Una corrida en puntas
Se dec¨ªa que la corrida estaba en puntas; es decir, que a simple vista, no ofrec¨ªa sospecha de manipulaci¨®n en los pitones. Al menos, estaba muy bien presentada, y los animales parec¨ªan toros, algo poco usual en los tiempos que corren. C¨®mo ser¨ªa la cosa, que los m¨¢s viejos del lugar no recordaban suceso tan extraordinario en su larga vida.La noticia lo es no s¨®lo por lo infrecuente del caso, sino por la emoci¨®n que produce contemplar un toro con sus defensas ¨ªntegras. Parece, adem¨¢s, que esta corrida ha sido la primera consecuencia de la en¨¦rgica actitud de la autoridad auton¨®mica contra el fraude. Lo que est¨¢ por ver es que la exigencia contin¨²e y la noticia acaecida en ?cija deje de tener sentido.
Pereda / Ortega y Litri
Cinco toros de Jos¨¦ Luis Pereda, muy bien presentados, nobles e inv¨¢lidos; uno, el 4?, de Ben¨ªtez Cubero, noble y encastado.Jos¨¦ Ortega Cano: casi entera (silencio); bajonazo que asoma, cuatro pinchazos, media -aviso- y un descabello (silencio); media muy trasera (oreja). Miguel B¨¢ez 'L¨ªtri': estocada (oreja); estocada contraria (dos orejas); estocada (dos orejas). Plaza de toros de ?cija, 25 de marzo. Media plaza.
Como la dicha nunca es completa, los toros fueron inv¨¢lidos y rodaron como pelotas por el ruedo. Todos fueron nobles y algunos, incluso, desarrollaron casta y se dejaron torear.
Otro problema a?adido es que Jesul¨ªn no pudo actuar, resentido del fuerte golpe que sufri¨® en la plaza de Castell¨®n. Como no tiene sentido alguno de la medida, acudi¨® al festejo como comentarista televisivo, y se permiti¨® saludar desde el palco a sus numerosas fans, en una actitud que dice poco de su compa?erismo.
Para colmo de males, el p¨²blico asistente evidenci¨® una incultura taurina preocupante, s¨®lo comparable a su sentido pueblerino del espect¨¢culo.
Hubiera sido un milagro que, con tales antecedentes, Ortega Cano y Litri triunfaran en el sentido puramente taurino. El primero cort¨® una oreja, pero le ten¨ªan que haber cortado las dos a ¨¦l por lo mal que estuvo. El segundo consigui¨® cinco, aunque sus m¨¦ritos no le alcanzaran ni para una vuelta al ruedo.
Pero as¨ª est¨¢ la Fiesta: por los suelos, como los toros, aunque sus pitones luzcan ¨ªntegros, como ¨ªntegro debe ser este espect¨¢culo.
Ortega Cano no est¨¢, ni mucho menos, en su mejor momento. Tuvo dos toros, tercero y quinto, para el lucimiento, y s¨®lo pudo ofrecer escasas pinceladas por su falta de sitio, sus excesivas precauciones y su desconfianza. Quiz¨¢, recuerde a¨²n la cogida americana, porque sus faenas carecieron de ligaz¨®n, sosiego y belleza. Hizo un esfuerzo en el quinto que no cuaj¨® en faena templada.
Litri sigue siendo torero valiente, bullidor y r¨¢pido. Su toro segundo embest¨ªa repetidamente mientras ¨¦l se dedicaba a ver c¨®mo pasaba sin quietud ni ligaz¨®n, lo que permiti¨® que luciera la vibraci¨®n del animal y se notara la abulia del torero. Sufri¨® un revolc¨®n mientras toreaba al sexto y la plaza cruji¨® de emoci¨®n. La histeria lleg¨® a tanto que le concedieron las dos orejas por una faena inexistente. La guinda de la corrida fue el presidente, just¨ªsimo representante de p¨²blico tan inculto.
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