Clinton se compromete personalmente en Hait¨ª a consolidar la democracia del pa¨ªs caribe?o
Los haitianos vencieron el miedo a la violencia y decidieron sacar por un momento fuerzas de la miseria que les abruma para recibir ayer a Bill Clinton como un profeta de la esperanza. En el d¨ªa en que Estados Unidos cedi¨® formalmente a la ONU el control de la seguridad de Hait¨ª, el presidente norteamericano prometi¨® que el Gobierno de Washington no abandonar¨¢ ahora a esta democracia incipiente y se comprometi¨® personalmente a trabajar por el levantamiento de esta naci¨®n caribe?a en ruinas.
Bill Clinton cay¨® en Puerto, Pr¨ªncipe literalmente del cielo, a bordo de un helic¨®ptero que lo dej¨® en el jard¨ªn mismo del palacio presidencial, y as¨ª, como un regalo enviado por la providencia, lo vio llegar el pueblo haitiano.Las extremas medidas de seguridad que acompa?aron los movimientos de Clinton durante sus 11 horas de visita a la capital haitiana, fueron el testimonio m¨¢s claro de hasta qu¨¦ punto el sistema democr¨¢tico de este pa¨ªs y la propia supervivencia del presidente Jean-Bertrand Aristide est¨¢n cogidos por los hilos. Prometer la democracia en estas condiciones es como prometer la curaci¨®n del c¨¢ncer. No imposible, pero todav¨ªa remota. Con el hecho mismo de esta visita, la primera de un presidente norteamericano desde que Franklin Roosevelt vino en 1934 para culminar 19 a?os de ocupaci¨®n militar estadounidense, Bill Clinton asumi¨® un considerable riesgo personal y pol¨ªtico.
"Estaremos a vuestro lado mientras trat¨¢is de atajar los desaf¨ªos que ten¨¦is por delante", asegur¨® Clinton a la multitud reunida bajo un sol feroz ante el tropical palacio blanco que ha sido testigo de tantos otros frustrados intentos de democratizaci¨®n. Ese mismo lugar fue escenario tambi¨¦n de las negociaciones entre Jimmy Carter y el general Raoul C¨¦dras, que permitieron el regreso de Aristide el pasado mes de octubre tras la toma de Hait¨ª por 20.000 soldados norteamericanos.
Este nuevo intento dirigido por el presidente que fue cura izquierdista y ahora un estrecho aliado de Washington, puede ser la ¨²ltima oportunidad de democracia en Hait¨ª por mucho tiempo. La ventaja de Aristide en este momento, como dej¨® claro Clinton, es que esta vez el prestigio del presidente norteamericano y de la comunidad internacional est¨¢n en juego con ¨¦l. "Hait¨ª tiene hoy m¨¢s amigos que nunca", dijo.
Bill Clinton pidi¨® paciencia tres veces a lo largo de su discurso, vigilado por tiradores apostados en las torres del palacio y por tanquetas y tropas distribuidas por toda la ciudad. El presidente norteamericano sab¨ªa que se dirig¨ªa a una audiencia desesperada y hambrienta que no ha comprobado todav¨ªa los beneficios del sistema democr¨¢tico.
"La democracia", les dijo, no corre naturalmente como los r¨ªos, la prosperidad no mana de la tierra, la justicia no florece de la noche a la ma?ana. Para conseguir todo eso, hay que trabajar duro, hay que tener paciencia, hay que avanzar unidos con tolerancia, apertura de mente y cooperaci¨®n".
Para quienes no entendieran eso probablemente la mayor¨ªa, a juzgar por los comentarios entre la gente: "?Clinton, no hay comida!", dec¨ªan-, el presidente anunci¨® ayuda de su pa¨ªs para construir carreteras, as¨ª como la pr¨®xima llegada de voluntarios del Cuerpo de Paz de Estados Unidos para plantar ¨¢rboles. Las carreteras fueron recibidas con v¨ªtores. Los ¨¢rboles, con sonrisas.
Relevo de tropas
Tras su reuni¨®n con el presidente Aristide, a quien insisti¨® en la necesidad de que controle a sus propios seguidores para que no se produzcan acciones de venganza y revanchismo Contra los partidarios de los antiguos dirigentes militares, Clinton particip¨® junto al secretario general de la ONU, Butros Butros-Gali, en el acto de transferencia del mando de las tropas.
Algunos miembros de los cascos azules, desarmados y m¨¢s bien con cara de sorpresa, participaron simb¨®licamente ayer en las labores de vigilancia en Puerto Pr¨ªncipe, pero result¨® claro desde un principio que seguir¨¢n siendo los 2.400 norteamericanos, ahora integrantes de las fuerzas de la ONU, los que tendr¨¢n la responsabilidad principal. Los otros 3.600, entre los que Bangladesh y Pakist¨¢n son los que m¨¢s hombres aportan, servir¨¢n probablemente para que Washington puedar compartir culpas con alguien si las cosas salen mal.
El jefe de esa fuerza de paz, el general norteamericano Joseph Kinzer, reconoci¨® ayer que se van a presentar en los pr¨®ximos meses "desaf¨ªos a la estabilidad de Hait¨ª, pero consider¨® que los hombres a sus ¨®rdenes ser¨¢n suficientes para vencer la amenaza de los grupos paramilitares".
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