Gestos
En el reciente debate sobre el estado de la naci¨®n, pese a P¨¦rez Mari?o, el presidente parece haber hallado salida (ya que no respuesta) al dilema moral entre dimitir o explicarse que le cercaba. Aunque en realidad esa salida no la ha abierto ¨¦l, sino que se la ha encontrado ya hecha por las carencias de quienes le cercaban tratando de cerr¨¢rsela. Y claro, el olfato de ese animal pol¨ªtico que es Gonz¨¢lez le ha permitido escurrirse por instinto de supervivencia, escap¨¢ndose de entre las manos de una oposici¨®n con menos olfato que precipitaci¨®n.As¨ª que el PSOE, tras firmar con CiU un programa com¨²n que le permita cubrir el grueso de la legislatura, ha logrado salvar la cara y recuperar parte de la iniciativa. Y esto nadie se lo esperaba, pues los datos previos al debate pronosticaban un enquistamiento en el impasse. Ni tampoco pod¨ªa deducirse de los argumentos utilizados (con sus tecnocr¨¢ticas excusas de estabilidad y gobernabilidad), que no convencieron demasiado. No, si se ha encontrado una salida para la crisis s¨®lo ha sido por el juego esc¨¦nico del debate, donde los gestos teatrales de Gonz¨¢lez han descabalgado a un Aznar incapaz de reaccionar. Es m¨¢s, podr¨ªa sostenerse que la relaci¨®n que existe entre estos dos ¨²ltimos debates anticorrupci¨®n sobre el estado de la naci¨®n (el de 1994, centrado en Rubio y Rold¨¢n, frente al de 1995, en torno a los GAL) es la misma que se produjo entre los dos debates televisados que les enfrentaron en las elecciones generales de 1993: el primero lo gan¨® claramente Aznar, mientras que el decisivo se lo llev¨® el presidente. Y puede que tambi¨¦n esta vez se salga Gonz¨¢lez con la suya por parecidos procedimientos escenogr¨¢ficos. Lo cual tampoco resultar¨ªa injusto, pues as¨ª comenz¨® esta crisis, con escandalosas denuncias period¨ªsticas: pura videopol¨ªtica de espect¨¢culo medi¨¢tico. Aunque el teatro tambi¨¦n tiene su precio, pues siempre puede dar sorpresas como la de P¨¦rez Mari?o, cuyo cat¨¢rtico golpe de escena al actuar de concejal Garmendia podr¨ªa llegar a. anular cualquier posible ¨¦xito previo.
Y es que si el presidente ha encontrado una cierta salida (aunque sea por la puerta trasera y por falsa que parezca), no por eso nos ha dado a los ciudadanos la respuesta pol¨ªtica que esper¨¢bamos._Quiero decir con ello que la crisis de los GAL (que es pol¨ªtica, no judicial ni gubernamental) contin¨²a sin resolver, bloqueada en el mismo punto que antes (o a¨²n peor todav¨ªa, dados los ataques sufridos por el ¨®rgano jurisdiccional competente en la materia). Por que, veamos: ?qu¨¦ excusa nos ofreci¨® Gonz¨¢lez a t¨ªtulo de respuesta, pol¨ªticamente obligado como estaba a explicar la responsabilidad del poder socialista? Dos excusas: la primera muy dudosa, la segunda m¨¢s sospechosa.
Por una parte se nos dijo que los GAL eran una herencia del pasado que les transmiti¨® UCI). ?Resulta convincente? No lo parece (y antes tendr¨ªan que demostrar su acusaci¨®n con pruebas o presumir la inocencia de UCD), pues se dir¨ªa que hay una clara soluci¨®n de continuidad entre las bandas de fascistas que actuaban por libre y los escuadrones mercenarios de mafiosos contratados por agentes gubernativos. Pero la otra excusa parece mucho peor, como es insinuar haber acabado con los GAL (aunque no se nos diga c¨®mo, dej¨¢ndonos imaginar que quiz¨¢ fuese con el soborno de ampararles o encubrirles, ya que a la justicia no fueron entregados, evidentemente). Y digo que esta excusa resulta m¨¢s grave porque viene indirectamente a confirmar las sospechas de encubrimiento que casi. todos abrigamos. En fin, la victoria teatral de los gestos de Gonz¨¢lez sobre los de Aznar no debiera despistarnos. Puede que algunos socialistas vuelvan a alardear de indiscutible liderazgo carism¨¢tico. Pero para evitar que caigan en esa tentaci¨®n, s¨®lo me gustar¨ªa recordarles que el liderazgo se demuestra mandando, y no con gestos ante los focos. Y quien posea el mando est¨¢ obligado por su deber tanto a evitar que sus hombres se extralimiten como a entregarlos a la justicia con inflexible imparcialidad cuando por desgracia no sepa evitar su extralimitaci¨®n.
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