Un apoyo fr¨¢gil e inseguro
La f¨®rmula ideada por los presidentes del Gobierno y de la Generalitat para eludir el uno y no votar el otro una moci¨®n de confianza en el Congreso fue tan cicatera que nunca ha podido despejar los rumores de disoluci¨®n anticipada de las C¨¢maras ni ha servido para detener, y menos a¨²n rebajar, el creciente escepticismo de la opini¨®n y de los mercados sobre el futuro que espera al Gobierno. Que Jordi Pujol se haya visto obligado a repetir hasta 195 veces que su apoyo al Gobierno es "s¨®lido y seguro" sin convencer a nadie muestra bien que la f¨®rmula de sost¨¦n a plazos puede ser ¨²til en tiempos de bonanza pero insuficiente para apuntalar a un gobierno en tiempos de crisis. Porque de crisis pol¨ªtica, sin caer en aspavientos del tipo de "se hunde Espa?a", es de lo que se trata hoy con todas esas sombras de ladrones y polic¨ªas, jueces y periodistas, fiscales y detectives proyect¨¢ndose cruzadas sobre el escenario. Crisis que se evidencia cuando la mayor¨ªa de los ciudadanos cree que el presidente ha mentido en un tema como el de los GAL y que el Ministerio del Interior ha cobijado durante a?os algo muy parecido a una banda de mafiosos en permanente confabulaci¨®n para repartirse los fondos reservados. No es, por tanto, cualquier crisis, sino una quiebra de confianza que tiene dif¨ªcil soluci¨®n sin un profundo cambio de gobierno.Pero en un r¨¦gimen parlamentario, una crisis pol¨ªtica que exige un cambio de gobierno no tiene por qu¨¦ conducir necesariamente a la convocatoria de elecciones generales antes de llegar a la mitad de la legislatura. Es m¨¢s, no deber¨ªa recurrirse a esa soluci¨®n s¨®lo por presiones exteriores al sistema y sin haber agotado todas las combinaciones parlamentarias posibles para resolver la crisis. Reducir el debate pol¨ªtico a la ¨²nica cuesti¨®n de la disoluci¨®n de las C¨¢maras es entregarlo al ruido y empobrecerlo, cegando otras respuestas que, con el sistema de partidos configurado tras las elecciones de 1993, es conveniente plantear incluso en estas desfavorables circunstancias.
La cuesti¨®n se formula pronto aunque la respuesta no sea sencilla: ?es ¨¦ste de ahora el mejor anclaje posible de los partidos nacionalistas en el gobierno del Estado? Porque si nuestro sistema se consolida, como es ahora el caso y lo fue ya entre 1977 y 1982, en tomo a dos partidos que suman alrededor de 300 diputados y, concentran e 175% de los votos, sin que ninguno de ellos alcance la mayor¨ªa absoluta, tan normal como los gobiernos homog¨¦neos de minor¨ªa deber¨ªan ser los gobiernos de coalici¨®n. En un sistema pluripartidista y bipolar, con una presencia cada vez m¨¢s decisiva de los partidos nacionalistas en el Congreso, el gobierno de coalici¨®n, adem¨¢s de reducir la incertidumbre sobre la duraci¨®n de una le gislatura, servir¨ªa para definir el lugar de los nacionalismos. en el Estado y avanzar en el camino de convertir a Madrid en la capital federal que Aza?a so?¨® para la Rep¨²blica y que parece destinada a ser con la Monarqu¨ªa.
Sin duda, el objetivo de Pujol no es sostener al Gobierno, sino dar un paso adelante en su estrategia de convertirse en ¨²nica voz de Catalu?a en Madrid: su poder radica en que, siendo necesario, conserva su autonom¨ªa. Con elecciones a la vista, es impensable que abandone esa confortable situaci¨®n de la que s¨®lo se derivan ventajas para su partido. Pero primar intereses a corto plazo no deb¨ªa implicar el olvido de la salud a largo plazo del sistema. La inseguridad y fragilidad inherente al tipo de apoyo que presta al Gobierno, estando sin estar en ¨¦l, se ha convertido en un elemento de la crisis pol¨ªtica, y, en lugar de resolverla, la agrava. Si se quiere salir de la incertidumbre sin convocar elecciones habr¨¢ que dar pronto un paso adelante y formar, con nuevas caras, un gobierno de coalici¨®n. Cualquier otra f¨®rmula obligar¨¢ a Pujol a repetir no ya 200, sino hasta 70 veces 7 que su apoyo al Gobierno es s¨®lido y seguro. Pero nadie se lo va a creer.
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