Buscando la paz en el laberinto vasco
El autor cree que el laberinto de intolerancia y odio genera la tentaci¨®n de buscar la salida en el borde que linda con la paz, cuando eso es un error. La tesis del PNV de "repartir la raz¨®n entre las partes" relativiza, en su opini¨®n, la exigencia de cese previo de la violencia.
El Pa¨ªs Vasco sigue en su laberinto. Un laberinto ling¨¹¨ªstico-cultural, sociopol¨ªtico (siete partidos con representaci¨®n en el Parlamento de Vitoria) y sem¨¢ntico, donde se entremezclan la realidad auton¨®mica y los deseos nacionalistas de autodeterminaci¨®n e independencia. Y un laberinto de violencia al que ahora se suma el recuerdo de los GAL. Los vascos parecemos condenados a repetir, con una sensaci¨®n angustiosa de d¨¦j¨¤ vu, los mismos movimientos t¨¢cticos en la pol¨ªtica, iguales debates sobre las mismas cuestiones, parecida ret¨®rica para el mismo bloqueo ideol¨®gico, id¨¦nticos conflictos y escenas de des¨®rdenes y furia callejera. Desde principios de a?o, ETA ha asesinado a Gregorio Ord¨®?ez, la sociedad vasca ha respondido masivamente en la calle en dos ocasiones, KAS ha amenazado globalmente a la clase pol¨ªtica y period¨ªstica vasca, y tras las macabras revelaciones en torno a los supuestos cad¨¢veres de Lasa y Zabala, ha declarado que "hacer frente con todas las armas posibles al Estado terrorista espa?ol es, adem¨¢s de leg¨ªtimo derecho de defensa, una obligaci¨®n ¨¦tica". Lo que se traduce al d¨ªa siguiente en un nuevo episodio de barbarie callejera, con heridos graves por quemaduras y ataques vand¨¢lidos a casas del pueblo y batzokis. Los portavoces de la organizaci¨®n juvenil Jarrai "se felicitan" de todo ello y Jon Id¨ªgoras atribuye la responsabilidad "al contexto de confrontaci¨®n".En medio de este laberinto de intolerancia y odio, de incomprensi¨®n y violencia, no es extra?o que para algunos resulte tentador buscar la v¨ªa aparentemente m¨¢s directa al borde que linda con la paz. Pero ¨¦sta lleva casi siempre a una salida falsa. Es lo que ha ocurrido con la iniciativa del PNV en la reciente conferencia de paz organizada en Bilbao por Elkarri.
De entrada, la pretensi¨®n de esta conferencia de paz y de sus organizadores de hacer abstracci¨®n, como m¨¦todo, del problema de la violencia y de su condena moral, para concentrarse en acercar las posiciones pol¨ªticas enfrentadas, elude la cuesti¨®n principal: una de las partes que se sientan a la mesa representa pol¨ªticamente a los terroristas. Lo que me recuerda que hasta en las pel¨ªculas del Oeste, violentas donde las haya y bien lac¨®nicas en cuanto a di¨¢logo, hay por lo menos una ¨¦tica m¨ªnima y rudimentaria, casi de supervivencia: en las partidas de p¨®quer, por ejemplo, el que se sienta a jugar deja el rev¨®lver en la puerta con el sheriff. En esta ¨²ltima reuni¨®n, sin embargo, no ha sido as¨ª: uno de los que se sentaban a la mesa tiene detr¨¢s permanentemente, como a su propia sombra, a un pistolero con la cartuchera puesta y la reputaci¨®n de cientos de muertos a sus espaldas.
Esta tecnocracia de la "mediaci¨®n en la pacificaci¨®n de conflictos", experta en el di¨¢logo sin juicios de valor, considera el terrorismo como un mero efecto -"expresi¨®n de violencia", seg¨²n su eufemismo favorito-, poco menos que inevitable, de un conflicto pol¨ªtico previo. Se absuelve as¨ª a los que asesinan de toda responsabilidad moral por sus actos, que se remite a una causa profunda, a "la situaci¨®n de conflicto". Filosof¨ªa que coincide con el an¨¢lisis de Herri Batasuna: los asesinatos y atentados son parte del paisaje sociopol¨ªtico, hay un conflicto violento que surge espont¨¢neamente de un contencioso entre el Estado y Euskal Herria -es decir, el Pueblo Vasco en su conjunto, nada menos. Todo muy impersonal, casi cient¨ªfico.
