Vaya con Dios
"Nuestros principios religiosos particulares s¨®lo est¨¢n sometidos al juicio de Dios. Yo no pregunto a nadie por los suyos ni molesto a nadie con los m¨ªos. No nos es dado en esta vida saber si los correctos son los m¨ªos, los tuyos, los de nuestros amigos o los de nuestros enemigos". Muy poco predicamento tienen estas palabras de Thomas Jefferson entre los ciudadanos de este fin de siglo en el Estado que ¨¦l ayud¨® a fundar. Hace ya d¨¦cadas que la televisi¨®n multiplic¨® de forma dram¨¢tica la capacidad de profetas, predicadores, agitadores y p¨ªcaros de sermonear a los norteamericanos. Algunos han demostrado dotes para rescatar almas de las turbulencias de este fin de siglo. Otros se han aventurado tanto en sus afanes redentores que acabaron arrastrados por las llamadas de la carne de feligres¨ªa.Sus ¨¦xitos y desgracias eran vistos por una gran mayor¨ªa de norteamericanos como cuestiones particulares que s¨®lo ata?¨ªan a ellos y al dios que cada uno dice representar. Sin embargo, ahora, cabalgando todos ellos en mayor o menor medida sobre la ola de conservadurismo que ha llevado a los republicanos a la mayor¨ªa en ambas c¨¢maras del Congreso en Washington, los predicadores ven llegada la hora de imponer sus creencias a los legisladores y a la pol¨ªtica del pa¨ªs en general. No hac¨ªa falta especial perspicacia para entender que la inmensa mayor¨ªa de estos representantes del alt¨ªsimo en la tierra y sus organizaciones eximidas de impuestos son, adem¨¢s de excelentes negocios para sus fundadores, grupos de presi¨®n ultraconservadores. Y su capacidad de presi¨®n es hoy mayor que nunca con la mayor¨ªa republicana en la C¨¢mara de Representantes y el Senado.
La primera gran operaci¨®n en esta nueva era de supremac¨ªa religiosa sobre el poder civil que la derecha ultra quiere abrir en Estados Unidos ya est¨¢ en marcha. Se trata de la decapitaci¨®n pol¨ªtica del candidato de Clinton a la direcci¨®n del Departamento de Salud en el Gobierno. Henry Foster, un m¨¦dico con gran prestigio entre sus colegas, es objeto de una furiosa campa?a de linchamiento verbal por haber realizado abortos en su carrera como ginec¨®logo. Que el aborto es legal no parece ya argumento para ninguna de las partes, incluido el presidente y quienes apoyan a su candidato, que se han embarcado en una vergonzante defensa de Foster. En vez de defender el principio del derecho al aborto, aseguraron primero que Foster s¨®lo hab¨ªa realizado seis abortos, para despu¨¦s ir aumentando la cifra hasta llegar, en algunos casos, a 700.
Clinton ha demostrado ya un sorprendente virtuosismo en defenestrar a sus hombres y mujeres de confianza. Despu¨¦s del esfuerzo sobrehumano que parece costarle toda decisi¨®n, incluidas las personales, parece estar siempre f¨¢cilmente dispuesto a retirar a su candidato a cualquier puesto a poco que ¨¦ste sea atacado por sus adversarios.
Por ello, tanto sus amigos como enemigos pol¨ªticos creen ya muy posible que deje finalmente caer a Foster y otorgue as¨ª una important¨ªsima victoria a los fundamentalistas religiosos. Porque el objetivo de ¨¦stos no es Foster, sino la marginaci¨®n y criminalizaci¨®n por la v¨ªa de los hechos de todos aquellos m¨¦dicos que practican abortos. Se t rata del gran asalto para ganar por medio del amedrentamiento la batalla contra el aborto legal que perdieron ante la Corte Suprema de Estados Unidos. Cuentan con la colaboraci¨®n de republicanos duros como Helms y Gingrich y la sumisi¨®n de los m¨¢s moderados dependientes de sus electorados y donantes movilizados por los predicadores. Su siguiente paso es la implantaci¨®n de la obligatoriedad de la clase de religi¨®n y la oraci¨®n en las escuelas.
Hablan de culminar la revoluci¨®n conservadora iniciada bajo Ronald Reagan. En realidad amenazan con dinamitar el pilar de la democracia que es la separaci¨®n Iglesia-Estado. Convertir a los pecadores en delincuentes y organizarse para la batalla final contra la herej¨ªa.
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