Sobre archivos, arengas y otros matices
Yo no soy un pol¨ªtico. S¨®lo un viejo que espera con placidez la llegada de la muerte. Placidez que en los ¨²ltimos d¨ªas se ha visto alterada a causa de una diatriba cient¨ªfica que se ha convertido en una diatriba pol¨ªtica en la que me he visto involucrado. Creo que se han malentendido mis palabras. Dije hace unos d¨ªas, y me reafirmo, que a m¨ª no me corresponde legitimar el "derecho de conquista", t¨¦rmino, por otro lado, expresado por el se?or Pujol. Es esa una tarea que le corresponde a la historia y no a las personas. En cualquier caso, dudo que un derecho de tal cariz pueda ser legitimado nunca. Por tanto, quiero aclarar que no justifico, ni pretend¨ª hacerlo, la manera en que la secci¨®n salmantina del Archivo Hist¨®rico Nacional se form¨®, aunque lo que s¨ª defiendo es la integridad de lo que ahora se guarda all¨ª. Y tratar¨¦ de explicarme en estas l¨ªneas.En los ¨²ltimos d¨ªas he recibido llamadas de los medios de comunicaci¨®n y de particulares, en las que los primeros me ped¨ªan que aclarase mis palabras, cosa que hice, aunque parece ser que no suficientemente, al d¨ªa siguiente de mi intervenci¨®n en la Plaza Mayor de Salamanca, mediante una nota p¨²blica enviada diversos medios de Catalu?a y de Salamanca (desconozco, ya que por aqu¨ª no hay prensa de Catalu?a, si esa nota fue publicada o fue objeto de olvido). Los segundos, las personas particulares, me reprochaban, unos amablemente (los m¨¢s) y otros en tono airado o exaltado (los menos), el uso de unos t¨¦rminos que parecen haber herido la sensibilidad de algunas personas. A todos, y a los pol¨ªticos, hago acuse de recibo con estas l¨ªneas.
Mi opini¨®n debe entenderse en el ¨¢mbito cient¨ªfico, nunca en el ¨¢mbito pol¨ªtico, en el que no me siento autorizado a entrar. La alusi¨®n al "derecho de conquista" hecha por m¨ª en mi intervenci¨®n, que no arenga, desde el balc¨®n del Ayuntamiento de Salamanca, ha de entenderse en el sentido de que la ciencia y la historia autorizan a que lo que en su d¨ªa se reuni¨® como producto de una guerra, permanezca unido en beneficio de la memoria hist¨®rica. Por supuesto que este argumento puede ser discutible y discutido. La ciencia archiv¨ªstica aboga por la unidad de los fondos documentales, independientemente del m¨¦todo de formaci¨®n de ¨¦stos. Una parte de los fondos de la secci¨®n de Guerra Civil del Archivo Hist¨®rico Nacional procede de las incautaciones realizadas por las tropas franquistas en varias ciudades. Estos documentos, pertenecientes tanto a instituciones p¨²blicas (Generalitat de Catalu?a, Gobierno Vasco, partidos pol¨ªticos, etc¨¦tera), como a instituciones privadas (logias mas¨®nicas) o personas particulares, fueron utilizados por el aparato represor de Franco como base documental en la que se sustentaban las intervenciones y los procesos de depuraci¨®n y represi¨®n de los individuos que pudieran ser considerados hostiles al r¨¦gimen nacido de la guerra. Muerto Franco, esos fondos son incorporados en 1978 al Archivo Hist¨®rico Nacional por decisi¨®n del Gobierno de entonces (que era quien por decreto pod¨ªa hacerlo) en virtud de los argumentos cient¨ªficos expuestos por los expertos consultados. Lo que se incorpor¨® al AHN no es s¨®lo lo que en su d¨ªa se requis¨¦ a instituciones y particulares. Es algo m¨¢s, pero, ante todo, es la prueba m¨¢s fehaciente de lo que para varios millones de espa?oles supuso la situaci¨®n posterior de la guerra civil. Es prueba patente de lo que para el pueblo espa?ol supuso vivir en la Espa?a de aquellos d¨ªas. Casi nadie, ni yo mismo, se libr¨® de figurar en esos papeles o en otros que con id¨¦ntico fin se tramitaban en otros lugares de Espa?a. Mi expediente particular se encuentra en los archivos de la polic¨ªa de Ferrol. Yo tambi¨¦n fui investigado y depurado en su momento. Yo tambi¨¦n sufr¨ª las represalias del r¨¦gimen.
Pero dejemos ya este tema. Quiero hacer m¨ªas las palabras de Antonio Gonz¨¢lez Quintana, que fuera director del Archivo de Salamanca entre 1986 y 1994, y que public¨® en las p¨¢ginas de El Mundo de Castilla y Le¨®n del d¨ªa 27 de marzo de 1995, en las que aboga por un 11 reconocimiento de la titularidad de los fondos y por el establecimiento consensuado de dep¨®sitos voluntarios de los mismos y la creaci¨®n de un patronato u ¨®rgano representativo de las entidades y colectivos afectados". Anteriormente a estas palabras, el se?or Gonz¨¢lez Quintana dice: "Pregunt¨¦monos si merece la pena conservar tal testimonio [hist¨®rico de lo que fue la represi¨®n pol¨ªtica en Espa?a]. Si la respuesta es s¨ª, hagamos el esfuerzo de renunciar en parte a las razones y argumentos puramente sentimentales de la pol¨¦mica".
Creo que no es necesaria mayor explicaci¨®n de estas afirmaciones. Hablan por s¨ª solas.
Como punto final a mis palabras quiero expresar aqu¨ª p¨²blicamente mi negativa a participar en cualquier debate pol¨ªtico sobre este tema. Lamento tambi¨¦n el uso que de este asunto se ha hecho por parte de la clase pol¨ªtica de una y otra parte, de una u otra ideolog¨ªa. Lo que debiera ser una cuesti¨®n cient¨ªfica se ha convertido en un enfrentamiento entre regiones que jam¨¢s se debiera haber producido. Lamento asimismo que mis palabras se hayan interpretado como un ataque a Catalu?a. Nada m¨¢s lejos de mi intenci¨®n y de mi convicci¨®n. Llevo, aparte de gallega, sangre catalana en mis venas y no me arrepiento de ello (el apellido Ballester as¨ª lo certifica). Adem¨¢s, perm¨ªtanme recordar' que en otros momentos y por otros motivos he expresado p¨²blicamente mi afecto por Catalu?a, cosa que parece haberse olvidado en este momento. Ser¨ªa pecar de incoherencia manifestar ahora lo contrario.
Quiero, finalmente, que se consideren ¨¦stas como mis ¨²ltimas palabras en relaci¨®n con este asunto. Creo que con ellas ya queda suficientemente claro todo. Espero, al cabo, que todo esto sirva para poner de relieve el inter¨¦s pol¨ªtico, cient¨ªfico y social que tienen los archivos, bibliotecas e instituciones similares. Si esta pol¨¦mica deriva finalmente en u?a mejora de la pol¨ªtica cultural y cient¨ªfica de los Gobiernos (central, auton¨®micos y locales), todo este asunto habr¨¢ servido para algo. Si, por el contrario, todo queda en agua de borrajas y se entiende como un motivo para ahondar en las diferencias que de por s¨ª existen entre las regiones, entonces habr¨¢ sido un esfuerzo bald¨ªo.
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