Sin embargo, para la mayor¨ªa de ciudadanos -y hasta ahora, y quiero creer que todav¨ªa, para las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas- el terrorismo es el problema de fondo, y la causa principal que bloquea la pol¨ªtica vasca y toda posibilidad de evoluci¨®n de la situaci¨®n, desde hace a?os. ?ste es el consenso b¨¢sico que sustenta el Pacto de Ajuria Enea desde enero de 1988.
Por eso, cuando los dirigentes del PNV vuelven a plantear que la violencia "tiene su origen en un conflicto pol¨ªtico" y que hay que "repartir la raz¨®n entre las partes" del mismo, est¨¢n retrocediendo a posiciones de los a?os setenta y primeros ochenta. Es un discurso del di¨¢logo pol¨ªtico como m¨¦todo para la paz que relativiza la exigencia de cese previo de la violencia. Conduce a justificar, indirectamente, la eficacia del terrorismo, y al desarme moral ante ¨¦l. Deliberada o inadvertidamente, mezcla el conflicto hist¨®rico de car¨¢cter pol¨ªtico" -enti¨¦ndase aspiraciones nacionalistas versus Estado- del que ellos mismos se sienten protagonistas principales, con la violencia que manipula las aspiraciones de una minor¨ªa -un problema, ante todo, entre vascos. Confusi¨®n -de niveles pol¨ªticos, pero tambi¨¦n de fines y de medios, del plano de la pol¨ªtica y el plano de la ¨¦tica- que tiene una ¨²nica consecuencia con dos caras, seg¨²n el punto de vista: la contaminaci¨®n de los fines pol¨ªticos del nacionalismo democr¨¢tico por los medios violentos, o la cobertura pol¨ªtica de la pr¨¢ctica terrorista mediante la homologaci¨®n "democr¨¢tica" de sus fines.
Pero no s¨®lo en el m¨¦todo, tambi¨¦n en el fondo, en los t¨¦rminos en que el PNV ha aceptado el di¨¢logo y ha planteado su propia iniciativa, se ha ca¨ªdo en una peligrosa confusi¨®n. No en vano, un representante de HB en la conferencia de paz, Adolfo Araiz, aseguraba que las tesis defendidas por el PNV "coinciden plenamente con las propuestas de Herri Batasuna, pero chocan con la pr¨¢ctica del PNV y, sobre todo, con los fundamentos te¨®ricos del Pacto de Ajuria Enea". Lo que no es exactamente as¨ª, porque mientras la mentalidad legalista de HB exige que el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n sea n¨ªtido y se plasme en la Constituci¨®n y el Estatuto -como no pod¨ªa ser de otra manera, pues m¨¢s de 20 a?os de trayectoria sangrienta necesitan algo tangible que los justifique-, el relativismo jur¨ªdico del PNV propone algo tan ambiguo como la autodeterminaci¨®n f¨¢ctica, el acceso gradual a la soberan¨ªa por la v¨ªa de los hechos. Pero el mito nacionalista de la Sant¨ªsima Autodeterminaci¨®n, que es como la levitaci¨®n de los pueblos, es un misterio pol¨ªtico-jur¨ªdico tan elusivo (tiene al menos tres versiones distintas, incluida la de EA, y ninguna es la verdadera) que de su plasmaci¨®n concreta no sabemos nada ni cu¨¢ndo, ni c¨®mo, ni d¨®nde, ni por qui¨¦n, ni para qu¨¦- s¨®lo la forma apocal¨ªptica en que ha sido revelado en algunos pa¨ªses de Europa del Este. Se entender¨¢ que sobre algo tan irreal y simb¨®lico no es posible m¨¢s que una aproximaci¨®n sem¨¢ntica que no enga?a a nadie. As¨ª, la consecuencia pol¨ªtica inmediata de este inicio de di¨¢logo no ha atendido a estas sutilezas teol¨®gicas y se ha resuelto de la ¨²nica manera que cab¨ªa esperar: otorgando a la versi¨®n de perfil m¨¢s grueso -la autodeterminaci¨®n para la independencia, n¨²cleo ideol¨®gico de ETA-HB- una nueva legitimidad que la sit¨²a en el centro del debate sobre la pacificaci¨®n.
