Casta y valor
Casta y valor hubo en el ruedo de Las Ventas y la afici¨®n vivi¨® una estupenda tarde de toros. Una cosa trae la otra y siempre fue as¨ª en la fiesta. Si saltan a la arena toros de trap¨ªo y encastados y un torero les da la r¨¦plica de su valent¨ªa, no hay que pedir m¨¢s.
El torero era Domingo Valderrama, que alleg¨® un arrojo de los que ya no se ven, y los toros se tra¨ªan de los predios madrile?os -casa Hern¨¢ndez Pl¨¢-, una seriedad, unas astifinas cornamentas unos bell¨ªsimos pelajes c¨¢rdenos, una casta y un cuajo de los que tampoco se ven.
La emoci¨®n estaba asegurada y empez¨® tan pronto Domingo Valderrama se abri¨® de capa. No es cuesti¨®n balad¨ª este torero peque?¨ªn -el m¨¢s bajito de la torer¨ªa andante- cuando se abre de capa: embarca al toro, le carga la suerte cuanto la piernecilla le da de s¨ª, al remate queda perfectamente colocado para el siguiente lance, se lo trae toreado de nuevo ganando terreno... Y de la misma, manera procede en los ayudados por bajo, o pases de castigo, tambi¨¦n llamados doblones, tal como pudo apreciarse en su segunda faena.
Hern¨¢ndez / Caballero, Jim¨¦nez, Valderrama
Toros de Hern¨¢ndez Pl¨¢, con trap¨ªo, preciosos de l¨¢mina y capa, con casta, varios mansos, 5? y 6? bravos. Manuel Caballero: estocada (aplausos); estocada corta y rueda de peones (silencio). Mariano Jim¨¦nez: estocada perpendicular envainada, rueda de peones y dos descabellos (pitos); pinchazo baj¨ªsimo y estocada ca¨ªda (se corta la coleta; divisi¨®n y sale a saludar). Domingo Valderrama: pinchazo a un tiempo y estocada recibiendo saliendo volteado (oreja); media (oreja con algunas protestas); a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 9 de abril. Cerca del lleno.
De ah¨ª, en adelante, todo cuanto hizo en la arena tuvo emotividad y torer¨ªa. Las ver¨®nicas de recibo, la brega acertada, con el ¨²nico reparo de que cuando pone al toro en suerte se queda de mir¨®n a la derecha del picador, arruinando ¨¦l solito y por su cuenta el sentido que tiene la lidia.
Tom¨® de muy largo a su primer toro, que era complicado, para torearlo por redondos y al ligar uno de ellos sufri¨® un volteret¨®n. Perdida la espada en la refriega, continu¨® la faena sin ella, por naturales y a¨²n lig¨® otra tanda de derechazos, abrochada con un cambio de mano y el de pecho. Pinch¨®, y al cobrar un estoconazo en la suerte de recibir, volvi¨® a salir zarandeado entre las astas.
El triunfo fue merecido y su vuelta al ruedo, cojeando visiblemente, clamorosa. Pas¨® a la enfermer¨ªa, pero sali¨® para lidiar el sexto; un toro precioso, c¨¢rdeno romero, que luc¨ªa una impresionante cornamenta acaramelada y astifina. Luego lucir¨ªa asimismo su casta brava, embistiendo de largo al caballote de picar y encel¨¢ndose en el peto, al estilo de aquel Capit¨¢n, del mismo hierro, lidiado hace. a?os en Las Ventas, que desde entonces qued¨® convertido en paradigma de la bravura.
Doblones cargando la suerte le dio Valderrama al toro y despu¨¦s desarroll¨® una faena corajuda, aunque tambi¨¦n torpona y divorciada con el temple. Seguramente le urg¨ªa el triunfo, y aunque lo consigui¨®, la afici¨®n conspicua lament¨® que el hemos¨ªsimo toro, encastado y noble, se hubiera ido al desolladero sin conocer el buen toreo.
Dificultosos resultaron otros toros de la corrida y dos de ellos les correspondieron a los restantes espadas de la terna, si bien les compens¨® la fortuna con otro boyant¨®n, para lo que gustaran mandar. Y la verdad es que gustaron mandar bastante poco. Manuel Caballero aplic¨® a los de su lote sendas faenas mediocres y desajustadas. Mariano Jim¨¦nez perd¨ªa terreno al rematar los pases, a veces con tanta premura que en realidad se pon¨ªa a correr.
En su segunda faena -al toro bueno- instrument¨® Jim¨¦nez dos naturales de su marca -excelentes, largos y perfumados, se quiere decir-, mas todo qued¨® en la muestra porque la faena en su conjunto result¨® precavida, tosca y decepcionante. Y acaeci¨® lo imprevisto: dej¨® un espadazo, se fue al centro del redondel y se quit¨® el a?adido, que llaman coleta, dando a entender que se retiraba del toreo. Una parte del p¨²blico reaccion¨® aplaudi¨¦ndole, otra pit¨¢ndole y la mayor¨ªa se qued¨® perpleja. Domingo Valderrama, que acababa de volver de la enfermer¨ªa y le contaron lo sucedido, le brind¨® su toro, con largo parlamento y fraternal abrazo. Mariano Jim¨¦nez llor¨® y a Domingo Valderrama se le escap¨® alg¨²n sollozo. Los toreros tambi¨¦n tienen su corazoncito.
Babelia
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