Inquietante, extra?o y bello enigma
Hace unos a?os se estren¨® en Espa?a una incatalogable pel¨ªcula (The adjuster, aqu¨ª err¨®neamente traducida El liquidador en vez de El tasador) escrita y dirigida por un joven cineasta canadiense llamado Atom Egoyan.Era una obra con condici¨®n casi de car¨¢cter (probablemente involuntario) program¨¢tico, pues vi¨¦ndola daba la impresi¨®n de que este ya no desconocido cineasta nos propon¨ªa de sopet¨®n un brusco acercamiento, sin preparaci¨®n previa para digerirlo, a un estilo infrecuente y complejo, retorcido y, no obstante -pese al rescoldo que dejaba en el entrelineado de las im¨¢genes, algo que se parec¨ªa a un barullo ¨ªntimo o, m¨¢s a ras de suelo, a una empanada mental-, de desconcertante exactitud, como si este reci¨¦n llegado hombre de cine se las arreglase para cumplir la misi¨®n imposible de dibujar imprecisas tinieblas con la herramienta de precisi¨®n de un tiral¨ªneas.
Ex¨®tica
Direcci¨®n y gui¨®n: Atom Egoyan. Fotograf¨ªa: Paul Sarossy. Musica: Michel Danna. Decoraci¨®n: Linda del Rosario y Richard Paris. Montaje: Susan Shipton. Canad¨¢, 1994. Int¨¦rpretes: Bruce Greenwood, Mia Kirshner, Elias Koteas, Arshin¨¦e Khanjian, Don McKellar, Victor Garber, David Hemblen. Estreno en Madrid: cines Luchana, Princesa y Renoir Cuatro Caminos (en V. O.).
Como ejercicio de estilo, The adjuster fue una s¨®lida credencial. Uno pod¨ªa sentirse ante el filme irritado a causa de su hermetismo, pero se percib¨ªa en ¨¦ste que la encerrona donde nos introduc¨ªa destilaba ingenio creador de formas junto a una fort¨ªsima capacidad para fabular trenzados de im¨¢genes descaradamente ins¨®litos y para poner en movimiento tales trenzados dentro de circuitos secuenciales de un vigor hipn¨®tico fuera de lo com¨²n, pues incluso aquellos a quienes molestaba lo impenetrable de la pel¨ªcula se quedaban en su mayor parte clavados en la butaca hasta apurarla. Se intu¨ªa que detr¨¢s de esas im¨¢genes y sus circuitos hab¨ªa no s¨®lo una mirada nueva, sino tambi¨¦n un narrador cargado de historias no contadas que contar. Pues bien, ese narrador est¨¢ aqu¨ª, y es Ex¨®tica el signo de su existencia y su presencia. Y esto ya no es una presunci¨®n, sino una evidencia.
Diafanidad
Egoyan persiste en su estilo cerrado y el¨ªptico, inclinado al hermetismo y al torcimiento esot¨¦rico. Es, erre que erre, el mismo de antes. Pero hay en Ex¨®tica un giro sustancial en el acuerdo de esta voluntad de estilo con la armaz¨®n que lo sostiene como ficci¨®n y con el cauce por donde esta ficci¨®n discurre en forma de enigma, de brillant¨ªsimo enigma. Persiste Egoyan en la ritualizaci¨®n extrema de la secuencia, pero burla con astucia y agilidad el encorsetamiento en que incurr¨ªa en The adjuster y logra finalmente una composici¨®n que, sin abandonar esas aludidas tinieblas trazadas con tiral¨ªneas, introduce en ellas una inesperada diafanidad, como ocurre en esos recorridos imaginarios en el subsuelo de los comportamientos que, de pronto y sin que se sepa c¨®mo, los elevan y configuran a plena luz.
Qu¨¦ duda cabe que esta mutaci¨®n de la mirada de Egoyan es una ganancia propia de madurez. Ex¨®tica y su parad¨®jica negrura transparente es un ejercicio adulto y bell¨ªsimo de cine de enigma, de suspense er¨®tico y emocional construido al margen de las rutinarias Pr¨¢cticas comunes en el cine actual, por lo que, conviene alertar al espectador que inicialmente se sienta descolocado ante lo que ocurre -y sobre todo en el c¨®mo ocurre- en la pantalla que guarde un grano de paciencia, pues la capacidad envolvente de la urdimbre de im¨¢genes, situaciones y giros sensuales y argum¨¦ntales ideados por Egoyan acabar¨¢ ganando, por reacia que inicialmente sea, su atenci¨®n, y finalmente participar¨¢ en el juego a que nos hace jugar y en el que entraron los profesionales del an¨¢lisis cinematogr¨¢fico que hace diez meses, en Cannes, concedieron a Ex¨®tica el -siempre consecuencia de varias lupas dirigidas a un mismo punto- Premio de la Cr¨ªtica Internacional.
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