La alegr¨ªa en el cuerpo
Los guardias civiles de un puesto rural de La Coru?a conf¨ªan en que la captura de Luis Rold¨¢n sirva para "volver a empezar"
La esposa del comandante de puesto segu¨ªa distra¨ªdamente el telediario cuando retumb¨® en sus o¨ªdos la noticia esperada tanto tiempo. Baj¨® las escaleras del cuartel, un edificio construido hace unos 20 a?os en una zona rural pr¨®xima a Santiago de Compostela, y sorprendi¨® al agente de guardia: "Han detenido a Rold¨¢n". Pero nadie le crey¨®. "Es una broma, mujer. Estamos en carnaval", conjetur¨® el agente. En ese momento, lleg¨® su marido y tampoco daba cr¨¦dito. "No s¨¦ por qu¨¦ raz¨®n, pero me costaba trabajo creerlo", recuerda el responsable del puesto con cara de no haber cumplido a¨²n los 30.Unos pusieron la radio, otros zapearon en busca de una confirmaci¨®n e incluso hubo quien recurri¨® al teletexto. Y por fin se convencieron de que no era una carnavalada. Rold¨¢n hab¨ªa ca¨ªdo y la mujer, hija de guardia civil, esposa de guardia civil y con varios familiares guardias civiles, sinti¨® una "tremenda alegr¨ªa" porque no esperaba que apareciese tan pronto. "Conf¨ªo que pase muchos, muchos a?os entre rejas. Ha sido la mayor verg¨¹enza de la historia del cuerpo".
La mujer evoca la indignaci¨®n de su padre, ya jubilado, cuando oy¨® que Rold¨¢n se hab¨ªa llevado el dinero de la caja de hu¨¦rfanos de la Guardia Civil. El agente que est¨¢ junto a ella, bajo la bandera de la puerta del cuartel, rompe su silencio al o¨ªr el tema de conversaci¨®n: "Eso ha sido lo peor, lo que m¨¢s nos ha indignado a todos. Porque cada mes a nosotros nos descuentan 5.000 pesetas del sueldo para los hu¨¦rfanos. ?Se da cuenta?".
Todos quieren permanecer en el anonimato e incluso ruegan que no se cite el nombre del puesto porque temen que a sus superiores no les guste que hayan hablado con la prensa. Pero cuando el comandante va cogiendo confianza, se le ve que tiene ganas de desfogarse porque ha aguantado demasiado choteo. "Los ¨²ltimos meses han sido muy desagradables", asegura, "ibas a meterle una multa a alguien y lo primero que hac¨ªa era reprocharte que nuestro jefe se hubiese escapado. Y t¨², claro, qu¨¦ les ibas a decir. Pues recordarle que estabas cumpliendo con tu trabajo y nada m¨¢s". Los agentes de este puesto tambi¨¦n participaron en la b¨²squeda del ex director general. Durante los primeros d¨ªas de su desaparici¨®n, cuando se comentaba que permanec¨ªa en Galicia junto a su esposa, Blanca Rodr¨ªguez Porto, les encargaron que hiciesen comprobaciones en los hoteles de la zona. La gente les daba la lata con llamadas en las que juraban haber visto a Rold¨¢n debajo de las piedras. Y el comandante barruntando una frase que hab¨ªa o¨ªdo a alguien aquellos d¨ªas:' "Esto es como si se descubre que un cura fuese due?o de una casa de citas".
Aunque a ¨¦l no le sorprendieron las fechor¨ªas de Rold¨¢n, ya que, seg¨²n dice, "en este ambiente de corrupci¨®n, todo es posible". Sin embargo, su esposa y otros agentes se resist¨ªan a creer lo que publicaba la prensa. Se convenc¨ªan de que eran inventos sensacionalistas, argucias para vender peri¨®dicos de editores sin escr¨²pulos. Uno de los agentes incluso le ve¨ªa como un hombre que "logr¨® grandes ¨¦xitos contra el terrorismo y trat¨® de modernizar el cuerpo".
Huido Rold¨¢n, ya no hubo lugar a la duda. Entonces, el comandante miraba para el cuartel, en el que viven ocho agentes con sus familias, y se desesperaba: "?l se hab¨ªa llevado un mont¨®n de dinero y nosotros aqu¨ª apa?¨¢ndonos hasta hace poco con un Land Rover y un cuatro latas que no serv¨ªa m¨¢s que para hacer de barricada".
A su esposa no le preocupa que Rold¨¢n haya vuelto para tirar de la manta. Se declara tan contenta que incluso sugiere que "si tiene que caer el Gobierno porque fue c¨®mplice de ¨¦l, pues que caiga". El marido muestra sobre todo una sensaci¨®n de alivio: "Su detenci¨®n nos permitir¨¢ recuperar prestigio. Es como volver a empezar".
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