La izquierda, entre la renuncia y la renovaci¨®n
Probablemente estamos asistiendo al fin de un ciclo hist¨®rico: el de la izquierda institucional como alternativa al sistema, econ¨®mico actual. La experiencia de este ¨²ltimo medio siglo ha demostrado la incapacidad global de dicha izquierda para llevar a cabo cambios funda mentales en las formas m¨¢s profundas de dominaci¨®n y desigualdad. Tanto en el Reino Unido, Francia, Alemania, Espa?a, Portugal y Grecia como en los pa¨ªses del norte de Europa, la izquierda no s¨®lo no ha sido capaz de introducir reformas de gran envergadura, sino que ni siquiera ha logrado mantener los logros del Estado del bienestar. Esta sumisi¨®n al sistema econ¨®mico dominante ha supuesto la elaboraci¨®n de una cultura de la renuncia hist¨®rica, basada en la aceptaci¨®n pasiva de las "presiones" econ¨®micas internacionales.Como resultado, la izquierda se ha visto obligada a hacer la pol¨ªtica de la derecha. Y ha llevado a cabo unas "reformas" por cuenta del liberalismo triunfante que ¨¦ste hubiera sido incapaz de poner en marcha sin provocar aut¨¦nticas explosiones sociales: liquidaci¨®n de la regulaci¨®n estatal, reforma del mercado de trabajo, precarizaci¨®n de las situaciones sociales, etc¨¦tera. Esto significa que las relaciones de fuerza entre la izquierda y la grandes potencias econ¨®micas, nacionales e internacionales, no pueden ser modificadas ¨²nicamente por medio de una victoria electoral. Disponer de la mayor¨ªa legislativa y del poder ejecutivo no es suficiente para lograr modificaciones estructurales del sistema econ¨®mico. Esta situaci¨®n plantea muchos problemas e implica, sobre todo, la necesidad de reflexionar sobre el significado que hoy d¨ªa tiene el concepto de "izquierda" y sobre el proyecto de "izquierda".
En primer lugar, conviene distinguir entre las aspiraciones de los electores que votan a la izquierda y los intereses y objetivos perseguidos por las ¨¦lites, es decir, por las capas dirigentes de los partidos pol¨ªticos y otras organizaciones de izquierda. Parece como si la mayor¨ªa de esas capas dirigentes compartieran con las ¨¦lites de la derecha las mismas alienaciones y los mismos objetivos: la alienaci¨®n respecto al mundo del dinero, la conservaci¨®n de las actuales formas de poder estatal y civil como objetivo. La consecuencia hist¨®rica que de ello se deriva es que la izquierda corre el riesgo de desaparecer como alternativa socio-pol¨ªtica. Ese riesgo, que pr¨¢cticamente se ha realizado en Estados Unidos desde el fin del periodo Roosvelt, se ha visto a menudo legitimizado por la emergencia de una ideolog¨ªa de consenso que encarna el advenimiento de una era llamada "democr¨¢tica", en la que los conflictos sociales son supuestamente cada vez menos "antisisterna". Est¨¢ claro que en esta situaci¨®n puede haber alternancias de poder, pero lo que no hay son alternativas al sistema existente, pues los protagoinstas -que ya no son antagonistas- comparten en lo profundo el mismo inter¨¦s por su conservaci¨®n.
Este peligro de desaparici¨®n de la dimensi¨®n innovadora y cr¨ªtica de la izquierda europea es absolutamente real. Y no s¨®lo es debido a la composici¨®n sociol¨®gica de las ¨¦lites de izquierda, que cada vez provienen m¨¢s de las capas medias, a su cultura pol¨ªtica, fundamentalmente "evolucionista" y antivoluntarista, sino tambi¨¦n a las profundas transformaciones de las sociedades occidentales. Transformaciones que se encarnan, sobre todo, en el desarrollo del individualismo-comunitarista de tradici¨®n anglosajona, (que privilegia al individuo aislado y, para satisfacer su necesidad de sociabilidad le, relaciona con su comunidad de origen: religiosa, ¨¦tnica, cultural) frente al comunitarismo social de la tradici¨®n de la izquierda (que privilegia al sujeto social en su relaci¨®n con todos los individuos que comparten, la misma situaci¨®n social, independientemente de su pertenencia de origen); en el desarrollo de la pr¨¢ctica pol¨ªtica como una estratesgia de manipulaci¨®n medi¨¢tica, en la que los pol¨ªticos son cada vez m¨¢s meros actores de un espect¨¢culo convenido, con reglas codificadas que tienen como objetivo engendrar en los electores motivaciones. basadas en la seducci¨®n m¨¢s que en la convicci¨®n y, finalmente, en el desarrollo de una apat¨ªa y desafecci¨®n en todos aquellos que rechazan la gran comedia medi¨¢tica del poder. "Todos son unos corruptos", "la izquierda y la derecha son lo mismo" son los argumentos m¨¢s sobresalientes del juicio popular sobre el mundo de la pol¨ªtica. Estos sentimientos espont¨¢neos se transforman f¨¢cilmente en una deslegitimaci¨®n de la pol¨ªtica como actividad emancipadora, y se refuerzan gracias a la devaluaci¨®n liberal de la acci¨®n del Estado. De ah¨ª, el aumento de los populismos de derecha, de los fascismos y de los integrismos.Frente a esta situaci¨®n, las ¨¦lites de izquierda se han paralizado. No tienen ning¨²n contraprograma serio que ofrecer; no se diferencian en nada -a no ser, quiz¨¢, por un discurso m¨¢s abierto en lo que a las costumbres se refiere- de la tradici¨®n conservadora dominante. ?sa es la raz¨®n por la que lo que hoy se plantea no es saber si la izquierda puede conservar el poder all¨ª donde todav¨ªa lo ocupa o si lo puede reconquistar all¨ª donde lo ha perdido: la verdadera cuesti¨®n que hoy se plantea es saber cu¨¢l es su legitimidad hist¨®rica en relaci¨®n a la necesidad de emancipaci¨®n virtual en cada sociedad. Dicho de otro modo, qu¨¦ es lo que la izquierda puede proponer. Para responder a esta cuesti¨®n, la izquierda debe emprender un verdadero aggiornamento, l¨²cido y ambicioso.
