Amanece Madrid
La ciudad emplea cada d¨ªa cinco horas en despertar y ponerse en marcha
En Madrid tambi¨¦n canta el gallo. Cada d¨ªa, minutos antes de las seis de la ma?ana, el chirrido de las rejas del metro, de las cafeter¨ªas y de los quioscos se convierten en canto ma?anero sobre el asfalto. Son sonidos que reconocen todos los habitantes del centro, y constituyen un despertador natural encargado de se?alar que ha llegado el momento de despabilarse. Para entonces ya ha salido de su casa el 1,7% de poblaci¨®n activa. Tan s¨®lo cuatro horas despu¨¦s, a las diez, el resto del mill¨®n y medio de trabajadores de la regi¨®n -un 60% concentrado en la capital- tambi¨¦n habr¨¢ saltado de la cama. En apenas cinco horas la ciudad estar¨¢ despierta.Aunque en gran parte es cierto el t¨®pico de que la ciudad nunca duerme, Madrid pone un pie fuera de la cama a las seis de la ma?ana -casi dos horas antes del amanecer- y salta definitivamente a la calle a las ocho. La franja horaria que va de ocho a nueve concentra el mayor movimiento de poblaci¨®n cada d¨ªa. Los atascos, term¨®metro y pesadilla de esta coincidencia horaria, son prueba de ello.
Seg¨²n la macroencuesta de movilidad ciudadana que desde hace 10 a?os utiliza para sus estudios el Consorcio de Transportes, el 40% de los trabajadores madrile?os sale de sus casas entre las ocho y las nueve. De seis a ocho lo hace un 31,7%; y de nueve a diez, un 28,2%. La Red Autom¨¢tica de Contaminaci¨®n Ac¨²stica registra a las ocho el mayor estruendo del d¨ªa. Seg¨²n este registro, el silencio empieza a desaparecer entre las cinco de la madrugada y las seis de la ma?ana; y al llegar las ocho el ruido es ensordecedor.La transformaci¨®n de Atocha
Diez minutos antes de las seis de la ma?ana la glorieta de Atocha es un lugar tranquilo por donde s¨®lo pasa alg¨²n noct¨¢mbulo. Cuando el reloj marca las seis, el movimiento surge casi de sopet¨®n. A, pesar de la hora, Luisa Romero, de 53 a?os, lleva sus labios bien pintados; su sonrisa es radiante. Ella y Rosa Esteban, de 46 a?os, son dos de las 4.000 limpiadoras de oficinas y edificios p¨²blicos que cada madrugada llegan al centro de la ciudad para sacar brillo a mesas, tel¨¦fonos y suelos. Rosa llega de Villaverde Alto; Luisa, de Orcasitas. Limpian en la oficina financiera de Pryca, y a las las 9.30 regresan a sus casas. "Para seguir limpiando", afirman. El buen humor de estas dos mujeres es una excepci¨®n en la fr¨ªa y oscura madrugada. Aunque para ellas madrugar es un verdadero suplicio, disfrutan con sus tertulias en el autob¨²s antes de llegar a Pryca.
A las seis, en la estaci¨®n de cercan¨ªas de Atocha, son muchas m¨¢s las mujeres que los hombres. "Trabajo en un hotel", "yo limpio un banco", comentan. Todas tienen un denominador com¨²n: su mano izquierda agarra una bolsa de pl¨¢stico con la bata qu¨¦ utilizan para su trabajo.
Una hora despu¨¦s, a las siete, (el 11,2% de la poblaci¨®n activa madrile?a ya est¨¢ en marcha) se ha invertido la proporci¨®n y la mayor¨ªa de la gente que circula son hombres. El tr¨¢fico empieza a ser insoportable y en los autobuses no queda sitio para ir sentado. A esa hora, en el aeropuerto de Barajas despega el primer puente a¨¦reo del d¨ªa. Est¨¢ completo a diario.
Los madrile?os invierten una media de 30 minutos en desplazarse de sus casas al trabajo. Y son los habitantes de la llamada almendra de Madrid (cuya frontera es la M-30) los m¨¢s privilegiados: un 72% trabaja dentro de los imaginarios muros de la circunvalaci¨®n.
Leer el peri¨®dico, tomar un caf¨¦ o coger el metro es posible en Madrid a las seis. Los primeros en quitarse las lega?as son -antes que las limpiadoras como Luisa y Rosa- los comerciantes, primer gran n¨²cleo de trabajadores que cada d¨ªa despega los ojos. Mercamadrid, la despensa de la capital, es la culpable. All¨ª se vende, desde las cinco de la madrugada, la fruta, la verdura y el pescado que a partir de las diez ofrecer¨¢n los peque?os y grandes comerciantes en sus puestos y tiendas. Lo tradicional es que los primeros en llegar a este gigantesco centro de abastecimiento sean aquellos comerciantes que quieren elegir los mejores productos.