Excelsa confusi¨®n, pues, que equipara una reivindicaci¨®n pol¨ªtica imprecisa y minoritaria -mientras no se demuestre lo contrario- con derechos fundamentales como el derecho a la vida (as¨ª lo expresaba en sus conclusiones el presidente de los moderadores de la conferencia, el catal¨¢n F¨¦lix Mart¨ª) o con instituciones democr¨¢ticas del Estado y de la comunidad aut¨®noma vasca, con 17 a?os de trayectoria y avaladas por la voluntad popular mayoritaria en 22 ocasiones. (A pesar de la insistencia nacionalista en presentarla como un "derecho universalmente reconocido", la autodeterminaci¨®n no est¨¢ reconocida constitucionalmente por ning¨²n Estado democr¨¢tico del mundo -s¨®lo ha tenido expresi¨®n legal en la constituci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y otros Estados comunistas, con las garant¨ªas democr¨¢ticas de todos conocidas). Para continuar con el s¨ªmil cinematogr¨¢fico, tal y como estaba organizada esta partida de p¨®quer, adem¨¢s de la sombra del pistolero, hab¨ªa que aceptar de entrada que las instituciones democr¨¢ticas -el as de oros- valieran lo mismo que un auto determinismo de perfiles difusos, que unos convierten en el comod¨ªn inofensivo de su indefinici¨®n pol¨ªtica, pero otros en el joker sangriento del chantaje y la amenaza.
La paz vasca necesita di¨¢logo pol¨ªtico sobre todo -el modelo institucional, los derechos hist¨®ricos reconocidos por la Constituci¨®n y el Estatuto, los presos, el euskera. Pero no desde un punto de partida ficticio, haciendo tabla rasa de los ¨²ltimos 17 a?os y de la voluntad democr¨¢tica de los vascos, sino partiendo de esa realidad: el marco auton¨®mico, que debemos completar y, en su caso, ampliar en la perspectiva europea (admitiendo que no es un l¨ªmite r¨ªgido, sino un cauce abierto al futuro). Sin embargo, el di¨¢logo pol¨ªtico tiene una premisa ¨¦tica m¨ªnima: el cese de la violencia terrorista. Premisa que desde el campo democr¨¢tico en general exige completar las reformas emprendidas en el Ministerio de Justicia e Interior y la garant¨ªa de la aplicaci¨®n estricta del Estado de Derecho. Y que para el nacionalismo democr¨¢tico, en particular, implica el abandono del relativismo autodeterminista sobre el marco jur¨ªdico-pol¨ªtico.
A este respecto, no es superfluo que el ministro Belloch repita que "s¨®lo lo ¨¦tico es pol¨ªtico", una m¨¢xima del Kant de Por la paz perpetua, para quien "la verdadera pol¨ªtica no puede dar un solo paso sin haber tributado previamente su vasallaje ante la moral". Especialmente si el fin perseguido no es meramente pol¨ªtico, sino un bien moral tan fundamental como la paz verdadera.
Una paz que exige que el Estado de Derecho demuestre hoy la superioridad de su legitimidad sobre las coartadas que esgrimen los violentos, arrojando luz y justicia sobre las zonas oscuras del pasado. Una paz que, a luz de los ¨²ltimos acontecimientos, no llegar¨¢ a trav¨¦s de atajos o iniciativas partidistas. ?stas producen m¨¢s desgarro y desorientaci¨®n entre la mayor¨ªa social democr¨¢tica de lo que allanan el camino a la reconciliaci¨®n sobre bases firmes, o incentivan la reflexi¨®n hacia la sensatez entre la minor¨ªa atada a la pol¨ªtica de la violencia. Es necesario recuperar la claridad de ideas en torno a una estrategia de pacificaci¨®n a medio y largo plazo, sobre los ¨²nicos principios s¨®lidos capaces de garantizar el consenso entre las fuerzas democr¨¢ticas -los del Pacto de Ajuria Enea. Para salir del laberinto en que lleva sumida tantos a?os, la sociedad vasca tiene que afirmar su propia cohesi¨®n y fortaleza frente a la debilidad intr¨ªnseca -pol¨ªtica y moral- de quienes se amparan en la violencia. S¨®lo puede hacerlo afirmando la primac¨ªa del derecho, reforzando el pacto de convivencia que representan sus instituciones auton¨®micas, y exigiendo la paz como premisa ¨¦tica para cualquier di¨¢logo pol¨ªtico.
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