La v¨ªa del sistema parlamentario
El concepto de responsabilidad pol¨ªtica, en un sentido general, no difiere del concepto de responsabilidad unido a toda acci¨®n social, tanto mayor cuanto m¨¢s importante es el grado de poder o de influencia del que disponemos. Los padres responden de c¨®mo tratan a sus hijos, los profesores de c¨®mo educan a sus disc¨ªpulos, los periodistas de c¨®mo informan a la opini¨®n, y as¨ª sucesivamente.Dada la trascendencia de las acciones y decisiones de los investidos de autoridad o representaci¨®n pol¨ªtica, es evidente que estamos ante supuestos de especial trascendencia en cuanto a la responsabilidad. Aparte de la que corresponde a la conciencia moral de cada uno, al juicio de la opini¨®n p¨²blica, y al pronunciamiento definitivo de la historia, es evidente que constituye una parte esencial de los arreglos constitucionales y, en definitiva, de la perfecci¨®n del sistema pol¨ªtico, el modo y manera en que se exige la responsabilidad de los hombres p¨²blicos.
En democracia, la m¨¢s importante exigencia de la responsabilidad se produce en el inapelable juicio de las urnas; precisamente por ello, en circunstancias de seria crisis, debe facilitarse la consulta al pueblo, en evitaci¨®n de mayores males, que pudieran afectar a la solidez de las instituciones.
Todos los sistemas constitucionales prev¨¦n la exigencia de responsabilidad criminales (como lo hace el art¨ªculo 102 de nuestra Constituci¨®n), con garant¨ªas espec¨ªficas en cuanto al fuero competente, a qui¨¦n puede ejercer la acusaci¨®n, etc¨¦tera. Es de notar que en los sistemas presidencialistas (como el norteamericano) ¨¦ste es, entre elecciones (que all¨ª tienen plazo fijo), el ¨²nico procedimiento para exigir, a la vez, responsabilidades pol¨ªticas, mediante el procedimiento de impeachment; es decir, de acusaci¨®n de la C¨¢mara de Representantes ante el Senado, que se constituye en tribunal, presidido a este efecto por el presidente del Tribunal Supremo.
Ahora bien, este procedimiento (recu¨¦rdese el caso del presidente Nixon y de su vicepresidente Agnew) resulta, en la pr¨¢ctica, de una extrema dificultad.' Procede del viejo procedimiento brit¨¢nico, que en el siglo XVII llev¨® al cadalso a alg¨²n c¨¦lebre ministro de Carlos I.
Moci¨®n de censura
La esencia del r¨¦gimen parlamentario, completado con el moderno sistema de partidos pol¨ªticos permanentes y organizados, ha llevado a un camino diferente. Sin mengua de la acci¨®n criminal, cuando corresponde, se estima que lo pr¨¢ctico es obligar al gobernante equivocado a dejar el cargo p¨²blico. Para ello se ha ideado la moci¨®n de censura (art¨ªculo 13), normalmente unida a la responsabilidad pol¨ªtica de todo el Gobierno. Ahora bien, el sistema m¨¢s oficial de la moci¨®n de censura ha de combinarse con la acci¨®n de los propios partidos. El Partido Conservador brit¨¢nico hizo dimitir a primeros ministros de la categor¨ªa de Churchill, Eden y Thatcher, por procedimientos internos y evitando el choque constitucional.
?C¨®mo se incurre en responsabilidad pol¨ªtica, as¨ª entendida? De muchos modos, cuyo juicio corresponde, en cada caso, a unos u otros, pero siempre en medio de equivocaciones notorias, de fallos econ¨®micos y sociales, de enfrentamientos con la opini¨®n; de mala elecci¨®n de colaboradores o de incapacidad para controlarlos. Todo ello con volumen y reiteraci¨®n suficiente para crear una crisis de confianza.
Aqu¨ª entramos en un terreno donde juegan la prudencia pol¨ªtica, la experiencia probada, la memoria hist¨®rica. La diferencia entre un pa¨ªs de alto nivel pol¨ªtico y otro peor dotado est¨¢ en la capacidad para hacer frente a estas situaciones. La capacidad para exigir sin conflictos graves la responsabilidad pol¨ªtica es la mejor demostraci¨®n de que se tiene responsabilidad p¨²blica.
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