F¨¦lix V¨¢zquez, de 51 a?os, y su hijo Fernando, de 21, regentan una de las fruter¨ªas de m¨¢s prestigio de Madrid, Fruter¨ªa V¨¢zquez (situada en Ayala, 11). En sus manos est¨¢n, dicen, los mejores productos. El refr¨¢n "a quien madruga, Dios le ayuda" constituye para esta familia uno de sus lemas. El otro es "no por mucho madrugar amanece m¨¢s temprano". Ellos los conjugan as¨ª: "De martes a s¨¢bado nos levantamos a las cuatro menos cuarto, para estar antes de las. cinco en Mercamadrid. Hay que ser de los primeros para poder elegir. Si llegas a las seis te arriesgas a no encontrar los mejores productos. La diferencia de una hora a otra es enorme. Pero igual de importante que madrugar es tener ojo para encontrar el mejor producto", explica Fernando. Desde los 16 a?os acompa?a a su padre a Mercamadrid y, aunque todav¨ªa no se ha acostumbrado a madrugar -"nunca lo har¨¦"-, sabe que es inevitable para mantener la hegemon¨ªa de su negocio.
Consumo de agua tempranero
Fernado y su padre forman parte de ese 1,7% de ciudadanos que provocan el primer tir¨®n en el consumo de agua de Madrid, que se produce al llegar las cinco de la madrugada, seg¨²n datos del Canal de Isabel II.
Curiosamente, el segundo tir¨®n en el consumo de agua -el mayor del d¨ªa- vendr¨¢ mucho m¨¢s tarde, a las once de la ma?ana, cuando el mill¨®n y medio de trabajadores de la regi¨®n ya est¨¢ en la calle. "No todo el mundo se ducha", aclaran en el Canal, "son las lavadoras y las cocinas las que provocan el subid¨®n". Gas Natural y Telef¨®nica, sin embargo, registran su primera subida a las siete de la ma?ana. Tir¨®n que, en ambos casos, llega a su tope al acercarse el mediod¨ªa.La confluencia de la calle de O'Donnell con la del Doctor Esquerdo constituye un importante cruce ma?anero. Tres cafeter¨ªas, .una estaci¨®n de metro y un quiosco de peri¨®dicos son los polos de atracci¨®n de la esquina. De seis a ocho la actividad es fren¨¦tica. Antes de las seis, dos conductores de las l¨ªneas 2 y 61 de la EMT se toman su caf¨¦ con churros antes de empezar la ruta.
En la puerta se cruzan con los
trabajadores de la F¨¢brica Nacional de Moneda y Timbre, que toman el ¨²ltimo aliento antes de entrar en el gigantesco edificio que d¨ªa a d¨ªa pare billetes, monedas y sellos; a las siete, una horda de enfermeras de. los hospitales Gregorio Mara?¨®n y Santa Cristina se apodera de la zona; de ocho a nueve les toca el turno a los estudiantes y a las amas de casa que acompa?an a sus hijos al colegio y que luego siguen hacia el mercado, que abre a las diez.Parad¨®jicamente, este n¨²cleo que concentra tanta actividad est¨¢ enclavado en el distrito que m¨¢s tarde se despierta de Madrid: Retiro. Seg¨²n la encuesta manejada por el Consorcio, de Transportes de Madrid, en el distrito de Retiro s¨®lo un 0,1% de sus residentes activos sale de casa entre las cinco de la madrugada y las seis de la ma?ana. Mientras que en distritos como Carabalnchel, el Puente y la Villa de Vallecas, Villaverde y Vic¨¢lvaro, el despertador ya suena a esas g¨¦lidas horas.
"Sin hacer, ruido"
Andr¨¦s Rosado, de 52 a?os, trabaja desde hace 18 en uno de los bares de esta agitada confluencia del Doctor Esquerdo con O'Donnell. Rosado, que vive en el n¨²mero 147 de la calle de Hermosilla, se levanta todos los d¨ªas a las cuatro de la madrugada -"a esa hora s¨®lo hay lobos", dice- y camina hasta la cafeter¨ªa, donde desayuna poco antes de abrir las puertas al p¨²blico. "A esas horas, en casa no puedo hacer ni un ruido", explica. -
El camarero entra a las 4.45, prepara las tazas y la masa de los churros -las porras llegan cada ma?ana de la mano de Angel, de 23 a?os, el repartidor de churros del barrio- y lo deja todo listo hasta las seis, cuando abre las puertas. Rosado, que se acuesta a las 23.30 y nunca deja de dormir la siesta -"mi cuerpo es un reloj"-, no puede evitar despertarse los ' domingos -su ¨²nico d¨ªa de descanso- a las cuatro de la madrugada. "Me quedo en la cama despierto, intentando no molestar a mi mujer y a mis hijos, pero a las ocho ya estoy harto y me levanto". El canto del gallo urbano le ha creado adicci¨®n. Dormir es un lujo que ha olvidado.
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