El encelamiento del jugador
Cuando las situaciones se tuercen no se sabe nunca qu¨¦ es peor, si confiar en que se enderezar¨¢ y luchar denonadamente por ello o, por el contrario, lanzar la toalla para minimizar las p¨¦rdidas. A favor de lo segundo est¨¢ la experiencia (con demasiada frecuencia contrastada) de que toda situaci¨®n, por mala que sea, es capaz de empeorar, pues, al final, todo lo que puede ir mal va mal. A favor de lo primero est¨¢ la esperanza en un golpe de suerte o la confianza, a veces desmedida e imprudente, en las propias capacidades. Pues tambi¨¦n, a veces, las situaciones mejoran.Supongo que el Gobierno y su presidente llevan deshojando esa margarita hace meses, al menos desde el varapalo de las elecciones europeas. Pero lo peor de esas situaciones es que, como el jugador encelado con la mala suerte, cuanto m¨¢s se pierde, m¨¢s necesidad hay de seguir jugando para recobrar las p¨¦rdidas, con el resultado previsible de que ¨¦stas aumenten. De modo que, con no poca frecuencia, el propio intento de remediar la situaci¨®n la empeora.
En la vida, en el juego, en la actividad empresarial, en la pol¨ªtica, hay siempre un momento razonable para abandonar: cuando las p¨¦rdidas comienzan a afectar a lo esencial, cuando se est¨¢ perdiendo, no ya la inversi¨®n, sino el capital, cuando el patrimonio est¨¢ siendo afectado. Entonces la prudencia aconseja aceptar las p¨¦rdidas, retirarse y recomponer la situaci¨®n. Son los momentos m¨¢s delicados, pues a nadie le gusta perder, de modo que, aquellos que aconsejan al jugador que abandone el tapete pueden parecer asustados derrotistas, o incluso mensajeros del enemigo, mientras que quienes aconsejan seguir, mantenerse y aguantar, aparecen como valerosos y aguerridos cruzados. Y nunca se sabe a priori qui¨¦n tiene raz¨®n.
Todo parece indicar que ese momento est¨¢ ya detr¨¢s de nosotros y lo superamos hace meses. Y quienes votamos ilusionados al PSOE en 1982 y lo apoyamos despu¨¦s, asistimos, no ya entristecidos, sino irritados, al espect¨¢culo lamentable de su hundimiento, al despilfarro de su capital pol¨ªtico, a la agudizaci¨®n de su soledad, al enrocamiento numantino de sus l¨ªderes, que se han atado al palo mayor, pero, al tiempo, han taponado sus o¨ªdos con cera y parecen no ver, no saber, no entender. Y ello es muy malo para todos. Malo para ellos, aunque no quieran creerlo, y malo, muy malo, para los espa?oles.
Hace meses solicit¨¦ un adelanto de las elecciones, pues preve¨ªa que el PSOE ya s¨®lo pod¨ªa perder y, por tanto, se aseguraba la minor¨ªa m¨¢xima posible. Puede que mi argumento no fuera correcto, pero en todo caso, lo han hecho correcto los muchos errores cometidos desde entonces. Hoy es ya obvio que no hay otra alternativa, y no para beneficio del PP, sino para beneficio del PSOE y de los espa?oles.
Desde luego, no porque el electorado le d¨¦ hoy la mayor¨ªa al PP, pues esto es confundir el mercado pol¨ªtico con el econ¨®mico. En aqu¨¦l debe existir un Ejecutivo estable y, en aras de la gobernabilidad, se ha establecido un mecanismo mixto: el mercado juega cada cuatro a?os y en el interregno gobierna quien gan¨® la ¨²ltima vez. De no hacerlo as¨ª, estar¨ªamos celebrando elecciones cada vez que el electorado se enfada con su Gobierno. No, pues, por los sondeos, sino por la ¨²nica raz¨®n v¨¢lida para adelantar elecciones: por el inter¨¦s general.
