El Madrid desactiva el robot franc¨¦s
El equipo de Obradovic alcanza la final con un juego paciente y preciso
El Real Madrid acert¨® a ponerse fuera del radio de acci¨®n del Limoges. Esa fue su suerte: escapar, huir, paso a paso, canasta a canasta, de la ultradefensa de Limoges. El diagn¨®stico de Obradovic fue el correcto: hac¨ªa falta coraje y paciencia. El Madrid hizo un estimable trabajo, porque es en t¨¦rminos laborales como hay que afrontar un choque decisivo con ese monstruo de bolsillo que ha creado la inteligencia de Maljkovic. El baloncesto queda a un lado en beneficio de la eficacia. La victoria coloca a los madridistas en la final, a un paso de un sue?o largamente perseguido, la octava Copa de Europa. 15 a?os dura la espera, en cuyo trayecto han sucumbido m¨¢s de una generaci¨®n de buenos jugadores.Maljkovic parece haber fijado su residencia en Limoges donde opera con un equipo dise?ado para crear verdaderos problemas de identidad al baloncesto europeo. Bajo una disciplina espartana, un grupo de jugadores mediocres ha alcanzado cr¨¦dito internacional imponiendo un tipo de juego defensivo que convierte en asunto de aficionados las otrora elogiosas por temidas defensas a la italiana. Para ser obra de un hombre que alcanz¨® la cumbre promocionando la luminosidad de la generaci¨®n de Kukoc habr¨ªa que convenir en que lo suyo es un caso de perversi¨®n. Cierto es: Maljkov¨ªc debe preferir pasar a la historia como el estratega de la destrucci¨®n. Es el genio del mal.
La tarjeta de visita del Limoges explica que se le supone capacidad para crear problemas o encontrarle respuesta a un choque decisivo. Es un modelo estrat¨¦gico. Pero su defensa de dos velocidades es cuesti¨®n aparte. Es capaz de pasar de lo que se denomina defensa presionante, que es lo que se entiende como el l¨ªmite a una de rango superior que bien podr¨ªa definirse como asfixiante, donde la disuasi¨®n adquiere un grado superlativo. La negaci¨®n es su aliado. No da?a sus intereses llegar al descanso, como fue el caso de ayer, con 19 tantos en el bolsillo. Y otro detalle: en la elecci¨®n de segundo americano, Maljkovic hab¨ªa decidido este a?o dar una vuelta de tuerca. Nada de armarios intimidadores: un marine blanco, que es como puede definirse al pivot Kempton, encargado de sacar a Sabonis de la cancha sin antes preguntar.
Ante un rival de esta estatura moral, el Real Madrid deb¨ªa preguntarse cada d¨ªa si estaba preparado para resolver el problema. Y ese no es precisamente su fuerte. El Madrid limita su identidad al juego de sus dos hombres grandes de tal manera que si le falla alguno convierte su baloncesto en un verdadero desprop¨®sito. Su punto fuerte es su punto d¨¦bil, una verdadera tentaci¨®n para el equipo franc¨¦s.
Su ¨¦xito fue ser consciente de que no pod¨ªa inventar nada nuevo a estas alturas. Deb¨ªa ganar con Sabonis y Arlauckas, hacerlos funcionar a cualquier precio. Y para ello, no quedaba otro remedio de sacrificar a cualquier otro jugador en una doble tarea: destruir y proteger. Sin desmayo. Sin prisas. Con la vista pendiente siempre en los hombres grandes. Sabonis y Arlauckas volvieron a sumar m¨¢s de la mitad de los tantos del equipo (33 por 62) pero su peso en el partido fue superior al que se?ala la estad¨ªstica final. En los minutos decisivos, sus cuentas particulares hablaban de un monopolio del juego ofensivo madridista (19 de los 24 tantos iniciales', 12 de los 14 primeros tantos de la reanudaci¨®n). Vivieron una jornada dif¨ªcil, pero el equipo trabaj¨® para que la incomodidad no se transformara en incapacidad.
La estrateg¨ªa tuvo tambi¨¦n su alianza con la fortuna. Al genio del mal se le escap¨® un detalle. No pod¨ªa atar todos los cabos. Eso hubiera sido terrible. Young, su ¨²nico argumento ofensivo, el hombre que les dio el t¨ªtulo en Atenas, tuvo un d¨ªa especialmente obtuso y firm¨® s¨®lo dos canastas (un horrible 18% de acierto). En su fracaso particular medi¨® el esfuerzo conjunto de Coll y Santos, nombrados a dedo por Obradovic para hacer un trabajo fino, tarea en la que agotaron todas las personales. Con Young fuera de sus estad¨ªsticas habituales, el Limoges perdi¨® buena parte de su potencial intimidador. No pod¨ªa controlar el partido, jugaba en una sola direcci¨®n.
Anular a Young significaba limitar el radio de acci¨®n del Limoges. Dif¨ªcilmente llegar¨ªa a los 50 tantos por ese camino; pod¨ªa destruir, pero con muchas limitaciones. Eso explica que, aunque Sabonis y Arlauckas estuvieran casi a mitad de camino de sus cifras normales, bastaba para sumar tantos en el dep¨®sito hasta ver la luz al final del camino. Y la luz se hizo cuando, a falta de cuatro minutos para el final, la ventaja del Madrid superaba los 20 tantos (53-32).
Maljkovic no pod¨ªa maniobrar en esos t¨¦rminos: su equipo no puede fabricar 20 tantos en cuatro minutos. Su modelo saca provecho de la negaci¨®n de ciertos mandamientos del baloncesto. Y esa negaci¨®n le llev¨® a la tumba, justo castigo a su maldad.
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