La reforma del Estado
Las cifras macroecon¨®micas de Am¨¦rica Latina revelan que la regi¨®n habr¨ªa superado los momentos m¨¢s duros de la crisis de los a?os ochenta. En general prevalece un panorama de estabilidad econ¨®mica, despu¨¦s de agudos procesos inflacionarios, y por tercer a?o consecutivo la econom¨ªa ha crecido por encima del crecimiento de la poblaci¨®n. La crisis mexicana levanta leg¨ªtimas preocupaciones, pero no contradice el fondo de esas tendencias. Esas se?ales para el optimismo no deben, sin embargo, conducir a la irresponsabilidad de ignorar lo problemas que subsisten y que, en algunos casos, se han agravado. La tasa promedio anual de crecimiento, del orden del 3,5%, es a¨²n muy baja y est¨¢ muy desigualmente distribuida entre los pa¨ªses y al interior de los mismos.Pero no basta con crecer m¨¢s aceleradamente. Durante todo el presente siglo y hasta antes de la crisis de los ochenta, la regi¨®n tuvo uno de los procesos de expansi¨®n econ¨®mica m¨¢s acelerados del mundo, y, no obstante, continu¨® produciendo pobres de manera infamante. La diferencia es que ahora la situaci¨®n es peor, pues Am¨¦rica Latina tiene m¨¢s pobres, en t¨¦rminos absolutos y como porcentaje de la poblaci¨®n, que antes de la crisis.
La primera gran conclusi¨®n a la cual han venido arribando los gobiernos de la regi¨®n es que las reformas econ¨®micas liberales, que han abierto las econom¨ªas a la competencia internacional y han dado al mercado una mayor importancia en la asignaci¨®n de los recursos, si bien son una condici¨®n indispensable para el crecimiento econ¨®mico, no bastan por s¨ª mismas para superar la pobreza. Es m¨¢s, y as¨ª lo demuestra la experiencia de los pa¨ªses desarrollados, el mismo proceso de crecimiento econ¨®mico no puede sostenerse excluyendo a gran parte de la poblaci¨®n de la producci¨®n y el consumo.
En este mundo de fin de siglo, para crecer no basta la abundancia de mano de obra y de recursos naturales. A diferencia del pasado, el crecimiento descansa fundamentalmente en el capital humano, en la habilidad y destreza de la poblaci¨®n. Si invertir en la gente -educaci¨®n, salud, recreaci¨®n, paz- es la clave del progreso, hay ahora una relaci¨®n positiva entre equidad y eficiencia econ¨®mica que es la clave de la lucha contra la pobreza. Erradicar la pobreza es no solamente una exigencia ¨¦tica y pol¨ªtica, sino tambi¨¦n una exigencia de la eficiencia econ¨®mica. Aqu¨ª descansa la renovada esperanza de curar esa lacerante herida de Am¨¦rica Latina.
Pero ello no ocurrir¨¢ espont¨¢neamente. El mercado, siendo el mejor sistema en cuanto a la asignaci¨®n de recursos y para promover la eficiencia, no produce por s¨ª solo competencia y equidad. El Estado tiene, por tanto, un papel insustituible en promover la competencia y la equidad, que es la esencia de la legitimidad del sistema democr¨¢tico. Se plantea, por tanto, con la misma urgencia que las reformas econ¨®micas, la reforma del Estado.
Hay en Am¨¦rica Latina una buena oportunidad para abordar la reforma del Estado con una perspectiva que supere los problemas del pasado y proporcione a los esfuerzos de desarrollo econ¨®mico un enfoque de integralidad y coherencia, de la cual han carecido. Por primera vez en todo este siglo, la regi¨®n ya . no se debate entre paradigmas ideol¨®gicos rec¨ªprocamente excluyentes. Este hecho arroja una primera y relevante conclusi¨®n para abordar la reforma del Estado: ya no se mira al Estado ni como la causa de todos los problemas, ni como la fuente de todas las soluciones. El Estado es parte del problema y parte de la soluci¨®n.
La segunda gran conclusi¨®n es que sin rehacer su capacidad fiscal es imposible que el Estado pueda cumplir un papel relevante en la compensaci¨®n de los desequilibrios socioecon¨®micos. Se requiere un m¨ªnimo de gasto p¨²blico social por debajo del cual es imposible revertir la tendencia a la mayor pobreza. As¨ª la sanidad fiscal se presenta, tambi¨¦n por primera vez, como un punto de encuentro entre quienes antes discut¨ªamos la pol¨ªtica econ¨®mica desde posiciones irreconciliables. Existe un amplio consenso en que la inflaci¨®n es el mayor enemigo del crecimiento y la equidad, y que sin capacidad fiscal no podr¨¢ el Estado abordar los gastos de educaci¨®n y salud que son la premisa de la erradicaci¨®n de la pobreza y del desarrollo econ¨®mico.
Finalmente, se trata de hacer mejor las cosas. No basta que el Estado gaste, m¨¢s en los sectores sociales, sino que gaste mejor. Aqu¨ª emerge ese gran actor que permaneci¨® oculto u oprimido durante d¨¦cadas de autoritarismo: la sociedad civil. La reforma del Estado requiere de una profunda redefinici¨®n de sus relaciones con la sociedad civil. ?ste es un proceso complejo, que entrega a las empresas responsabilidades productivas que antes ten¨ªa el Estado, pero que tambi¨¦n potencia a los municipios, las ONG, los sindicatos, los partidos pol¨ªticos; ese sinn¨²mero de organizaciones a trav¨¦s de las cuales la ciudadan¨ªa se ensancha y profundiza.
Una reforma que democratice el Estado, por un lado, y un proceso de fortalecimiento - de la sociedad civil, por otro, son procesos rec¨ªprocos y complementarios. Si se acepta que el fundamento de la ciudadan¨ªa est¨¢ constituido por la existencia de efectivas oportunidades econ¨®micas y libertades democr¨¢ticas para todos los ciudadanos, el proceso de fortalecimiento de la sociedad civil pasa necesariamente por la erradicaci¨®n de la pobreza y la consolidaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas.
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