En primer lugar, para asegurar la estabilidad del sistema de partidos. La alternancia entre UCD y PSOE se hizo a costa de la destrucci¨®n del primero, y ello dej¨® al PSOE sin oposici¨®n durante al menos dos legislaturas y dej¨® a los espa?oles sin alternativa durante ese mismo periodo. Pues bien, corremos el riesgo de que la alternancia entre el PSOE y el PP se haga a costa de la destrucci¨®n del socialismo. No del PSOE, pues ¨¦ste, como partido, es incomparablemente m¨¢s s¨®lido de lo que era UCD. Pero s¨ª la destrucci¨®n del PSOE como posibilidad electoral. Y ello es grave por al menos tres razones: porque pone otra vez patas arriba el sistema de partidos dise?ando un escenario de oposici¨®n IU-PSOE / PP, izquierda-derecha, con sindicatos en pie de guerra, que es el peor horizonte posible; porque nos dejar¨ªa a los espa?oles otra vez sin alternancia durante muchos a?os, y finalmente, porque condenar¨ªa al ostracismo a una nueva generaci¨®n de pol¨ªticos; en pocos a?os, (1975-1982) devoramos dos generaciones: la de los ¨²ltimos del franquismo y la siguiente de UCID (entremedias hubo otra, la de la transici¨®n propiamente, tambi¨¦n desaparecida). ?Podemos permitirnos el lujo de destruir una tercera, la socialista?
Por supuesto, adelantar las elecciones es, no ya lo mejor, pero s¨ª lo menos malo para el PSOE, pues el riesgo de fracaso en las pr¨®ximas municipales y auton¨®micas (que, una vez m¨¢s, son un test de credibilidad del Gobierno), es casi una certeza, y ese fracaso le obligar¨¢, a rastras, a convocar las generales para enero de 1996 (tras la presidencia espa?ola de la UE), que perder¨¢ dram¨¢ticamente. Ya se est¨¢ viendo que la recuperaci¨®n econ¨®mica no eleva el debilitado techo potencial de voto socialista, sino m¨¢s bien al contrario. Pero, adem¨¢s, estamos en el umbral del hundimiento del suelo del PSOE, sin duda s¨®lido, pero atacado a diario, no por el PP, pero s¨ª por Izquierda Unida. Pues si el PP trabaja sobre los votos de los renovadores, IU lo hace sobre los guerristas, de modo que la divisi¨®n de hace un a?o ha dejado las huestes preparadas para la emigraci¨®n. El PP ha bajado el techo electoral del PSOE; FU est¨¢ minando su suelo. Y no olvidemos que tradicionalmente el PSOE ha estado debilitando a IU en virtud del voto ¨²til, lo que es dudoso que vuelva a ocurrir. Todo hace sospechar que el PSOE hace meses que perdi¨® las pr¨®ximas elecciones y ya s¨®lo puede salvar lo que se puede salvar: un grupo parlamentario razonable que act¨²e como oposici¨®n firme, evitando un hundimiento a la francesa que asegurar¨ªa mayor¨ªas absolutas al PP por dos o quiz¨¢ tres legislaturas. Hace meses, la alternativa era irse con honor y un grupo parlamentario fuerte. Hoy, la alternativa pasa por salvar el honor que pueda quedar, pero, sobre todo, salvar algo m¨¢s importante: la estabilidad de una de sus m¨¢s importantes instituciones pol¨ªticas, el partido socialista. Pues actualmente el. riesgo real es una alternativa a la italiana, que ya asoma con fuerza por el horizonte.