L¨²cido porque nada de lo que daba a la Izquierda su identidad ha desaparecido: no s¨®lo la explotaci¨®n contin¨²a existiendo, sino qu¨¦, debido al fen¨®meno de la exclusi¨®n, ha aumentado; nunca ha sido tan necesaria la igualdad de derechos y oportunidades frente a un sistema basado en la manipulaci¨®n de las preferencias y en la idea de que existe una oposici¨®n estructural entre igualdad y equidad, entre lo bueno y lo justo. Y esta lucidez implica una gran ambici¨®n: la de enfrentarse al desaf¨ªo de la nueva civilizaci¨®n que surge a nivel planetario. La izquierda s¨®lo podr¨¢ refundarse si se interroga sobre la orientaci¨®n que va a dar a esta nueva civilizaci¨®n. No se trata de volver a caer en los errores del pasado y proponer utop¨ªas tan bellas en el terreno de la teor¨ªa como sangrientas en la experiencia pr¨¢ctica. Se trata de descubrir, en la realidad, las posibilidades emancipadoras y realizables.
Desde este punto de vista, en los ¨²ltimos a?os han emergido fuertes aspiraciones que la izquierda deber¨ªa encarnar. En primer lugar, la defensa de la cohesi¨®n social. Es necesario oponerse a la dualizaci¨®n de la sociedad en capas integradas, socializadas, y capas marginalizadas, excluidas. La integraci¨®n social por medio del trabajo (y, por tanto, de un puesto de trabajo) sigue siendo una reivindicaci¨®n identitaria fundamental -y la izquierda debe aportar respuesas a esta reivindicaci¨®n- Y s¨®lo lo podr¨¢ hacer si opone una alternativa cre¨ªble a la actual mundalizaci¨®n de la econom¨ªa, a menudo destructora de los equilibrios sociales adquiridos desde 1945. Esto supone una replanteamiento del papel del Estado: puede y debe ser el protector de los m¨¢s d¨¦biles para mantener unas normas colectivas igualitarias. Pero la izquierda s¨®lo podr¨¢ desarrollar esta concepci¨®n del Estado si logra encontrar mecanismos que protejan a los sectores que son competencia del bien p¨²blico -educaci¨®n, salud, protecci¨®n del medio ambiente- de la ley del mercado. El mercado es bueno, pero no para todo.
En segundo lugar, la izquierda deber¨ªa encarnar la aspiraci¨®n a un mayor control sobre
la actividad pol¨ªtica de las ¨¦lites dirigentes. Esto implica una reflexi¨®n innovadora sobre lo que hoy debe ser el proceso democr¨¢tico y muy especialmente sobre la formaci¨®n de la ciudadan¨ªa moderna. Esta exigencia de control democr¨¢tico y de ciudadan¨ªa es precisamente el ant¨ªdoto contra la podredumbre ideol¨®gica, la desafecci¨®n pol¨ªtica, la resignaci¨®n moral. La lucha contra la corrupci¨®n pasa por el desarrollo de la transparencia del poder, ya sea pol¨ªtico, econ¨®mico o cultural.Otra aspiraci¨®n esencial: la igualdad de sexos. En la formaci¨®n no igualitaria del v¨ªnculo social, la relaci¨®n hombre-mujer sigue siendo una cuesti¨®n central. Mientras no se resuelva, la sociedad moderna adolecer¨¢ de una debilidad democr¨¢tica intr¨ªnseca. Los m¨¦todos para alcanzar esta necesaria igualdad son diversos, pero est¨¢ claro que a menudo pecan (de hipocres¨ªa o ineficacia. De hecho s¨®lo un giro hist¨®rico, basado en la total paridad hombre-mujer en lo que se refiere a las funciones de gesti¨®n y direcci¨®n de la sociedad permitir¨¢ pasar a un nivel superior de democratizaci¨®n de las relaciones interhumanas.
Por ¨²ltimo, es necesario promover una aut¨¦ntica solidaridad con los pueblos emprobecidos. Hay que volver a inventar un internacionalismo que no se limite a las operaciones llamadas humanitarias, a menudo superficiales, y cuya vocaci¨®n consiste sobre todo en dar buena conciencia a Occidente. Para hacer frente a los efectos destructivos de la mundializaci¨®n anarquica, el nuevo internacionalismo necesita la alianza entre los Estados-naci¨®n y las fuerzas sociales transnacionales, unidas por grandes iniciativas comunes de crecimiento, ayuda al desarrollo, investigaci¨®n, etc¨¦tera. Estas aspiraciones -cohesi¨®n social, democracia, igualdad de sexos, solidaridad internacional- pueden constituir la base de la visi¨®n del mundo de una izquierda renovada, heredera de todas las lecciones del pasado. Y para realizar estas aspiraciones, no s¨®lo debe reconstituir y renovar sus ¨¦lites, sino volver a encontrar una ¨¦tica de emancipaci¨®n.
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