El recuerdo de mi abuelo el alcalde
Mi abuelo muri¨® cuando yo ten¨ªa cinco anos, y siempre me ha acompa?ado el recuerdo de su persona entra?able, profundamente humana. Mi abuela me habl¨® de su historia de lucha, amor y b¨²squeda de la libertad y la justicia. Acept¨® ser alcalde de Madrid en el a?o 1937, cerca del ocaso amargo de la Espa?a republicana, sucediendo en el cargo a Pedro Rico, quien, con la perspectiva de la guerra perdida, busc¨® el exilio.
Mi abuelo tambi¨¦n sab¨ªa que era el fin de una ¨¦poca, que su ciudad libre iba a ser brutalmente encadenada, pero ello no le impidi¨® mantenerse hasta el ¨²ltimo momento en un barco que otros fueron abandonando -postura tambi¨¦n leg¨ªtima- algunos de ellos fueron recibidos como h¨¦roes a?os despu¨¦s).
Cuando acab¨® la guerra, mi abuelo fue encarcelado y condenado a muerte por el r¨¦gimen franquista.
Gracias a la ayuda del Partido Socialista de B¨¦lgica, de la Embajada brit¨¢nica, as¨ª como de otras muchas personas entre ellas religiosos y religiosas a quienes ¨¦l protegi¨® del fanatismo rojo (lleve el color que lleve el fanatismo es inadmisible), le fue conmutada la pena de muerte, aunque pas¨® siete a?os en la c¨¢rcel.
Siempre pens¨¦ que era desleal no haberle recordado por el partido socialista, del que ¨¦l formaba parte, ni por el siguiente alcalde socialista tras ¨¦l, Enrique Tierno Galv¨¢n, a quien admiro mucho.
De cualquier modo, la historia tiene un cierto componente caprichoso, y a m¨ª me bastaba su recuerdo luminoso. Pero lo que no voy a tolerar son las palabras falsas, fr¨ªvolas y da?inas del se?or Germ¨¢n Lopezarias, quien en una entrevista (El Pa¨ªs Madrid, 3 de enero de 1995) se permite calificar a mi abuelo: "El m¨¢s desastroso fue Henche de la Plaza, porque ten¨ªa que haber entregado la ciudad y lo que hizo fue huir". (Su erudici¨®n es tan pobre que ni siquiera conoce bien el nombre de mi abuelo, que se llamaba Rafael Henche de la Plata).
Creo que su opini¨®n, basada en la ignorancia irresponsable (mi abuelo no huy¨®, aunque pudo hacerlo), y los juicios de valor ofensivos, moralmente inaceptables e inconsistentes, trata de enturbiar la memoria de una persona buena, honrada y con ideales, que est¨¢ muerta y no puede responder.
Yo no puedo, dejar de expresar mi dolor y mi repulsa ante esta opini¨®n, as¨ª como mi tristeza por el silencio del que fuera su partido.
Pido una restituci¨®n de la memoria limpia, digna, de lucha por los valores humanos de lealtad, justicia, libertad, igualdad, ayuda, entrega y respeto a todas las personas, con independencia de su credo, que me ha legado mi abuelo.-
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