Los alcoh¨®licos brit¨¢nicos vuelen a beber tras ser trasplantados
Un trasplante de h¨ªgado cuesta en el Reino Unido a la sanidad p¨²blica alrededor de 12 millones de pesetas. Los m¨¦dicos calculan que un 10% de sus receptores son alcoh¨®licos que vuelven a beber tras la operaci¨®n. La escasez de donantes y el poco ¨¦xito registrado con los bebedores ha provocado tensiones en los centros quir¨²rgicos especializados en este tipo de intervenciones. Sus responsables no descartan sacar a los bebedores empedernidos de las listas de espera para trasplante hep¨¢ticos si no abandonan el h¨¢bito en firme.El estudio m¨¢s reciente sobre la incidencia de los fallos hep¨¢ticos tras recibir un nuevo h¨ªgado revela que un 90% de los alcoh¨®licos trasplantados bebe de nuevo. En algunos casos, las cantidades de alcohol ingerido llegan a alcanzar el equivalente a cuatro botellas de vino diarias. El nuevo ¨®rgano no lo soporta y suele fallar a los dos a?os.
Para algunos psiquiatras lo mejor ser¨ªa tratar al alcoh¨®lico como un paciente que sufre un desorden psicol¨®gico m¨¢s. Tambi¨¦n se ha propuesto exigirles que se comprometan a olvidar el alcohol para siempre una vez operados. En estos momentos ya tienen que dejarlo por lo menos un a?o antes de entrar en el quir¨®fano para recibir un nuevo ¨®rgano.
El comportamiento de este grupo de pacientes constituye una aut¨¦ntica pesadilla para la Fundaci¨®n Hep¨¢tica Brit¨¢nica. En este pa¨ªs, las donaciones de ¨®rganos son dif¨ªciles y escasas. Sugerir que algunos enfermos "tiran el dinero invertido en ellos" puede entorpecer la captaci¨®n de fondos para nuevos trasplantes.
El caso del fumador
A pesar del malestar reinante, no se habla a¨²n seriamente de la posibilidad de negar operaciones a los alcoh¨®licos. Pero antecedentes muy cercanos en el Reino Unido muestran como a los m¨¦dicos cada vez les preocupa m¨¢s la relaci¨®n entre los estilos de vida de sus pacientes y el pron¨®stico de cualquier intervenci¨®n a que se sometan.
Porque el tabaquismo s¨ª se ha interpuesto ya entre los fumadores y sus m¨¦dicos. En agosto de 1993, un enfermo del coraz¨®n, fumador, falleci¨® en Londres sin llegar al quir¨®fano. Durante varios meses los especialistas se negaron a operarle por culpa de su afici¨®n al humo.
Cuando por fin el paciente iba a ser intervenido muri¨® a causa de su dolencia cardiaca. Ese mismo a?o, un ginec¨®logo de la ciudad de Birmingham neg¨® igualmente un tratamiento de fertilizaci¨®n a una joven de 22 a?os por ser fumadora.
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