El Ej¨¦rcito ruso refuerza su ofensiva con armas y soIdados y vuelve a bombardear las calles de Grozni
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A Grozni, la mala hora le llega en forma de granada de ob¨²s al menos una vez por minuto. Las explosiones rifan el eco alrededor de la plaza de Minutka, un espacio abierto queoculta su belleza perdida entre docenas de casas reventadas, ennegrecidas por un gas que arde solo, herido por la metralla. Sobre la nieve malviven cristales diminutos, metales retorcidos, bombas usadas e intactas, chatarrairreconocible... Basura de guerra. La artiller¨ªa rusa, reforzada con nuevas unidades, volvi¨® a batir ayer toda esta ¨¢rea con mimo profesional. En el barrio de Karpinski, en el suroeste, hubo, tambi¨¦n raci¨®n de miedo.
A lo largo del r¨ªo Sunja, que es el nuevo frente desde el abandono checheno del desmenuzado palacio presidencial, la lucha es intensa. En los dos d¨ªas anteriores, la gente aprovech¨® para enterrar los muertos, reconocer a los vivos y repartirse ¨¢nimo. Eso ya acab¨®. EI ej¨¦rcito ruso reforz¨® ayer su dispositivo b¨¦lico en Grozni con tropas, veh¨ªculos blindados y ca?ones. En el refugio de Olga, una mujer de 80 a?os, no hay calefacci¨®n, ni agua. Ella hierve sobre cualquier brasa la nieve que recoge a pu?ados cada d¨ªa. Lleva 70 a?os en Grozni y se niega a abandonar su hogar. Enfrente, m¨¢s al norte de la plaza, y bajo unos balcones que parecen arrancados de cuajo por un gigante, Valentina, una cincuentona que aparenta dos siglos, mete entre lloros toda su vida en un hatillo de flores gastadas. All¨ª le entra una s¨¢bana, una manta, una cama plegable de hierros y algo de ropa. La plusval¨ªa de a?os de trabajo y sufrimiento se muda lejos del frente, de las bombas. A casa de unos parientes.
Los milicianos chechenos pasan de un lado a otro, armados de Kal¨¢shnikov, ametralladoras, lanzagranadas o simples pistolas. Van y vienen a ajenos a las Valentinas que se afanan Por espantar a la muerte.
Los combatientes chechenos de Grozni luchan en grupos. Se encargan de zonas. All¨ª, plantan un no pasar¨¢n y no pasa nadie. Alic vuelve al frente tras sacar a una hermana del infierno de la capital. Combate junto con otros 13 hombres. "Antes ¨¦ramos 24". Heridos y muertos han diezmado la unidad. Dice que poseen seis lanzagranadas, tres ametrallaoras y varios Kal¨¢shnikov. Cuando se acaba un tipo de munici¨®n se la piden a otro grupo que le sobra. Como cromos de futbolistas.
La moral de los combatientes chechenos parece muy alta. Aun que el fr¨ªo es intens¨ªsimo -ayer 15 bajo cero- y no hay mucha comida. Algunos llevan una hogaza agarrada junto al arma y la desmigan con fruici¨®n. El pan viene de las aldeas situadas m¨¢s al sur. Es pan de guerra. Ellos, los luchadores, tienen la prioridad para comerlo. Hasan, un checheno civil, est¨¢ harto de los combatientes y del pan y del mismo general Dhzojar Dud¨¢iev, "presidente checheno". Quiere que la guerra se termine de inmediato. Y culpa a los rusos por no tomar la ciudad y poner fin al su frimiento de la poblaci¨®n.
Los civiles hablan m¨¢s cuando los combatientes no est¨¢n delante. En un refugio de la plaza Minutka, donde han apa?ado una entrada de gas hasta el s¨®tano, lo que da calefacci¨®n a 13 personas y med¨ªa docena de gatos, se murmuta con rabia. Eugeni, un ruso que se cubre de las bombas de sus compatriotas, dice que la culpa de todo la tiene Bor¨ªs Yeltsin.
"El ha armado a Dud¨¢iev y a toda esta gente". Su mujer, Olga, cree que Dud¨¢iev es un producto de Yeltsin, por lo que todo lo malo del l¨ªder checheno es atribuible al presidente ruso. Riva, un armenio que no cree en los nacionalismos, opina que lo mejor para todos "es que las tropas rusas crucen de una vez el r¨ªo y tomen la ciudad". Su mujer Tamar, mira en silencio, y ofrece t¨¦ caliente. Su ¨²nico tesoro. "?La independencia?", se pregunta Eugeni, "nadie es independiente, ni Jap¨®n, que necesita comprar materias primas a los dem¨¢s".
Guerra larga
Si en este refugio de Minutka hay unanimidad en la cr¨ªtica a la guerra, en la calle, los hombres y mujeres armados alaban la lucha. Como Magomed, que est¨¢ convencido de la victoria pese a que reconoce que si los rusos no toman Grozni es "porque no quieren", porque "prefieren una guerra larga que les permita lavar dinero, entrenar a la tropa y probar armamento".
Para Olga Stepanovha, una de las 30 madres rusas que vagan por Chechenia en un destartalado autob¨²s en busca de sus hijos, la paz tiene que llegar pronto. Antes de que le maten a su Sasha, un infante de Marina de Vladivostoc. Muestra llorosa un pedazo de carta del 28 de diciembre. Es la ¨²ltima noticia. A su lado, un checheno acusa a voces a los rusos de enterrar a los muertos en fosas comunes y secretas. Lejos de Grozni, en la frontera de Chechenia con Daguest¨¢n e Ingushetia, se apilan los carros de combate y los soldados. Son controles.
Los hombres del Ministerio del Interior, los omron, visten de azul. Corno los serbios de Bosnia. Registran cada cent¨ªmetro de coche que pasa por sus manos. Un defecto, como la ausencia de una matr¨ªcula trasera, es raz¨®n de esc¨¢ndalo. "No pueden, pasar as¨ª". La orden taxativa, la ley, se relaja, se evapora con 50.000 rublos (menos de 2.000 pesetas). Est¨¢n all¨ª para defender la integridad de la Federaci¨®n, pero con su sola presencia armada han inventado una frontera y un pa¨ªs: Chechenia.
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