Aceite y miel
Ya tiene usted un motivo para ir al Museo Arqueol¨®g¨ªco: a lo mejor resulta que la Dama de Elche es una falsificaci¨®n. La Dama de Elche es lo primero que usted ve cuando entra en el museo, al menos si sigue el recorrido habitual. Est¨¢ al fondo de la primera sala, contemplando impasible desde all¨ª a todos los que entran, seleccion¨¢ndolos, dir¨ªa yo. No es f¨¢cil averiguar qu¨¦ piensa de nosotros porque su rostro es de piedra calc¨¢rea y, por tanto, impenetrable. Es decir, que no mueve un m¨²sculo, pero cuando te asomas a esos ojos ligeramente orientales, te das cuenta de que por detr¨¢s de los p¨¢rpados no cesan de desfilar pensamientos. Yo he pasado mucho por all¨ª, para ver si me seleccionaba, para ver si mov¨ªa un poco los labios, si me dec¨ªa algo, porque estaba muy enamorado de ella, pero tengo la impresi¨®n de que me ha rechazado siempre, como si no perteneciera a su clase, qu¨¦ le vamos a hacer.La verdad es que casi me alegrar¨ªa de que fuera una falsificaci¨®n, por despecho, ya digo: es humillante pasar tantas horas delante de un rostro, aunque sea de piedra, sin que te haga un gesto, por leve que sea, que te individualice del resto de los visitantes. Si hubiera dedicado las energ¨ªas empleadas en contemplar a la Dama de Elche en fijarme en una estatua de la Virgen, seguro que la Virgen me habr¨ªa dado un mensaje para la humanidad; por lo menos, habr¨ªa acabado viendo estrellitas. La Virgen es, en ese sentido, muy agradecida.
Pero la Dama de Elche se ve que es una diosa: est¨¢ ah¨ª, juzg¨¢ndonos, porque yo estoy seguro de que nos juzga, pero no despega los labios; vaya usted a verla y entender¨¢ lo que quiero decir. As¨ª que casi me alegrar¨ªa, ya digo, de que fuera una falsificaci¨®n y de que se la llevaran castigada al Reina Sof¨ªa. Resulta que Juan Antonio Ram¨ªrez, catedr¨¢tico de Historia del Arte de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, dice que si se tratara de una falsificaci¨®n habr¨ªa que trasladarla en seguida al Centro de Arte Reina Soria. Yo no s¨¦ por qu¨¦ hay que llevar las falsificaciones a este museo, pero me alegrar¨ªa del traslado, porque al Reina Sof¨ªa voy menos que al Arqueol¨®gico y de este modo no sufrir¨ªa tanto, porque sufro cada vez que la veo.
En cualquier caso, dec¨ªamos, ya tiene usted un motivo para visitar el Museo Arqueol¨®gico: mientras la Dama de Elche fuera aut¨¦ntica, pod¨ªa pudrirse en su urna de metacrilato, pero ahora que existe la posibilidad de que se trate de una falsificaci¨®n las cosas cambian. Vivimos una ¨¦poca estupenda para las falsificaciones, no hay m¨¢s que asomarse a los peri¨®dicos. Va a haber m¨¢s colas en el Arqueol¨®gico para contemplar a la Dama que en Alcal¨¢ Meco para dar ¨¢nimos a Sancrist¨®bal. Nos morimos por las falsificaciones y ¨¦sta podr¨ªa hacer ¨¦poca. Qu¨¦ bien.
Si va usted por all¨ª para ver a mi Dama, no deje de acercarse a la tienda del museo; es muy curiosa: venden aceite y miel. 0 sea, que al mismo tiempo que adquiere un poco de cultura, puede usted hacer la compra. Esto es otra forma de falsificaci¨®n condenada al ¨¦xito, sobre todo desde que los supermercados cierran el domingo. Pero a m¨ª no me parece bien, la verdad; en esa tienda deber¨ªan vender reproducciones de la Dama de Elche, yo me las comprar¨ªa todas, aunque fueran reproducciones falsas. Pues nada, aceite, miel, camisetas y cuatro tonter¨ªas m¨¢s, eso es lo que hay en esa tienda. Por cierto, no se le ocurra bajar a la sala de audiovisuales: los asientos est¨¢n llenos de chicles y ponen unas diapositivas sobre Roma que, adem¨¢s de proyectarlas fuera de foco, est¨¢n rayadas y sucias. Un asco, no me extra?a que la de Elche prefiera el Reina Sof¨ªa.
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