Algarab¨ªa
Har¨¢ cosa de un mes, una revista uruguaya me solicitaba, por fax y porque s¨ª, "r¨¢pida y razonada respuesta breve para elegir a los tres mejores narradores franceses vivos". Razones ahora al margen, f¨¢cil result¨® entonces nombrar: Louis-Ren¨¦ des Forets, Julien Gracq y Maurice Blanchot. El primero, el menos conocido en Espa?a -aunque est¨¦n traducidos sus poemas-, acaba de conceder su primera entrevista a los 77 a?os de edad. Gracias a esto, podemos enterarnos de que al autor de Le bavard le hubiese gustado, por encima de todo, ser actor, Y confiesa que, de hecho, lo fue en dos ocasiones. La primera, hace ya treinta a?os, en una pel¨ªcula de Fran?ois Weyergans, basada en la novela Aline, de Ramuz. Al parecer, se rod¨® para ella un maravilloso di¨¢logo, muy en el esp¨ªritu de Wittgenstein, que Des Forets manten¨ªa con su amigo, Pierre Klossovski. Pero luego, a la hora del montaje, eso desapareci¨®. Permaneci¨® un personaje enigm¨¢tico, que se limitaba a pasear por las calles de un pueblo y que, curiosamente, cada vez que aparec¨ªa en pantalla, consegu¨ªa que el p¨²blico se partiera de risa en la sala. A¨²n perplejo hoy d¨ªa, su int¨¦rprete comenta: "Sin embargo, que yo sepa no era un personaje c¨®mico, aunque acaso arrastraba consigo algo ins¨®lito". Para ins¨®lito, su segundo papel. Hizo de fantasma en una pel¨ªcula de Hugo Santiago: "Yo era el espectro de un compositor argentino de tangos, y aparec¨ªa, de cuando en cuando, en un relato de contenido muy pol¨ªtico. Yo no hablaba, era un papel completamente mudo; eso me divirti¨® much¨ªsimo". Y todav¨ªa es m¨¢s divertido cuando sabemos que Louis-Ren¨¦ des Forets, "desprovisto de memoria hasta extremos dram¨¢ticos", tiene de continuo el mismo sue?o, ("hip¨®tesis heroica tan atrevida que siempre acaba en pesadilla"): es actor de verdad y debe interpretar una obra de Shakespeare. Se aprende el papel a la perfecci¨®n. Pero, en el mismo instante en que pisa el escenario, todo se le borra: "Ni una palabra, nada". Sue?a entonces con improvisar, hasta que se da cuenta de que los dem¨¢s actores no podr¨ªan seguirle. Entonces se despierta, empapado en sudor, a sabiendas de la brevedad del alivio: la tortura volver¨¢ a repetirse, noche tras noche.Viejos compromisos
El entrevistador de Le Nouvel Observateur, Jean-Louis Ezine, le recuerda al escritor sus viejos compromisos: durante la resistencia contra el ocupante nazi, contra la guerra de Argelia y a favor de la rebeld¨ªa de Mayo del 68. Desde entonces, ni p¨ªo. ?Por qu¨¦? El escritor esboza explicaciones: impotencia, desilusi¨®n, edad... El periodista, Fiel a la copla gremial de esta ¨¦poca ("ya no se mojan los intelectuales"), le tiende un cable: "?Es m¨¢s dif¨ªcil comprometerse hoy que anta?o?" Y entonces le responde que s¨ª, que ya nada es eficaz en medio de una sociedad fundada sobre una palabra embrollada, falsaria y convencional. Y se confiesa impresionado por tanta histeria: "Por ejemplo, cuando escucho la radio, me sorprende el mont¨®n de palabras cruzadas. La mayor parte de cuanto se dice no parece tener m¨¢s fin que el de aumentar la algarab¨ªa. Y, en plena algarab¨ªa, se es pasivo. Que usted la padezca o que usted la amplifique, nada cambia. El verbo no s¨®lo pierde fuerza, sino tambi¨¦n color. Ya no existe el lenguaje maravilloso. La gente de los pueblos habla igual que los locutores de televisi¨®n. Y los pintores de brocha gorda ya no cantan; cuelgan un transistor de su escalera". No ignora Louis-Ren¨¦ des F¨®rets, pese a todo, el lado equ¨ªvoco de cualquier actitud. Por eso recuerda que un buen d¨ªa, antes de la guerra, mientras esperaba a un amigo, sentado en un banco p¨²blico de un parque de Vichy, vio de pronto que el mariscal P¨¦tain se dirig¨ªa hacia ¨¦l: "?Me permite, jovencito?". Y se sent¨® a su lado, con las manos apoyadas sobre el bast¨®n, con pinta de querer escuchar el canto de los p¨¢jaros. Al evocar la escena, comenta: "Me qued¨¦ de piedra, no sab¨ªa qu¨¦ hacer. Tampoco ¨¦l, pues termin¨® por levantarse y sigui¨® su camino".
El periodista, como un lince, se imagina el foll¨®n presente de haber quedado una fotograf¨ªa de aquel instante, Sonr¨ªe el escritor: "Ya unos j¨®venes me se?alaron un d¨ªa que publiqu¨¦ un libro en 1943 bajo la ocupaci¨®n. Yo, en cambio, me hab¨ªa cre¨ªdo audaz al colocar en aquella edici¨®n una cita ap¨®crifa de Shakespeare donde aparec¨ªa la palabra resistencia". Entrenamiento sutil para un perpetuo guirigay.
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