La soledad del sublevado
No parece ¨¦ste buen tiempo para un cineasta que no disimula, sino que propone, a las claras, su condici¨®n de sublevado contra este tiempo, cuyo signo le asquea.De Ken Loach se dicen pedradas que no s¨®lo no le descalabran, sino que ¨¦l colecciona como halag¨¹e?as evidencias. Por ejemplo, se le cuelga el sambenito, y as¨ª se cree hacerle polvo, de que es un incorregible, empedernido bolchevique trotskista, un ejemplar caducado de jacobino socialista. Y en sus pel¨ªculas Loach contesta, con mezcla de dolor y humor, en forma de pregunta: ?qu¨¦ puedo ser en un tiempo que acent¨²a hasta l¨ªmites infernales la injusticia y el acatamiento?
Loach no tiene vocaci¨®n de nadador de aguas pasadas, ni parece que le guste recorrer caminos recorridos. En la corrosi¨®n que impregna el celuloide documental de sus ficciones, la vieja llamada a la transgresi¨®n no es una pasi¨®n extinguida, sino vigente. A la idea generalizada de que la revoluci¨®n fue un estruendoso fracaso, Loach opone otra idea m¨¢s contundente: no es posible hablar del fracaso de lo que nunca ha ocurrido.
Todo el cine de Loach estrenado en Espa?a, de Agenda oculta a Ladybird, es una llamada a la negaci¨®n, sin un pa?o caliente, del orden jur¨ªdico y pol¨ªtico de Occidente. Es cine de un sublevado que no oculta su condici¨®n, lo que a?ade a la audacia de sus ficciones pol¨ªticas un riesgo de ¨ªndole moral: el del nadador contra la corriente. Es un axioma de la moral del sublevado, que quien la adopte ha de aprender a estar en minor¨ªa, incluida la minor¨ªa qu¨ªmicamente pura de la soledad. Loach practica a fondo este axioma y hace filmes con intensa tensi¨®n de soledad solidaria. Y desde ella transmite formas de observar nuestro alrededor, de las que se deducen miradas duras de digerir y a veces literalmente demoledoras para ese alrededor.
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