Europa desdibujada
Se le a?orar¨¢. Apenas Fran?ois Mitterrand haya abandononado el palacio del El¨ªseo, los europe¨ªstas de Francia y el resto del Viejo Continente empezar¨¢n a notar su ausencia. Si este pr¨ªncipe de la ambig¨¹edad, el claroscuro e incluso el oportunismo ha tenido alguna convicci¨®n profunda, esa ha sido Europa. Mitterrand siempre ha sido firme y transparente al respecto: el mantenimiento de la paz y la prosperidad de Francia y sus vecinos pasa por profundizar la construcci¨®n europea. Ah¨ª el artista de la t¨¢ctica ha pensado y actuado con visi¨®n estrat¨¦gica.No sabemos qui¨¦n le suceder¨¢. La experiencia de las campa?as presidenciales francesas demuestra que s¨®lo los est¨²pidos se atreven a vaticinar un resultado a estas alturas de la partida. Francia es un pa¨ªs devorador de sondeos de opini¨®n. Hace unas semanas, ¨¦stos colocaban en el El¨ªseo a ?douard Balladur. Ahora este gestor incapaz de despertar ilusiones es superado por su correligionario Jacques Chirac. ?Ganar¨¢, Chirac? Imposible asegurarlo a ciencia cierta.
En cualquier caso, Chirac acaba de tranquilizar a los europe¨ªstas, y, para los tiempos que corren, ello no es poco. El jueves, al presentar su programa internacional, proclam¨® su compromiso con la Uni¨®n Europea y con el que sigue siendo su principal motor: el eje franco-alem¨¢n. Chirac ni mencion¨® su inquietante propuesta del pasado noviembre: la de someter a refer¨¦ndum la incorporaci¨®n de Francia a la moneda ¨²nica europea. Esta vez, reconoci¨® el car¨¢cter "mperativo" de ese paso, aprobado por los franceses en el refer¨¦ndum sobre el Tratado de Maastricht de septiembre de 1992.
"Europa es hoy una ambici¨®n necesaria", afirm¨® Chirac. Bien est¨¢ que lo diga el ahora principal aspirante a la presidencia francesa, aunque sepamos que no es con un entusiasmo desbordante, sino por profesionalidad y pragmatismo. En realidad, de los tres candidatos a la sucesi¨®n de Mitterrand el ¨²nico militante de veras en el campo de la bandera azul y las doce estrellas doradas es el socialista Lionel Jospin. Chirac no lo es y a veces incluso transmite la impresi¨®n de que le gustar¨ªa tirar por otros derroteros. Lo que ocurre es que el l¨ªder neogaullista comprende que, aunque el euroescepticismo haya arraigado en buena parte de la opini¨®n p¨²blica francesa, todav¨ªa es dif¨ªcil que alguien pueda conquistar el El¨ªseo con un discurso antieuropeo. En cuanto a Balladur, su europe¨ªsmo es fr¨ªo y tecnocr¨¢tico: Europa est¨¢ ah¨ª y hay que gestionarla de la manera m¨¢s eficaz y con los menores conflictos posibles.
"Fran?ois Mitterrand es el ¨²ltimo europeo de Francia", escribi¨® Ala¨ªn Duhamel en Lib¨¦ration hace unos meses. Ese comentario olvid¨® al menos tres nombres: los del socialista Jacques Delors y los centristas Raymond Barre y Val¨¦ry Giscard d'Estaing. El problema estriba en que los tres han renunciado a presentarse a la elecci¨®n presidencial, lo que no deja de ser un signo de los tiempos.Que no todos los franceses tienen una visi¨®n de color de rosa de la construcci¨®n europea es algo que se pudo constatar en el refer¨¦ndum sobre Maastricht: un 49% vot¨® no. En el frente del rechazo al tratado hab¨ªa no pocos amigos de Chirac y Balladur, entre. ellos sus primeros espadas respectivos: Philippe S¨¦guin y Charles Pasqua. S¨¦guin y Pasqua identificaron la construcci¨®n europea con el paro, la inseguridad y la inmigraci¨®n, y presentaron a la Comisi¨®n Europea como una insaciable hidra burocr¨¢tica capaz de amenazar la esencia hist¨®rica de Francia y sus contempor¨¢neos valores republicanos. Aquello cal¨® en mucha gente, y no s¨®lo de derechas, y ya en las pasadas elecciones europeas de lo que menos se habl¨® en Francia fue de Europa. En la presente campana presidencial, este asunto tampoco despierta pasiones. Chirac y Balladur se limitan a garantizar la. continuidad de la pol¨ªtica francesa si son elegidos; Jospin le pone m¨¢s calor a su discurso sobre la construcci¨®n europea. As¨ª est¨¢n las cosas.
En casi todas sus entrevistas de los ¨²ltimos a?os, Mitterrand y Helmut Kohl se han preguntado si la amistad de Francia y Alemania y el empuje com¨²n en la causa europea ser¨ªan los mismos el d¨ªa en que ninguno de ellos fuera responsable de la pol¨ªtica exterior de su pa¨ªs. Era una pregunta con mucho fundamento.
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