Garmendia
La actualidad pol¨ªtica, da vuelcos de la noche a la ma?ana: tras semanas de estar obsesivamente centrada en la crisis de los GAL, de pronto, todo cambia como consecuencia del asesinato del futuro alcalde de San Sebasti¨¢n. Fue tanta la rabia provocada por el crimen de lesa democracia que, durante varios d¨ªas, la crisis de los GAL desapareci¨® de la vista. As¨ª es la opini¨®n p¨²blica, siempre abierta a todos los imprevisibles acontecimientos que puedan alterarla. Y esa sensibilidad con la que reacciona le hace ser objeto de intentos premeditados de manipulaci¨®n, al servicio de ocultas estrategias pol¨ªticas.Es lo que acostumbra cierto diario madrile?o, que dosifica sus revelaciones escandalosas con el transparente prop¨®sito de precipitar la ca¨ªda del Gobierno. Y ¨¦sta es, tambi¨¦n, la estrategia de ETA: generar letales noticias que multipliquen su protagonismo, poder e influencia. Pero no es lo mismo (como gustaba de se?alar Gonz¨¢lez) la opini¨®n p¨²blica que la publicada. No basta con provocar noticias de primera plana, pues hace falta adem¨¢s que esas noticias influyan, captando la atenci¨®n del p¨²blico y sacudiendo cat¨¢rticamente sus conciencias. De ah¨ª que, muchas veces, noticias escandalosas s¨®lo produzcan indiferencia; y otras, en cambio, generen consecuencias imprevistas, modificando la opini¨®n en un sentido contrario al que se esperaba.
Este ¨²ltimo es el caso del ¨²ltimo crimen de ETA, que pretendi¨® pescar en r¨ªo revuelto, aprovechando con oportunismo la crisis de los GAL para exacerbarla con un asesinato y sacarle as¨ª partido, explot¨¢ndola en propio beneficio. Sin embargo, como suele decirse, el tiro podr¨ªa haberles salido por la culata. En efecto, el cat¨¢rtico efecto generado sobre la opini¨®n p¨²blica por el asesinato de un representante del pueblo (equivalente al asesinato simb¨®lico de todos sus electores) podr¨ªa volverse contra la estrategia de sus asesinos. As¨ª lo revela que muchos cargos electos de HB (como la concejal Garmendia) se est¨¦n viendo obligados a descomprometerse en p¨²blico de su encubierta complicidad con el asesinato. Tanto es as¨ª que ni siquiera cabe descartar que por fin la sociedad civil vasca a suma su responsabilidad y se atreva a expulsar de su seno a sus criminales miembros que votan a ETA.
Pero regresemos al caso GAL: tambi¨¦n aqu¨ª existen intentos de manipular la opini¨®n p¨²blica. Y no s¨®lo por parte del diario de Zola, sino tambi¨¦n, aparentemente, por parte de alguna ingenier¨ªa pol¨ªtica, quiz¨¢ dise?ada desde Ferraz o Moncloa. Me refiero al intento de enmascarar la crisis de los GAL mediante la provocaci¨®n artificial de un surrealista conflicto entre el poder pol¨ªtico y el judicial. Es el caso Sancrist¨®bal: lleva raz¨®n P¨¦rez Royo cuando sostiene la plenitud de derechos que asist¨ªa al inculpado para comunicar con la prensa; pero con la privada, no con la gubernamental, cuyo car¨¢cter de servicio p¨²blico (por lo tanto, de ¨¢rbitro imparcial) le imped¨ªa explotar en beneficio de la parte acusada un asunto que tan gravemente afecta al Estado de derecho. ?Ser¨ªa acaso de recibo que en el mes de mayo la televisi¨®n p¨²blica nos pidiera el voto para Leguina en contra de Gallard¨®n?
Aunque lo malo no es la solapada parcialidad de un medio p¨²blico. Lo peor es el intento de distraer la opini¨®n p¨²blica. Pues nuestro problema (el de los espa?oles, no el de los socialistas) no es el falso conflicto entre jueces y gobernantes, sino el causado por la falta de respuesta pol¨ªtica ante la crisis de los GAL. En lugar de camuflarlo con maniobras distractivas (quiz¨¢ destinadas a volverse en contra de sus autores), ser¨ªa mejor que los socialistas se decidiesen a aclararlo.
Por ejemplo, ?por qu¨¦ no surge entre ellos alguna concejal Garmend¨ªa que pida explicaciones por esos 26 cad¨¢veres sin enterrar? Gonz¨¢lez se lamentaba de que Garmendia s¨®lo se indigne por el asesinato de Ord¨®?ez, y no por los de militares o, polic¨ªas. Pues bien, para ser cre¨ªble, su justa apreciaci¨®n deber¨ªa extenderse tambi¨¦n a las v¨ªctimas causadas por los GAL, cuya vida tampoco val¨ªa menos sin que por eso su muerte haya merecido todav¨ªa ninguna respuesta gubernamental.
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