Es tambi¨¦n la mejor para el PP, no por las razones obvias de que ello le llevar¨¢ a ganar, sino porque ello le llevar¨¢ a ganar, pero no tanto. Los estrategas del PP saben bien que, cuanto m¨¢s se prolongue la agon¨ªa, mejor para ellos, pues mayores son las probabilidades de que la doble sangr¨ªa del PSOE les asegure la mayor¨ªa, incluso la absoluta. Es m¨¢s, incluso por razones de renovaci¨®n demogr¨¢fica del cuerpo electoral, el tiempo juega en contra del PSOE y a favor de IU y PP. Pero por eso justamente ser¨ªa muy pernicioso para el PP (y Espa?a) que ganara por mayor¨ªa absoluta. Pues el PP dista de estar maduro como partido; mientras la ¨¦lite directora de G¨¦nova se ha centrado, sus cuadros provinciales y parte de su electorado est¨¢n en la derecha-derecha, lo que le impide articular un mensaje coherente. Una mayor¨ªa absoluta ahora confirmar¨ªa ese posicionamiento pol¨ªtico y abortar¨ªa la formaci¨®n de un centro-derecha liberal, cosa que parece Aznar desea hacer, pero que har¨ªa con mayor firmeza si es obligado a ello por un electorado a la expectativa, que le obligue a buscar el voto centrista para asegurarse la mayor¨ªa absoluta en las siguientes.
Finalmente, es bueno para Espa?a porque s¨®lo as¨ª se calmar¨¢ la pol¨ªtica y podremos abordar con serenidad la recuperaci¨®n econ¨®mica. Como ocurre frecuentemente, el sentido com¨²n invierte la causalidad de los procesos. No son los esc¨¢ndalos pol¨ªticos o econ¨®micos lo que est¨¢ hundiendo al Gobierno; es la debilidad del Gobierno lo que transforma la corrupci¨®n en esc¨¢ndalo. Pues para que la corrupci¨®n se transforme en alarma social es imprescindible que la autoridad carezca de respuesta convincente, es decir, cre¨ªble. Un Gobierno fuerte (como el de los a?os 1982 a 1993) hubiera podido contener los esc¨¢ndalos d¨¢ndoles salidas pol¨ªticas y evitando as¨ª su judicializaci¨®n. Es cierto que no lo hizo y su insistencia en obviar la responsabilidad pol¨ªtica ha anulado el Parlamento y politizado la justicia. Entonces pudo haberlo hecho. Hoy ya no, y por esa misma raz¨®n los esc¨¢ndalos (no ya la corrupci¨®n) van a continuar sin fin, es decir, hasta el fin de la legislatura, pues cada uno alimenta el siguiente y cada pacto no cumplido alimenta la publicaci¨®n de otro dossier que lleva a otros a la justicia, otros que declarar¨¢n tan pronto se sientan abandonados, en un perverso juego inverso de la pir¨¢mide.
Si la Constituci¨®n prev¨¦ el mecanismo de adelanto electoral es para utilizarlo. ?Cu¨¢ndo? Sin duda, cuando el Gobierno no puede gobernar, cuando no hay Gobierno de hecho aunque s¨ª de derecho, en resumen, cuando el Gobierno no es capaz de aglutinar fuerzas suficientes para gobernar. Por las razones que sean. Pues bien, ¨¦sa es la situaci¨®n en que nos encontramos hace ya m¨¢s de siete meses: con un Gobierno que no consigue levantar cabeza y recuperar la iniciativa. De modo que si no son ¨¦stas las circunstancias apropiadas para utilizar ese mecanismo constitucional, ser¨ªa bueno que alguien nos aclarara para cu¨¢ndo est¨¢ previsto.
Comprendo que es pedir mucho del PSOE que renuncie al poder en medio de este terrible ruido y cuando a¨²n le queda media legislatura. Pero debe de meditar seriamente, no s¨®lo que los partidos son patrimonio de la naci¨®n y tanto o m¨¢s que de sus militantes, sino, sobre todo, que, en la situaci¨®n actual, cada mes ganado ahora puede ser un a?o perdido m¨¢s adelante. El abrazo del PNV y CiU en este momento, temerosos de otra mayor¨ªa, puede ser mortal.
Estoy convencido de que, tan pronto se anuncie el d¨ªa de las elecciones, la pol¨ªtica retomar¨¢ su vigor y dejar¨¢ de hacerse en los juzgados, las salas de redacci¨®n o los terminales de los brokers internacionales.
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