La raz¨®n sin esperanza
Comparec¨ªa un osado opositor a una convocatoria de la Renfe para la selecci¨®n de guarda agujas. En el ejercicio oral, los miembros del tribunal planteaban al aspirante C¨®mo deber¨ªa proceder s¨ª le llegaran noticias de que por la misma v¨ªa y en sentido contrario se aproximaban un talgo y un mercanc¨ªas. La respuesta del ferroviario en ciernes intentaba muy diversas y graduales soluciones telef¨®nicas, electr¨®nicas, de cambio de v¨ªas, cuyo uso iba siendo descartado por supuestas aver¨ªas. El opositor, llevado progresivamente al l¨ªmite, sorprendi¨® con una ¨²ltima salida desconcertante y dijo "descartados los anteriores remedios, por ¨²ltimo, llamar¨ªa a la se?ora Mar¨ªa para que saliera de la caseta a ver el choque de ambos trenes". Sucede que en nuestro caso es harto improbable que producida la colisi¨®n quede alg¨²n lugar al que acogerse, en el que se pueda invocar la condici¨®n de mero espectador no afectado por la cat¨¢strofe.Han pasado los a?os, ha mejorado la Renfe, pero persiste la tozudez del que a lomos de una ac¨¦mila por el sendero de las traviesas del ferrocarril al escuchar los pitidos del tren rezonga aquello de "chufla, chufla, que como no te apartes t¨²,.." En esas m¨ªsmas oposiciones de las que m¨¢s arriba se habla, alguien busc¨® apoyo en una cita de Ernst, Bloch, seg¨²n la cual "la raz¨®n no puede prosperar sin esperanza, ni la esperanza expresarse sin raz¨®n". Estamos encerrados en esos imposibles porque aqu¨ª cunde la irracionalidad del desaliento y apenas alumbra alguna esperanza capaz de dar oportunidades de progreso a la raz¨®n. Claro que con la raz¨®n por bandera, Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora acaba de publicar sus memorias, R¨ªo arriba, confirmando aquella definici¨®n que le adjudic¨® uno de sus mejores amioos "?en la defensa del logos, cu¨¢ntos pathos!". Su lectura permite barruntar que desde el antagonismo abismal Fern¨¢ndez de la Mora y Garc¨ªa Trevijano podr¨ªan tener un encuentro c¨®smico.
Otros encuentros o encontronazos se aproximan por momentos a prop¨®sito por ejemplo del caso Lasa y Zabala. Basta recordar aquella tonadilla "to¨ªto te lo consiento, menos faltarle a mi madre", para imaginarse la escena que seguir¨¢ ahora que en El Mundo cuestionan al titular de la Comandancia de la Guardia Civil en Guip¨²zcoa, coronel Enrique Rodr¨ªguez Galindo, en quien el Abc ha depositado todas sus competencias y a quien peri¨®dicamente concede sus m¨¢s preciados galardones. Esta l¨ªnea de fractura en el conglomerado period¨ªstico se a?ade a la surgida en tomo al juez campeador, Baltasar Garz¨®n, erigido por los de El Mundo en ¨²nica e insustituible garant¨ªa para confiar en la justicia, aunque se estimen tambi¨¦n las ayudas prestadas en todos los esclarecimientos por los hermanos Amedo, mientras que para el Abe sobre el magistrado de referencia se ciernen todas las sospechas de la m¨¢s recusable parcialidad.
Pero la semana empieza con las revelaciones program¨¢ticas del Partido Popular. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, en el momento de dar a conocer los detalles de su programa, ha elegido al diario de Pedro Jos¨¦ y ha comprobado el eco cero que le han reservado los excluidos. Pero antes de hablar del programa conviene subrayar que en algunas de sus cr¨ªticas a la situaci¨®n, el PP parece muy influenciado por la tesis de "el mal sin malo" que Rafael S¨¢nchez Ferlosio expone en su libro Esas Yndias equivocadas y malditas. S¨®lo desde esa perspectiva se comprende la condena de RTVE como una m¨¢quina de tergiversaci¨®n y sectarismo al servicio de la manipulaci¨®n gubernamental y la simult¨¢nea proclamaci¨®n de que todos y cada uno de los 15.000 empleados del Ente son irreprochables. Para que el anterior sistema de ecuaciones fuera compatible ser¨ªa preciso que estuvi¨¦ramos ante el prodigio de la manipulaci¨®n sin manipuladores. As¨ª sucede tambi¨¦n en el caso Interior, donde los del PP han seguido la senda del PSOE y la UCI). A todos se les ha llenado sucesivamente la boca elogiando sin l¨ªmites a todos y cada uno de los m¨¢s de cien mil miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y entonces, ?qui¨¦n carga con los muertos del GAL?
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