M¨¦xico da vida a una Berlinale muerta
ENVIADO ESPECIAL Hace mucho tiempo que no se recuerda un cementerio cinematogr¨¢fico, como el de esta f¨²nebre edici¨®n de la Berlinale. Pero ayer, tras la devastadora agresi¨®n a las retinas de Trasatlantis, puro plomo fundido alem¨¢n a palo seco, M¨¦xico trajo por fin vida al rosario de cad¨¢veres de pel¨ªculas que se suceden estos d¨ªas en la pantalla del Zoo Palast.
El callej¨®n de los milagros, dirigida por Jorge Fons e interpretada por una docena de actores que creen en lo que hacen y nos transmiten su convicci¨®n arregl¨® algo las cosas, mientras en el rinc¨®n de los cortometrajes la espa?ola Mercedes Gaspar logr¨®, con El sue?o de Ad¨¢n, alzarse por encima de la barrera del desaliento y el silencio.Christian Wagner y su Trasatlantis colmaron ayer el cazo del aguante y el recipiente se derram¨®. Provoc¨® (en una multitud hambrienta de pretextos que, por endebles que sean, ofrezcan una coartada para no moverse de las inc¨®modas butacas del sal¨®n de actos del Kongresshalle) aut¨¦nticas oleadas de desertores, que huyeron a respirar entre las alamedas del Tiergarten. La f¨²nebre colecci¨®n de falsas pel¨ªculas que des de hace seis d¨ªas ofenden los ojos, encontr¨® en la incalculable petulancia de esta concienzuda y disuasoria paliza, la grieta que necesitaba la irrita ci¨®n para convertirse de pronto en urticaria. Incluso los alemanes con tragaderas m¨¢s doctorales se escaparon de ella, buscando un poco de vida e intentando ponerse a salvo del alcance de tanta vaciedad disfrazada de cine. Las cosas se han puesto aqu¨ª tan crudas que, en medio de un campeonato de pel¨ªculas simuladas, la simple aparici¨®n de una de verdad, por normalita que sea, hace flotar de agradecimiento a las tribus de cin¨¦filos, que se despellejan las manos aplaudiendo cualquier indicio de vida en la pantalla. Y este indicio surgi¨® ayer, tras la losa alemana, en una pel¨ªcula mexicana que probablemente no pase a la historia del cine, pero que aqu¨ª fue recibida con el mismo alborozo que un sorbete de lim¨®n en un mediod¨ªa del S¨¢hara.
La pel¨ªcula se titula El callej¨®n de los milagros y est¨¢ inspirada en una novela del premio Nobel egipcio Naguib Mahfouz, el mismo que hace dos a?os dio pie a otro cineasta mexicano, Arturo Ripstein, para urdir la trama de una de las m¨¢s bellas y audaces pel¨ªculas del cine reciente: Principio y fin, estrenada en Espa?a tras su triunfo en el festival de San Sebasti¨¢n. Ambos filmes, pese a tener un inevitable parentesco argumental, son en realidad muy distintos y, formalmente hablando, casi opuestos. Pero en cierto modo, se complementan y dan idea de la homogeneidad existente en la variedad y riqueza que animan el interior del en¨¦rgico despertar del cine mexicano en los ¨²ltimos anos, que lo est¨¢ situando entre los mejores del mundo.
Es, junto a (las tambi¨¦n normalitas) Nobody' s fool y la primera parte de Rosa roja, rosa blanca, el ¨²nico verdadero cine visto hasta ahora en estos d¨ªas berlineses, y la palabra verdadero pron¨²nciese con la boca peque?a, sin oquedad ret¨®rica alguna y referida al abecedario de este arte, a su condici¨®n de lenguaje dirigido a los habitantes de este planeta que de vez en cuando se colocan frente a una pantalla con objeto de indagar en ella por qu¨¦ lloran o r¨ªen. Cine simple, sencillo: cine considerado en sentido primordial, esa forma de consuelo humano inventada ahora hace un siglo y convertida aqu¨ª en golpe en la nuca y en desconsuelo.
Dirige El callej¨®n de los milagros Jos¨¦ Fons, lo escribi¨® Vicente Le?ero, y lo interpretan aproximadamente una decena de actrices y actores con ganas de jugar y de que juguemos con ellos, de esos que so?¨¢ndose nos sue?an, nos embaucan, nos meten en la pantalla y, una vez que nos han atrapado en ella, no meten en su pellejo, pues al fingir emoci¨®n, logran emocionarnos sin fingimiento. Baste decir que en el reparto de esta noble pel¨ªcula est¨¢ Mar¨ªa Rojo, una maravillosa actriz a la que en Espa?a hemos tenido la suerte de ver en La tarea y Danz¨®n, y que aqu¨ª se funde con humildad en una interpretaci¨®n coral de gran altura, que se mueve ¨¢gilmente entre el sainete y el melodrama, entre el tragedi¨®n arrabalero y la comedieta de costumbres. Nada m¨¢s que eso, pero que visto estos d¨ªas en Berl¨ªn se convierte en nada menos que eso.
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