Justicia pol¨ªtica
La dura campa?a del Gobierno y del PSOE contra Garz¨®n corre el riesgo de volverse contra sus autores. Pues la muy espa?ola reacci¨®n de solidaridad por encima de todo, Fuenteovejuna, todos a una, muy en la tradici¨®n clientelista y caciquil de la "vieja" pol¨ªtica (Ortega dixit), que antepone la amistad y la lealtad a todo, incluso al bien del Estado, est¨¢ transformando el enjuiciamiento de varios ex pol¨ªticos en una perversa pugna entre el PSOE-Gobierno y el poder judicial.Pues bien, m¨¢s all¨¢ del barullo de los mensajes hay varias cosas que emergen claras y n¨ªtidas. La primera de ellas es que nada tienen que ver las intenciones, motivos, pasiones o deseos del se?or Garz¨®n con sus deberes como juez. Las razones ¨ªntimas que mueven a actuar a la gente son secundarias cuando hablamos de todo tipo de cargos p¨²blicos. Puede que a un juez le mueva el ansia de venganza contra la sociedad porque fue maltratado por su padre; puede que un pol¨ªtico s¨®lo desee satisfacer su ego narcisista alentado por una madre ed¨ªpica, puede que a un profesor, frustrado en su hogar, le encante suspender a los alumnos. Puede, y eso tiene inter¨¦s para la petite histoire de los personajes. Pero lo importante es lo que hacen dentro del marco de sus atribuciones, de acuerdo con el procedimiento, en cumplimiento de su deber profesional. Es evidente que hay indicios de delito; es evidente que a Garz¨®n le corresponde indagar esos indicios y profundizar en ellos. Lo preocupante ser¨ªa que no lo hiciera. Dejemos de preguntarnos si quer¨ªa o no ser ministro: ?a qui¨¦n le importa?
En segundo lugar, puede que no sea muy acertada la legislaci¨®n que concede servicios especiales a un juez que se traslada a la pol¨ªtica. Puede. Pero no se le puede achacar a una persona que act¨²a dentro de la ley; menos a¨²n por quienes hicieron esa ley; y menos a¨²n por quienes trataron de beneficiarse pol¨ªticamente de esa ley incorporando a un buen n¨²mero de jueces estrella en su candidatura. Y que s¨®lo ahora descubren que la norma no es acertada.
En tercer lugar, puede que Garz¨®n haya tenido relaciones, buenas o malas, con Vera, suficientes como para enturbiar su imparcialidad. Puede, y por ello es razonable que Vera, al fin y al cabo un encausado que hace lo mejor para su defensa, lo recuse; es incluso razonable (aunque bordea la argucia de leguleyo) que recuse tambi¨¦n al sustituto del recusado. Pero el tr¨¢mite procesal ya se ha zanjado de acuerdo con el procedimiento legal y, por lo tanto, el tema pertenece a la historia. Y si no, ya se ver¨¢ en la instancia judicial apropiada.La pregunta es: ?c¨®mo evitar que las decisiones de Garz¨®n o cualquier otro juez provoquen espasmos pol¨ªticos, turbulencias monetarias, esc¨¢ndalos en la opini¨®n p¨²blica? Dicho de otro modo, ?qu¨¦ ha hecho de los jueces los ¨¢rbitros pol¨ªticos hasta el punto de que el Ejecutivo no puede gobernar y depende d¨ªa a d¨ªa, hora a hora, de lo que se decida en la Audiencia o en la plaza de Castilla? Y la respuesta es inmediata: la tozuda insistencia en que la presunci¨®n judicial de inocencia es tambi¨¦n presunci¨®n pol¨ªtica de inocencia. Pues los pol¨ªticos no s¨®lo deben ser honestos; tienen el deber de parecerlo, de modo que la justicia pol¨ªtica es mucho m¨¢s exigente que la de los tribunales. Y si no hay responsabilidad pol¨ªtica no s¨®lo se desarma al Parlamento (?en qu¨¦ queda el control del Ejecutivo?), sino, lo que es peor, se traslada (y pospone) toda la responsabilidad pol¨ªtica, al judicial y a los medios de comunicaci¨®n. Pues si Vera o cualquier otro hubiera tenido ya su enjuiciamiento parlamentario nada importar¨ªa pol¨ªticamente lo que pudieran decidir ahora los jueces.
De modo que no son los jueces quienes politizan la justicia, sino aquellos pol¨ªticos que se niegan a asumir sus responsabilidades argumentando que todo el mundo es inocente si no se ha dictado sentencia firme. Por ese camino, tenemos politizaci¨®n de la justicia para un par de lustros; hasta que el tema sea zanjado en el Supremo (o en Estrasburgo).
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