La magia de Elly Ameling y Rostrop¨®vich
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Sin el arte impresionante del violonchelista Rostrop¨®vich y sin las sutilezas conceptuales y expresivas de la soprano Elly Ameling, los dos conciertos de la Filarm¨®nica de Estrasburgo no ser¨ªan especialmente recordados. Esto, a pesar de que la programaci¨®n era muy atractiva: la Sinfon¨ªa alpina, de Strauss, por una parte, y la Francia de Faur¨¦, Ravel y Debussy, por otra.
La orquesta estrasburguesa, con casi siglo y medio de historia, forjaza por maestros como Pfitzner, Klemperer, Rosbaud, Bour, Lombard y, desde 1983, el vien¨¦s Theodor GuschIbauer, no parece encontrarse en su momento m¨¢s alto. Tiene secciones de verdadera calidad -como la de violonchelos y contrabajos-, pero flaquean los violines por acritud sonora y ejecuci¨®n no m¨¢s que honorable.
En cuanto a Theodor Guschlbauer, dirigi¨® una Alpina geol¨®gica y desnuda de lirismo; en Faur¨¦ convirti¨® la magia preimpresionista en realismo un tanto grueso, y en Debussy y Ravel nos impacient¨® por su indiferencia o nos dej¨® sin entender nada, como en las Rondas de primavera, en tanto la Iberia son¨® con un exotismo abultado de exposici¨®n internacional.
Es dif¨ªcil comprender la personalidad de Guschlbauer, pues en las melod¨ªas de Scherezade, de Ravel, sobre versos de Tristan Klingsor, supo rodear a la madura e inteligente Elly Ameling del sortilegio que demandan textos y pentagramas.
Tan singular int¨¦rprete mantiene vivo el encanto de su dicci¨®n y el atractivo de un fraseo que tiene en cuenta tanto la prosodia del idioma Como la de la m¨²sica. As¨ª, lo m¨¢s impopular del programa, se convirti¨® en la clave del ¨¦xito aunque tal o cual instrumentista quedara corto en alguna de sus intervenciones.
Frente al rec¨®ndito mensaje musical de la Ameling, el de Mstislav Rostrop¨®vich en el concierto de Dvorak constituy¨® una lecci¨®n doble, de virtuosismo y musicalidad.
El gran maestro que es Rostrop¨®vich profundiza en sus versiones hasta las m¨¢s secretas galer¨ªas de la sustancialidad l¨ªrica, canta con efusi¨®n de sonido y fraseo y respira hasta incorporar los silencios al devenir musical.
En definitiva, venci¨® y convenci¨® a un auditorio que hizo de las ovaciones aut¨¦nticas aclamaciones. Tuvo como premio esa Zarabanda de Bach, suprema magnificaci¨®n hist¨®rica de lo que hac¨ªa Pablo Casals, que suele ser punto final e indiscutible de tantas actuaciones de Mstislav Rostrop¨®vich.
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