La 'guerra' del puente
Los periodistas ya se sabe c¨®mo son. Relacionan e hilan.Tres hechos: la parva guerra entre Bolivia y Per¨² por su l¨ªnea fronteriza; el acuerdo de los ayuntamientos plenos de Arganda y Rivas Vaciamadrid y el presidente de la Asamblea de Madrid, para declarar al llamado puente de Arganda monumento a la paz; el litigio, no acordado, que desde tiempos muy pret¨¦ritos mantienen estos dos ayuntamientos por un c¨¦lebre moj¨®n 24.
Amasan estos ingredientes los chicos-as de la prensa-radio como les da la repompon¨ªsima gana.
Horn¨¦anlos con una cierta mala uva. Y el pan que presentan es que los ayuntamientos de Rivas y Arganda, despu¨¦s de declarar el puente como monumento a la paz, andan enfrentados y a la gre?a, y la cosa puede acabar a tiros o a pedradas, en el peor de los casos, entre ripenses y argande?os, o como el matutino rosario, con la mejor casu¨ªstica. Pues nada m¨¢s lejos, mis queridos soplamagnet¨®fonos -dicho sea con cari?o-, aunque ya sabemos c¨®mo sois.
Quer¨¦is hilar un cendal y nos d¨¢is una arpillera. (Sigue el cari?o).
El puente de Arganda y su ribera aleda?a ser¨¢, en breve, todo ¨¦l, todo su entorno, un monumento a la paz. Har¨¢ fundirse en un abrazo hermano a los supervivientes de aquella tragedia que la historia recoge como batalla del Jarama. Cuando las aguas pasaban sangu¨ªferas con las vidas segadas de miles de muchachos.
Es un lugar tranquilo el puente de Arganda. Imponentes se?ales advierten que los veh¨ªculos no pueden transitar por ¨¦l. Cinco o seis puntos de nuestro t¨¦rmino tengo yo para gozar, un momento, de esos instantes hondos, sosegados y estables del paseo de fin de semana. Uno de ellos es nuestro puente. Camino yo varias veces por su acera de chapas de hierro. 73 de mis pasos mide cada una de sus arcadas roblonadas, que descansan en tajamares romos de piedra. Luce remozado el puente por una pintura gris navy. Gaviotas reidoras, fochas, azulones, pueblan en armon¨ªa las m¨¢rgenes y las terrosas aguas. Casi todos los ¨¢rboles aguantan, de milagro, la explosi¨®n de sus yemas, en este fin de invierno. Perturba el ambiente el tr¨¢fago de la autopista, chirriante, eterno, desentonado, g¨¢rrulo, quejumbroso, como la respiraci¨®n de un agonizante. Expongo yo aqu¨ª, apoyado en la baranda, mi recuesta amorosa a la madre Naturaleza... No, nunca ser¨¢ este paraje motivo de enfrentamiento con nuestros vecinos argande?os. Ni a ellos ni a nosotros place el disenso.
?Y qu¨¦ pasa con el moj¨®n 24?
Es una historia antigua. Ni los m¨¢s viejos saben con certeza su origen. Desde atr¨¢s, los argande?os vienen afirmando que aproximadamente una tercera parte del puente est¨¢ en su t¨¦rmino. Desde atr¨¢s, los ripenses juran que el puente se consolida, en su totalidad, en el t¨¦rmino de Rivas Vaciamadrid. No se pusieron de acuerdo en la revisi¨®n de lindes de 1962. No, nos pusimos de acuerdo en la de 1992. No ser¨ªa yo, que firm¨¦ las actas, el que contraviniera el sentir de los m¨¢s viejos de ¨¦ste mi nuevo lugar. Lo mismo le pasaba al se?or alcalde de Arganda. Nuestra tesis es que si los mojones 23 y 25 est¨¢n alineados en la ribera de enfrente, el 24 estar¨¢ a la salida del o de la puente -como bien dicen por aqu¨ª-, que es el punto intermedio en la l¨ªnea recta que une el 23 con el 25.
-Si el puente se llama puente de Arganda est¨¢ claro, el puente o parte de ¨¦l ser¨¢ de Arganda- han querido argumentar algunos. El que la madrile?a Puerta de Alcal¨¢ o la de Toledo, o como mejor ejemplo, los puentes de Toledo, Segovia y el de los Franceses, sean de Madrid, y no de Alcal¨¢, Toledo, Segov¨ªa o de los gabachos, demuestra el endeble argumento.
Ambos ayuntamientos hemos iniciado un expediente de deslinde. El Instituto Geogr¨¢fico Nacional evacuar¨¢ su informe. La Comunidad Aut¨®noma de Madrid actuar¨¢ de ¨¢rbitro. Todos acataremos las decisiones. Y nadie cambiar¨¢ ya los mojones. El sat¨¦lite nos vigila y tiene, memorizadas todas nuestras divisiones. Se?ores soplamagnet¨®fonos (sigue el cari?o a tope, de verdad), ni los argande?os ni los ripenses nos declararemos la guerra. Es, ha sido, todo una cuesti¨®n de principios. De mantener las tradiciones, el sentir y hasta los pleitos de la tierra que ha adoptado a la mayor¨ªa de los que hoy somos ripenses.
Si quer¨¦is un grito de guerra s¨®lo tengo ¨¦ste: ?Delenda est incineradora!
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