteligencia), sus autores parecen haber olvidado que los dos ¨²ltimos siglos han visto en todo el mundo occidental el imparable proceso de acceso al poder de individuos provenientes de las clases sociales m¨¢s desprotegidas. Y, a la vez, la desaparici¨®n de los n¨²cleos de influencia cultural, pol¨ªtica y econ¨®mica de la mayor parte de aquellos que durante siglos construyeron su existencia sobre el dominio de los pobres, o sea, de los tontos. Murray y Herrnstein se han olvidado de la historia de su propio pa¨ªs, una tierra poblada por millones de seres provinientes de la miseria y el analfabetismo, que han ido construyendo una de las naciones de mayor dinamismo social, capaz de romper en su momento el yugo que la ataba a los poderosos europeos los de siempre- y liberarse, liberando a cada individuo, del injusto predeterminismo social. ?Van a negarnos ahora su propia historia? Si es asi, que nos lo explique su ciencia, tan blancamente inteligente.
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