Responder ?de qu¨¦ y ante qu¨ªen?
No hay responsabilidad sin compromiso. Tampoco hay responsabilidad sin libertad. Uno debe responder de lo que hace si no act¨²a coaccionado. Y debe responder ante quien tiene derecho a exigirle una determinada forma de conducta. Por el hecho de vivir en un Estado de derecho, los ciudadanos, adem¨¢s de ser sujetos de derechos, tienen ciertas obligaciones jur¨ªdicas de cuyo incumplimiento deben responder ante los representantes de la justicia. Por el hecho de vivir en un r¨¦gimen democr¨¢tico, los representantes del pueblo se comprometen a gobernar y a gestionar los asuntos p¨²blicos de acuerdo con unos programas e ideales determinados, de los que tambi¨¦n deben responder. Por el hecho de asumir unos principios ¨¦ticos, nos comprometemos a vivir conforme a ellos y a responder de ellos ante la conciencia. Repito, la responsabilidad supone una obligaci¨®n o un compromiso.. Se piden responsabilidades cuando el compromiso se rompe o las obligaciones se incumplen. De ah¨ª que el concepto de responsabilidad vaya inevitablemente unido al de culpa. Uno es responsable de lo que ha hecho mal, y esa responsabilidad implica el deber de purgar la culpa enmendando el da?o hecho o aceptando la pena correspondiente.
El tipo de compromiso adquirido determina, en gran medida, el tipo de responsabilidad y el modo de asumirla. De ah¨ª que haya que distinguir entre la responsabilidad jur¨ªdica, la responsabilidad pol¨ªtica y la responsabilidad moral. En la primera el compromiso es n¨ªtido: lo marca la ley y el delito est¨¢ tipificado. La responsabilidad jur¨ªdica la determina el juez. Hay un margen de interpretaci¨®n al aplicar la ley, sin duda, pero existe una medida objetiva, codificada. Porque es as¨ª, en principio nadie tiene obligaci¨®n de autoinculparse, todo el mundo est¨¢ protegido por la presunci¨®n de inocencia. Si existe la culpa, quedar¨¢ demostrada y, en consecuencia, se pedir¨¢n responsabilidades al inculpado oblig¨¢ndole a cumplir una condena.
La responsabilidad pol¨ªtica es m¨¢s subjetiva. No cuenta con el referente de la ley, est¨¢ m¨¢s cerca del sentimiento. El pol¨ªtico se siente responsable de lo que ha hecho -o de lo que dej¨® de hacer- al ser inculpado por la oposici¨®n o por los electores, cuando ¨¦stos le piden cuentas y no logra convencer de que cumpli¨® con su deber. Como cualquier otro ciudadano, el pol¨ªtico est¨¢ obligado a acatar la ley e incurre en responsabilidades jur¨ªdicas si no lo hace. Pero, adem¨¢s, tiene un contrato con la ciudadan¨ªa y debe demostrar la coherencia y la voluntad de mantenerlo en los t¨¦rminos esperados por loselectores. Lo que le obliga jur¨ªdica o pol¨ªticamente no es lo mismo. No es funcion de los ciudadanos, ni del Parlamento, hacer al pol¨ªtico responsable de presuntos delitos, pero s¨ª de otros incumplimientos: de no cumplir su programa, de ser incoherente con sus proclamas, de generar una crisis o no saber impedirla, de contribuir al descr¨¦dito general de la pol¨ªtica.
?De qu¨¦ forma el pol¨ªtico demuestra que asume su responsabilidad pol¨ªtica? ?Dimitiendo? ?Anticipando las elecciones? ?Con mociones de confianza? Tampoco est¨¢ claro. La oposici¨®n simplifica y frivoliza cuando pide la dimisi¨®n por cualquier motivo: igual por el caso Guerra, que por los GAL; igu¨¢l por el caso Rold¨¢n, que por el caso Palomino. Arist¨®teles habla de la "prudencia" del pol¨ªtico: la sabidur¨ªa de la decisi¨®n justa en el momento justo. Proponer la misma s¨¢lida sea cual sea el problema no es ni de sabios ni de prudentes. La dimisi¨®n no es la ¨²nica respuesta que prueba que un pol¨ªtico asume su responsabilidad. Lo que es imprescindible es que haya alguna respuesta y que sea convincente. Si el juez, con la ley en la mano, demuestra la culpabilidad o la inocencia, tambi¨¦n el ciudadano necesita una prueba y exige la respuesta adecuada. Saber darla es propio del buen pol¨ªtico.
Confundir la responsabilidad jur¨ªdica con la pol¨ªtica es "judicializar" la pol¨ªtica. Dejar que sean los jueces quienes prueben si este Gobierno -o el que hubo en su momento- fue responsable de los varios hechos que hoy son causa de sospecha, es inhibirse de otras responsabilidades que van m¨¢s all¨¢ que las jur¨ªdicas. Como bien vio Weber, el pol¨ªtico debe hacerse responsable de las consecuencias de sus actuaciones -no s¨®lo, de lo que supuestamente hizo en un momento dado-, consecuencias como las antes apuntadas: desprestigio de la pol¨ªtica, desconfianza en el proyecto socialista, crisis econ¨®mica, deterioro del clima pol¨ªtico.
Remitir las responsabilidades pol¨ªticas a la pr¨®xima convocatoria electoral tampoco parece demasiado satisfactorio. El modelo sigue siendo el jur¨ªdico. Por decirlo as¨ª, el pol¨ªtico -o su partido- se amparan en la presunci¨®n de inocencia, y dejan que sean las urnas las que determinen su culpabilidad. Es una opci¨®n, leg¨ªtima, sin duda, pero no muy gloriosa. Precisamente, cuando las urnas castigan, lo que est¨¢n diciendo es que no fue asumida la responsabilidad pol¨ªtica por parte del partido en cuesti¨®n. Por eso lo condenan. Lo condenan porque no estuvo a la altura de sus propios principios y no supo reconocerlo a tiempo.
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