Montaje
El montaje de la entrega de Rold¨¢n amenaza con causar no s¨®lo la defenestraci¨®n de Belloch sino la derrota de la estrategia gubernamental. Ya se sab¨ªa que, fuera cual fuese la forma de presentarlo, la prensa y la oposici¨®n le iban a buscar tres pies al gato, tratando de reconvertir en argumento a su favor lo que objetivamente supon¨ªa la refutaci¨®n de su postura, hasta aqu¨ª comprometida en sostener la tesis de la responsabilidad del Gobierno en la desaparici¨®n de Rold¨¢n. Pero lo que no cab¨ªa esperar era que el propio Belloch les facilitase la tarea por acci¨®n u omisi¨®n, al protagonizar un montaje tan inveros¨ªmil como trucado. Tanto es as¨ª que no se sabe c¨®mo explicarlo mejor para su descargo, si como una trampa que le tendieron (?el CESID, Vera, El Mundo, Paesa, Rold¨¢n?), y de la que habr¨ªa sido v¨ªctima por su inexperta ingenuidad, o como un tr¨¢gico error de c¨¢lculo, que le habr¨ªa llevado a precipitarse demasiado cometiendo la imprudencia irreparable de sortear las condiciones de la entrega para poder presentarla ante la galer¨ªa como una triunfal captura realizada sin trampa ni cart¨®n.Lo que s¨ª parece dudoso es que sea Belloch el autor del montaje, dado que ser¨¢ quien salga m¨¢s perjudicado. Ante una trama como ¨¦sta siempre hay que buscar a los sospechosos entre los posibles beneficiarios. ?Qui¨¦n podr¨ªa salir ganando cuando acabe toda esta confusi¨®n?: cualquiera (incluida Moncloa si se silencia el pasado) menos Belloch, que todav¨ªa no ten¨ªa hasta ahora nada que ocultar. Pero esto no disculpa la comisi¨®n de su imperdonable error, al caer en flagrantes defectos de forma. que jur¨ªdicamente invalidan la detenci¨®n de Rold¨¢n, lo que viene a demostrar que, finalmente, la esquizoidia de Belloch (de d¨ªa Doctor Jekyll, ministro de Justicia; de noche M¨ªster Hyde, ministro del Interior) le ha terminado por estallar entre las manos. Sus irregularidades procedimentales, extra?as en un juez, merecen su dimisi¨®n.
Pero eso no es todo, pues el fracaso de Belloch significa tambi¨¦n la p¨¦rdida del principal escudo con que contaba el Gobierno para justificar su estrategia de hibernaci¨®n o enfriamiento de los esc¨¢ndalos. No s¨®lo era Belloch el ¨²nico ministro que parec¨ªa intocable o al menos intocado (por lo que su prestigio constitu¨ªa ya la ¨²ltima reserva de autoridad moral que le quedaba al Gobierno), sino que adem¨¢s sobre ¨¦l descansaba en exclusiva la l¨ªnea pol¨ªtica que ven¨ªa siguiendo el Gobierno para justificar su actuaci¨®n (o, mejor dicho, para excusar su falta de actuaci¨®n). Se recordar¨¢ que, cuando la opini¨®n p¨²blica reclamaba explicaciones pol¨ªticas al reabrir los tribunales el caso GAL, el Gobierno se neg¨® a ofrecerlas alegando estar atado de manos por la independencia de la justicia y la presunci¨®n de inocencia, pero al mismo tiempo sus portavoces nos tranquilizaban sosteniendo que la presencia de Belloch y sus secretarias de Estado (jueces independientes tambi¨¦n) constitu¨ªa la mejor garant¨ªa de que, al final, la justicia resplandecer¨ªa: s¨®lo bastaba esperar y ver.
As¨ª, gracias a Belloch, el Gobierno logr¨® refugiarse en el silencio planteando una guerra de nervios en la que pod¨ªa permitirse el lujo de perder las batallas period¨ªsticas del d¨ªa a d¨ªa con la esperanza de desgastar a largo plazo a la oposici¨®n conforme ¨¦sta se impacientase, incrementando su escalada de insultos hasta perder hist¨¦ricamente los nervios, como sucedi¨® en efecto. Pero ahora, el error de Belloch ha borrado la victoria a los puntos que comenzaba a lograr el Gobierno, suponiendo un inesperado bal¨®n de ox¨ªgeno para la oposici¨®n.
?Significa la ca¨ªda de Belloch un completo rev¨¦s para la estrategia de La Moncloa? Podr¨ªa ser. Pero tambi¨¦n cabr¨ªa sospechar algo m¨¢s retorcido. Si la ingenier¨ªa pol¨ªtica que sirve a Moncloa es tan maquiav¨¦lica como parece, puede que entre sus objetivos figure el de quemar no s¨®lo a la oposici¨®n, sino adem¨¢s a todos los jueces tambi¨¦n, incluyendo a Belloch (y a sus secretarias de Estado) entre ellos. Y a fe que, de ser ¨¦sa su intenci¨®n, lo habr¨¢ logrado con creces. ?Habitar¨¢n en Moncloa intereses que divergen de los de Parcent?
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