Un paso al centro
LA CRISIS de los partidos m¨¢s t¨ªpicamente centristas de Italia, el Partido Popular Italiano (PPI) y la Liga Norte, puesta de manifiesto estos d¨ªas en reuniones de sus directivas o en congresos de ambas formaciones, no implica, parad¨®jicamente, una radicalizaci¨®n inmediata del panorama pol¨ªtico, sino m¨¢s bien lo contrario. Si los partidos de masas, de derechas y de izquierdas, privan de espacio a estos grupos con vocaci¨®n de bisagra es precisamente porque intentan conquistar a ese electorado mayoritariamente moderado y cat¨®lico que se supone es el italiano. En ese sentido, la desaparici¨®n del centrismo puro sugiere que toda la estructura pol¨ªtica del pa¨ªs est¨¢ dando un paso al centro. Pero el paso no es firme ni definitivo.La crisis del PPI es el pen¨²ltimo episodio del estallido de un fen¨®meno tan dif¨ªcilmente repetible y tan t¨ªpicamente italiano como la Democracia Cristiana, cuyas dos almas -una derecha que siempre lleg¨® a rozar con los confines del fascismo y una izquierda capaz de adoptar tonos m¨¢s radicales que la izquierda procedente del marxismo- hace ya m¨¢s de un a?o que constataron la imposibilidad de seguir conviviendo. Es, por ello, una crisis que tiene hasta su aspecto doctrinal, centrado en debates como la bio¨¦tica o el aborto, en la medida en que, seg¨²n ha dicho alguno de los protagonistas del conflicto, en el seno del PPI se enfrentan realmente Comuni¨®n y Liberaci¨®n y Acci¨®n Cat¨®lica, las corrientes integrista y social-liberal del entorno vaticano.
Este aspecto ideol¨®gico, en cualquier caso secundario, falta por completo en la crisis de la Liga Norte, cuyas peleas internas no implican ning¨²n debate sobre el federalismo ni la constataci¨®n de que este postulado b¨¢sico del movimiento lombardo est¨¦ cayendo en desuso. Lo que ocurre es que el entusiasmo federalista ha resultado ser, sobre todo, una tendencia a la rebeli¨®n fiscal que Silvio Berlusconi vino a satisfacer con sus promesas de m¨¢xima descentralizaci¨®n administrativa y reducci¨®n de impuestos. A partir de aquel momento, la crisis de la Liga se perfil¨® al hilo de la incapacidad de Umberto Bossi, l¨ªder tan especial como insustituible, para transformar un movimiento de protesta en un partido de gobierno y de las dificultades de su p¨²blico para seguirle a trav¨¦s de continuos cambios de alianzas y de humores. El l¨ªder del PPI, Rocco Buttiglione, puede tener alg¨²n motivo m¨¢s que Bossi para afirmar que todav¨ªa controla a los suyos. Pero ni ¨¦ste ni aqu¨¦l deben sentirse confiados en que lograr¨¢n arrastrar a un sector definitivo de sus partidos, y menos a¨²n del electorado que les quede, cuando marquen el golpe final -hacia la derecha y la izquierda, respectivamente- que est¨¢n perfilando.
La entrada en pol¨ªtica de Romano Prodi, como l¨ªder moderado de un centro-izquierda frente al centro-derecha representado por Berlusconi, configura un cuadro bipolar que parecer¨ªa coherente si no fuera porque la confusi¨®n de intereses p¨²blicos y privados, de influencia medi¨¢tica y poder pol¨ªtico, asociados a Berlusconi seguir¨¢ representando una bomba capaz de hacer saltar cualquier planteamiento razonable. M¨¢s estable parece la tendencia general a la moderaci¨®n, pues de ella han dado suficientes pruebas tanto Gianfranco Fini, el l¨ªder de Alianza Nacional, como Massimo d'Alema, secretario del Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS), los dos generales que desde la retaguardia orientan decisivamente el desarrollo del proceso.
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