Un rey de las cloacas
El día de San José de 1984 la explosión de un automóvil sacudió el centro de Biarritz, justo delante del bar Janot. A sesenta metros del lugar donde reventó el Renault 18 de matrícula falsa se encontró una cabeza. Los restos de un cuerpo aparecían diseminados en un radio superior a 500 metros. La policía francesa tardó varios días en identificar el cadáver. Se trataba de Jean-Pierre Chérid, 40 a?os de edad, argelino, fichado como un ex militante de la organización ultranacionalista francesa que puso en jaque a De Gaulle durante la guerra de liberación de Argelia, la OAS.Pero Chérid no era un mercenario jubilado. Murió en plena acción. Justo cuando trataba de colocar un explosivo en el coche de un activista de ETA. Se tardó tiempo en conocer la importancia de aquel muerto en el que se condensa nada menos que el hilo conductor de las tramas anti-ETA en el sur de Francia. Desde las primeras acciones contra activistas refugiados en Francia en la etapa franquista hasta su fallecimiento en marzo de 1984, Chérid se revistió de varias siglas: Antiterrorismo ETA (ATE), Batallón Vasco Espa?ol (BVE) y Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). Chérid fue un rey de las cloacas desde 1974 a 1984.
Las investigaciones de Arqués y Miralles concluyen que Chérid entra en contacto con los servicios de información de la Presidencia franquista después de huir de una cárcel francesa, en 1970. Forma parte de la columna vertebral del Batallón Vasco Espa?ol junto con Mario Ricci y Giussepe Calzona, dos neofascistas italianos. Está en la organización y, en algunos casos, en la ejecución del asesinato de algunos de los más significativos dirigentes de ETA de finales de los setenta y desde luego del más importante de todos ellos, José Miguel Be?arán Orde?ana Argala, cerebro del atentado contra Luis Carrero Blanco.
El asesinato de Argala, ejecutado el 21 de diciembre de 1978 por el propio Chérid, justo 5 a?os y un día después del de Carrero Blanco, por el mismo procedimiento que el del presidente franquista, la voladura de un coche, ofrece una singularidad a?adida. El máximo líder de ETA estaba a punto de abrir un diálogo con la Consejería de Interior del Consejo General Vasco, cuyo titular era José María Benegas, y con el visto bueno del entonces ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa. Aquel, asesinato frustró las expectativas de diálogo.
Chérid organizó también el asesinato de otros dirigentes de ETA: José Martín Sagardia, Usurbil, en diciembre de 1980; intentó el de otro de los principales jefes, Eugenio Etxebeste Antxon, e hirió al hermano del sucesor de Argala, ?ngel Iturbe Abásolo, en las mismas fechas.
También se le atribuye, entre otros, el asesinato del bar Hendayais, un ametrallamiento que costó la vida a dos ciudadanos franceses y heridas a otros cinco, en noviembre de 1980. Cruzó el charco y en Caracas asesinó a una pareja de refugiados vascos, Jokin Etxeberria y Esperanza Arana, en la misma época. Tras una breve temporada de tregua revivió sus andanzas con las siglas de los GAL y con José Amedo como interlocutor. El accidente de Biarritz le impidió cometer más desmanes. Pero le sucedió Jean-Philippe Labade.
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